Livija, a la caza de los sueños de su hermano
El Ballet de Belgrado trae al Festival de El Escorial ‘Dream hunters’, homenaje a Tomaz Pandur
La prematura e inesperada muerte de Tomazž Pandur (Maribor, 1963-Skopie, 2016), probablemente el director teatral más importante que ha exportado Eslovenia, no solamente dejaba un vacío escénico relevante, sino una gran incógnita sobre su legado, un catálogo largo de obras visualmente seductoras e intelectualmente intrincadas que conformaban una poética teatral que tuvo su despegue entre 1989 y 1996, cuando estuvo al frente de la dirección artística del teatro Nacional de Maribor, que con él se convirtió en un referente escénico internacional.
Ante su muerte, el primer impulso de su más cercana colaboradora, su hermana Livija Pandur, que le hizo la dramaturgia y le acompañó en sus procesos cerca de dos décadas, fue dejarlo, bajar el telón de PandurTheaters, la productora que habían creado juntos en 2002, después de la etapa Maribor. “Fue un momento muy difícil porque no sabía si continuar o dejarlo, pensé que después de su muerte no podría acercarme a un escenario nunca más, pero al mismo tiempo sentía que el teatro ha sido el único espacio en el que verdaderamente me he sentido libre para expresarme. También entendí que mientras sus obras se sigan representando, él seguirá vivo. Recrear de nuevo Symphony of Sorrowful Songs, en 2018, fue lo que me hizo sobrevivir”.
Había hecho la dramaturgia de ese título en 2014, cuando Pandur lo estrenó con el Ballet de la Ópera de Berlín, con Hanna Schygulla como protagonista, pero dos años después de la muerte de su hermano decidió retomarlo ya sin él, asumiendo el remontaje y la dirección. Restablecida y segura, ahora Livija Pandur ha reinventado Dream Hunters (Cazadores de sueños), para los 16 bailarines del Ballet de Belgrado, que visita mañana 3 de septiembre en única función el Teatro Auditorio de San Lorenzo, en el marco del Festival Internacional de El Escorial.
Necesidad de belleza
En este homenaje Livija Pandur sigue las líneas y estética de su hermano, pone en práctica todo lo que aprendió de él y al mismo tiempo hace aportaciones propias. “Ha sido y sigue siendo una gran influencia en mi manera de abordar lo escénico. Trabajamos juntos durante muchos años, siempre tuvo esa necesidad de belleza que a mí tanto me fascina”.
Dream Hunters toma su inspiración en la novela Diccionario Jázaro, de Milorad Pavic, que narra el deambular de los llamados coleccionistas de sueños, seres dispersos por el mundo que no están demasiado lejos de los inmigrantes que vemos cada día en los telediarios. “Es una historia muy conectada con nuestro momento porque habla de personajes errantes buscando su lugar, lo mismo que estamos viendo con esos miles de refugiados sin casa, que van huyendo y tratando de encontrar un hogar”, reflexiona la creadora.
Tomazž Pandur sigue vivo en su hermana, que no cesa de mantener activa su obra en los escenarios. Después de un primer libro en el que recoge las experiencias de los años tempranos, dice tener ya prácticamente listo un segundo volumen, un libro que contará con numeroso material gráfico inédito. Por lo demás, está preparando una versión de Hamlet que estrenará pronto en Dubrovnik.
El mejor legado del teatro esloveno
Su trilogía 'Infierno, Paraíso y Purgatorio' (1993), inspirada en Dante, está considerada por algunos estudiosos como la producción más ambiciosa de todo el teatro esloveno. Tomazž Pandur creó un universo escénico propio poblado de obras inclasificables que, balanceándose entre el teatro y la danza, entre el gesto y el movimiento, indagaron siempre en temas recurrentes, como el poder de la individualidad o el peso de la soledad. Durante la última etapa de su vida, Madrid fue su hogar, y buena parte de su producción tardía la hizo en España. Memorables fueron su 'Hamlet', con Blanca Portillo, o 'La caída de los dioses', con Belén Rueda. Para la Compañía Nacional de Danza, en los tiempos de Nacho Duato, creó 'Alas de deseo'. Murió ensayando 'El rey Lear' y tenía en la cabeza un proyecto de envergadura que quedó para siempre truncado: llevar a escena 'Cien años de soledad', de García Márquez.
Aunque fueron montajes muy diversos, siempre ejerció fascinación en la audiencia, que admiró la potencia visual de cada una de sus producciones.
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