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La soledad anticipa el final del puerto de Navacerrada

Icono de la sierra, las poblaciones de Cercedilla, La Granja y Navacerrada todavía debaten sobre el futuro de las pistas

La geografía de la Comunidad de Madrid está definida por dos accidentes geográficos fundamentales. Uno es el río Manzanares, que atraviesa la región de noroeste a sur. El otro, la cordillera del Sistema Central que compone la sierra de Madrid. Ahí es donde se encuentra uno de los puntos más icónicos de la Comunidad, el Puerto de Navacerrada, un lugar que vive un debate sobre su inmediato futuro, que puede no tener que ver mucho con su pasado. ¿Será el final de las pistas de esquí, el final de la economía del lugar? ¿O habrá un renacimiento de la sierra con una apuesta más ecológica?

El Puerto de Navacerrada es el lugar donde generaciones de madrileños, y también habitantes de provincias como Segovia, han tenido sus primeros contactos con la nieve y también el epicentro de donde surgieron los primeros grandes esquiadores españoles y algunas medallas olímpicas, personificados en los hermanos Fernández Ochoa. En lo más alto del puerto, que no tiene una cima en sí ya que está enclavado entre varios picos, es donde se encuentra la estación de esquí. Dicha estación se compone de un total de 16 pistas de distintos niveles, que se encuentran en los términos municipales de tres localidades, Cercedilla y Navacerrada en Madrid y la Granja de San Ildefonso en la provincia de Segovia. Las pistas se diferencian entre las aptas para principiantes y las que se reservan a los expertos.

Pero todos estos detalles pueden pasar a la historia y quedarse ahí. Las conversaciones de los últimos meses en los pueblos de alrededor, y especialmente en Cercedilla, tienen que ver con un tema en concreto: el cierre de la estación de esquí del Puerto de Navacerrada.

El terreno donde se encuentra la estación es propiedad del Ministerio para la Transición Ecológica (Miteco) y la medida que se ha adoptado, explican, tiene que ver directamente con la subida de las temperaturas ante la llegada del cambio climático. Ya no habrá pistas de esquí, porque cada vez hay menos presencia de nieve. No será un lugar para esquiadores; en todo caso para senderistas y amantes de la naturaleza.

El cierre ha generado un pequeño cisma entre vecinos y grupos políticos en el pueblo de Cercedilla, donde algunos se posicionan a favor y otros en contra del cierre. Uno de los vecinos que más activamente se opone es Luis Morales El Mangas como se le conoce en el pueblo, propietario del Bar Lingo Copas de Cercedilla.

Morales, además de su profesión de empresario, ha trabajado en el puerto como profesor de esquí y cree que este no debería cerrarse al ser uno de los motores económicos más importantes de la zona. “Es la joya de la corona y, si lo desmantelamos, no nos queda nada”, apuntaba en un coloquio organizado por Radio Cercedilla. En dicho debate, vecinos con opiniones diversas conversaron sobre el tema y aportaron ideas y opiniones muy útiles sobre el futuro del puerto. El propio Morales pedía que, una vez que la estación se desmantelase, se conservaran algunos de los remontes y los telesillas porque están cargados de relevancia histórica.

En la mesa de debate, que fue organizada por la radio local, estuvo también Teresa Ribera, la vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Ribera, además, es una de las vecinas más ilustres de Cercedilla donde “desde muy pequeña he pasado los fines de semana con toda la familia”.

La ministra llamó a la radio para explicar a los vecinos las razones por las que su ministerio había decidido cerrar la estación y añadía que el principal motivo era que “no tenemos las condiciones naturales para que la práctica del esquí sea viable”. Una iniciativa con la que José Conesa, accionista de la empresa concesionaria que gestiona la estación, no está de acuerdo. Conesa cree que la estación no solo es viable, si no que además es económicamente rentable.

José Conesa parece dudar de las consecuencias del cambio climático. A preguntas de este periódico, de si la falta de nieve podría hacer inviable el esquí en el puerto, apuntó: “Eso del cambio climático no tiene nada que ver. ¿Hay cambio climático?..., bueno eso parece, nadie se atreve a certificarlo. No hay ninguna certificación de que eso sea realmente así, yo tengo 60 años y he vivido circunstancias donde ha habido muchísima nieve y ahora no hay tanta. No sé si hay cambio climático o no, lo que si que sé es que hay ciclos que se vienen cumpliendo históricamente”. La falta de nieve en los últimos años forma parte de uno de esos ciclos, según las teorías de Conesa.

