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Adiós a las caídas en la calle del Arenal

La reforma luce un nuevo pavimento sin juntas, además de bancos, farolas y enganches para bicicletas

La librería San Ginés, en la calle de Arenal de Madrid tras las obras de reforma del Ayuntamiento.
La librería San Ginés, en la calle de Arenal de Madrid tras las obras de reforma del Ayuntamiento.Claudio Alvarez/EL PAIS
Idoia Ugarte

Los toldos situados nada más entrar a la calle del Arenal desde la Puerta del Sol luchan por amortiguar un calor que no da tregua. Una hilera de árboles conduce al imponente Teatro Real que saluda de fondo. Pero la gente ya no pisa las características baldosas granates que adornaban el suelo de uno de los rincones más céntricos de la capital. Tras la reforma del Ayuntamiento de Madrid se han sustituido, desde el número ocho hasta la plaza de Isabel II, por microaglomerado con árido granítico para amortiguar el impacto del tráfico de los vehículos autorizados, un pavimento más barato y fácil de reparar, sin juntas, de mayor durabilidad y con tratamiento descontaminante.

Además hay otras novedades: bancos colocados a lo largo del recorrido, enganches para bicicletas y 62 nuevas farolas del modelo Fernando VII. Una puesta a punto de un millón de euros que pone fin a las caídas constantes de los peatones, producidas por los desperfectos de las losetas. El Área de Obras y Equipamientos asegura que esta castiza calle, junto a Montera y Preciados, acumula el 10% de los tropiezos de la ciudad.

Las baldosas granates de la calle de Arenal se mantienen en un pequeño tramo a la entrada, aunque se cambiarán más adelante.
Las baldosas granates de la calle de Arenal se mantienen en un pequeño tramo a la entrada, aunque se cambiarán más adelante. Claudio Alvarez/EL PAIS

Uno de los tramos más bonitos de la calle del Arenal es el de la librería San Ginés, pegada a la Parroquia con la que comparte el nombre del santo francés. Una forma de viajar de nuevo al siglo XVII. Raúl Pariente dispensa a pie de calle libros descatalogados, muy antiguos, aparte de láminas y grabados: “Ha sido horroroso, he tenido que cerrar un montón de días. En teoría las obras iban a durar tres meses. Empezaron en noviembre y han terminado hace nada. Hemos perdido mucho dinero y encima ha sido justo cuando se empezaba a salir y a venir turismo, cuando esperábamos volver a respirar”. Se queja de que hubo días en los que vendía 23 euros y optaba por marcharse, aunque reconoce que él ha tenido suerte porque está más a la vista y la gente se las apañaba para acercarse entre las vallas. Asegura que todos los comerciantes con los que ha ido hablando estaban en las mismas.

“La calle del Arenal no estaba bien hecha. Había poco cemento y esto es humedad total, porque por aquí pasaba antes un pequeño arroyo. He visto a gente tropezarse con silla de ruedas y caerse, a mayores desmayarse porque se han dado un buen golpe, y he salido corriendo a atenderles y llamar a la ambulancia. Ha pasado muchas veces”, afirma Pariente, un enamorado de su trabajo que presume de estar en una de las librerías más antiguas del mundo, que nunca ha cerrado desde 1650, solo con la pandemia. Le gusta compararse con los libreros que están en la orilla del Sena. “Conozco a alguno y el Estado les ayuda siempre económicamente ante cualquier cosa que les pase. Nos creemos un país muy cultural, pero nadie mira por nosotros”, lamenta.

El nuevo pavimento de la calle de Arenal es un microaglomerado con árido granítico para amortiguar el impacto del tráfico de los vehículos autorizados.
El nuevo pavimento de la calle de Arenal es un microaglomerado con árido granítico para amortiguar el impacto del tráfico de los vehículos autorizados.Claudio Alvarez/EL PAIS

Un portavoz del Área de Obras y Equipamientos expone que Arenal funciona casi como un centro comercial al aire libre, “un verdadero muelle de descarga cada mañana”. Cuando sea necesaria la renovación del pavimento se podrá realizar en un solo día. En cambio, el tiempo de renovación de una calle como esta con granito es de varios meses y con un coste cuatro o cinco veces superior, afirma.

