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Sintonía colorista y sostenible en una ciudad monocromática

Esculturas lumínicas y prismas triangulares de arte urbano construyen una exposición al aire libre en varias localizaciones de la capital

Un joven fotografía la gran instalación de arte urbano del artista Spy en la Plaza de Colón.
Un joven fotografía la gran instalación de arte urbano del artista Spy en la Plaza de Colón.Aitor Sol
Patricia Segura

Una enorme esfera luminosa de 25 metros, dispuesta en el interior de una estructura cúbica, preside la plaza de Colón. La creación está elaborada por andamios que equivalen a un edificio de siete pisos. Su autor, que se mantiene en el anonimato bajo el pseudónimo Spy, invita a la reflexión sobre el efecto del ser humano en el planeta: “Son pequeños pellizcos de intención que hacen que la persona que lo recibe vea eclosionada su rutina de urbanita”.

Esta es una de las cuatro obras de arte urbano que construyen una exposición al aire libre en varias localizaciones de la capital. Las creaciones de artistas internacionales llenan de color la plaza de Colón, la calle de Ortega y Gasset, el paseo de la Castellana y la calle de Serrano. La muestra hace una llamada a la sostenibilidad en una ciudad monocromática.

El artista de la gran esfera, también conocido como el “Banksy español”, presenta un juego de palabras visuales. El interior de las formas geométricas irradia una luz intensa que desprende calor, una sensación que dilucida la intención del artista: concienciar al espectador del riesgo del calentamiento global. Para ello, procura crear un diálogo con el entorno que favorezca la conciencia y responsabilidad colectivas.

Spy cuenta que el espacio le sugirió crear una obra a gran escala que se pudiese ver desde distintos puntos de las calles que la rodean, creando así un nuevo ambiente lumínico y experimental en la plaza. Atraído por las pinturas que veía en la calle, empezó a pintar grafitis a finales de los ochenta. Una década después, comenzó a ver la ciudad como un soporte artístico en el que realizar sus obras.

Un transeúnte observa una de las piezas hechas con materiales reciclados en la instalación de la calle de Serrano.
Un transeúnte observa una de las piezas hechas con materiales reciclados en la instalación de la calle de Serrano.Aitor Sol

En el número 12 del paseo de la Castellana, hay una gran flor de lupino en homenaje a la biodiversidad. La estructura destaca por sus pliegos, creados por la disposición del tejido, que construyen, casi de manera involuntaria, una sintonía colorista con tonos morados y azules. Chamaleon Lupine, del belga Arne Quinze, recuerda a un jardín de flores silvestres, como el que tiene el artista en su estudio con más de 25.000 plantas: “La flor de lupino crece en todas partes, pero desapacere cuanto más nos acercamos a las ciudades”.

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Su trabajo se basa en el concepto de arte público, con el que aborda temas actuales como la urbanización y la diversidad. El escultor pinta de color la ciudad y defiende la importancia de la naturaleza, convirtiendo la urbe en un museo al aire libre: “Mi intención es plantar una semilla en la mente de las personas”.

La siguiente parada es en la calle de Serrano, donde los visitantes se miran y descubren sus reflejos en los tubos de un prisma triangular. La escultura compone formas caleidoscópicas que juegan con la luz y la dimensión a partir de materiales como el acero y el metal. Alexis Le Diamantaire exhibe un diamante compuesto de espejos desechados y pintura en aerosol.

El artista ha recuperado espejos abandonados en la calle durante una década para crear casi 1.800 obras de arte. Su pasión por este elemento empezó cuando era un niño: “Empecé a jugar con un espejo poniéndolo frente a otro para ver el infinito. Se producía algo totalmente mágico”. El francés asegura que para la producción de esta escultura no consideró tanto el aspecto estético exterior sino los efectos que podían producirse con la interacción.

En el número ocho de la calle Ortega y Gasset, hay un coche tuneado con una imagen art decó. Una de las pasiones de su creador, Manu Campa, son los coches clásicos. Los reflejos y los brillos de la pintura dan un aire de estilo pop, realista y figurativo a su obra. En la carrocería se ven reflejados algunos de los elementos más emblemáticos de Madrid, como las Cuatro Torres y la Puerta de Alcalá.

Para el madrileño, es una simbiosis entre la funcionalidad del coche y la urbe. “Desde que empecé a pintar en el barrio de Malasaña, he dibujado retratos y paisajes urbanos hasta centrarme en el mundo del motor y la ciudad de Madrid”, cuenta Campa. El coche, ilumado por una luz tenue desde su interior, representa el concepto de la sostenibilidad y el movimiento en la ciudad. El recorrido está a la vista de los transeúntes, pero también puede hacerse en un coche eléctrico de la marca MINI que traslada al visitante a los diferentes puntos de la exhibición.

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