Telesilla del Puerto de Navacerrada el pasado jueves.
Telesilla del Puerto de Navacerrada el pasado jueves.Santi Burgos

Uno de los principales puntos de fricción en este debate radica en la relevancia que varios vecinos de la zona otorgan a la estación de esquí en la economía local, algo con lo que muchos no parecen estar de acuerdo. Tras la barra de metal sobre la que reposan bollos, churros, porras y tres clases distintas de bizcochos caseros —de yogur, chocolate y manzana con nueces— está Pilar López. Ella es una de las dueñas de El Café Colonial en Cercedilla y, al ser preguntada sobre el tema, explica que la estación “es solo importante cuando nieva, pero ya está” porque El Puerto de Navacerrada “no es Baqueira Beret” y además en Cercedilla “tenemos la suerte de contar con turistas todo el año” porque es un pueblo muy conocido.

Nostalgia

La oposición al cierre de la estación de esquí tiene un componente afectivo muy importante porque esas pistas han dado renombre al lugar gracias a los éxitos deportivos, tal y como explica el alcalde del municipio, Luis Miguel Peña. Es decir, que en muchos vecinos pesa más la nostalgia que la razón.

La posible desaparición del esquí en la zona genera mucha tristeza, explica también Isabel Pérez Montalvo, concejala del PSOE de Cercedilla, que a pesar de sentir la pérdida de un lugar histórico de la sierra de Madrid se posiciona a favor del cierre, abogando por la remodelación de la estación de esquí y de sus alrededores.

Y es que, hoy por hoy, el número de vecinos que viven en el puerto todo el año supera escasamente el centenar, aunque en el Ayuntamiento no se atreven a confirmar esa cifra. Gonzalo Urosa, un vecino que sí que vive en el puerto todo el año, afirma con seguridad que los residentes no llegan a superar la media centena.

Un paseo por el puerto a finales de octubre parece un anticipo de que el debate está acabado. Apenas hay actividad. El paisaje es decadente. Y, desde luego, no hay la más mínima presencia de nieve. Urosa describe que el problema para gente como él es la sensación de soledad que siente en el puerto. “Ya no queda nadie, todo está abandonado”, explica. Los vecinos afirman que lo que más les preocupa es la falta de servicios que hay y, en especial, el cierre del funicular que conecta el puerto con Cercedilla. “Esto ha sido el pulmón de Madrid. Lo que ves ahí era una piscina”, indica Urosa con la mano, “y ahí había una discoteca. Era una maravilla”. Todas esas instalaciones están vacías, sin presencia de vida.

Remodelación

El cierre de la estación no será en balde, ya que irá acompañado de un plan de remodelación del puerto en el que se incluye la mejora de las instalaciones y del entorno natural, según fuentes ministeriales. El objetivo es hacer del lugar un espacio más amable para la práctica de actividades como el senderismo y pretende atraer inversión a un lugar que, en este momento, no se caracteriza por su belleza natural y paisajística si no por los negocios cerrados y los edificios abandonados.

Para los residentes, la posible transformación del puerto no es sinónimo de esperanza porque, si no se mejoran las condiciones de vida, “esto se acaba”. Los vecinos que hoy viven en el puerto tienen problemas más acuciantes que el del cierre de las pistas de esquí, ya que no tienen acceso a servicios tan básicos como un supermercado.

En la zona tan solo quedan un par de restaurantes, la Venta Arias es uno de ellos y en ese mismo establecimiento uno de los camareros admite que los malos años de nieve y la pandemia han puesto en jaque la estabilidad del negocio. “La estación da pena”, cuenta Urosa, “está todo abandonado. Solo quedan los militares del cuartel y poco más. No sé qué futuro tiene esto”, concluye. Llamar a los timbres de los porteros automáticos es evidenciar la falta de respuesta de la mayoría de ellos. Cuesta encontrar vecinos por la zona.

La pandemia ha terminado por certificar el final de la actividad en el puerto, pero no de los pueblos que rodean el lugar: las restricciones y la búsqueda de la naturaleza han potenciado otro tipo de negocios y un turismo más ecologista, que busca una actividad física no estrictamente relacionada con los esquíes y más respetuosa con el ecosistema. El ocaso del puerto también dará lugar al final de ciertos atascos en fin de semana.

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