Desde el Ayuntamiento aseguran que las nuevas farolas con placas LED ahorrarán consumo energético, iluminarán mejor y evitarán molestias por deslumbramiento a los vecinos, ya que antes se encontraban en las fachadas de los edificios. “El tratamiento descontaminante consiste en la aplicación de una pintura fotocatalítica que utiliza los rayos ultravioletas de la luz solar para la purificación del aire. De acuerdo con los datos del fabricante, 10 litros de pintura aplicada tienen la capacidad de eliminar la contaminación producida por 20 vehículos en un año y es equivalente a plantar 1.500 árboles”, apuntan desde el área.

Nuevas farolas en la calle de Arenal, modelo Fernando VII.
Nuevas farolas en la calle de Arenal, modelo Fernando VII. Claudio Alvarez/EL PAIS

En la puerta del Kentucky Fried Chicken está Said Bey, de 25 años, que compagina el trabajo de repartidor con los estudios de Ingeniería Mecánica. Es de Argelia, pero lleva un año viviendo en Madrid. Con la distintiva mochila amarilla colgada, celebra que ahora puede aparcar bien la bicicleta y entrar al restaurante más tranquilo.

Al lado, las piedras brillan sobre la manta que tiene tendida Andrés Duarte. Este colombiano con alma de nómada lleva ocho meses en la capital vendiendo collares, brazaletes y anillos artesanales. Desde amatista, ojo de tigre, piedra luna hasta cuarzo rosa o esmeralda de las minas de Muzo, capital mundial de esta gema tan preciada. Este licenciado en Bellas Artes, de 27 años, explica que no puede convalidar su título en España y que ha ido recolectando de distintos países las propiedades místicas de sus joyas, que considera que potencian la creatividad o atraen la paz y la calma. “Como es hecho a mano la gente de la calle del Arenal me apoya y además tengo página en Instagram. La policía aquí es muy educada. Me hacen irme, pero me tratan con respeto”, responde con la vista puesta en las patrullas que merodean.

Dos señoras descansan en uno de los bancos de la calle de Arenal.
Dos señoras descansan en uno de los bancos de la calle de Arenal. Claudio Alvarez/EL PAIS

Todos los nuevos bancos de la calle del Arenal están ocupados. Una pareja de mexicanos disfruta sentada del bocadillo que se ha preparado; un merecido respiro en su ruta hacia la plaza Mayor. Flora Bustillos aprovecha la parada para cambiarse de zapatos y estar más cómoda: “Estos bancos son perfectos, la gente necesita descansar. Quizás podría dar más sombra el árbol”, dice mientras señala el que tiene al lado, todavía poco frondoso, que está flanqueado por unas verjas que se han colocado dentro de los añadidos del mobiliario urbano. “El ciudadano se tiene que apropiar de la calle y vivirla bien. Cuánto más espacio le demos, en lugar de cedérselo a los coches, mejor”, continúa su marido, Alejandro Estivill.

Unos metros más adelante, en otro banco que sí está resguardado del sol, se encuentra Montse Saumell bebiendo de una botella de agua fría que le ayuda a sobrellevar el calor. “Me gustan mucho los árboles porque el verde siempre viene bien y además veo que los han protegido. Los bancos son estupendos porque caminamos mucho. Hay policía y eso también da seguridad”, expone. Es de Barcelona y ha venido para ir de tiendas y disfrutar de los restaurantes. Saumell está impresionada de que la calle del Arenal esté tan limpia, hasta el suelo y las paredes, recalca. “Madrid me encanta aunque sea catalana”, añade con humor.

Los trabajos de remodelación del kilómetro cero han tenido por objeto la renovación completa de un espacio de 10.000 m2 y alcanzarán a la Puerta del Sol, Montera y Preciados. El pavimento escogido en la calle del Arenal no ha quedado homogéneo y se asemeja a una carretera, lo que conlleva que parezca menos peatonal. Un diseño pensado para los vehículos, aunque los peatones sean los verdaderos protagonistas.

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