Una ciudad invisible
La madurez ilumina el ojo incansable de López Saguar con un millar de ‘spots’ a sus espaldas
El primer paseo del hombre sobre la superficie de la Luna tuvo lugar el 21 de julio de 1969. Ese día Julio López Saguar cumplía 15 años. Tres días después se incorporaba a trabajar como administrativo en El Corte Inglés. “Eran tiempos en los que se podía empezar a esas edades”, recuerda hoy con una sonrisa y sin arrepentirse de lo que lleva detrás a sus 67 años. La pasión sigue dominando a la edad y, cuando rompe a hablar, se olvida durante más de hora y media de que tiene delante una infusión que ni se acuerda de probar. Da vueltas de vez en cuando a la cucharilla, pero el tintineo contra la taza solo es la banda sonora que acompaña a su discurso lleno de proyectos e ideas.
Como chaval inquieto estudió fotografía por correspondencia. Eso le llevó a intentar dar el salto a ese departamento en los grandes almacenes. No quería vender aparatos y carretes desde detrás de un mostrador, sino aprender cómo se hacía la publicidad y los anuncios. Pero no hubo suerte, al menos no del todo. Para consuelo parcial intervino un jefe: “Voy a necesitar una persona en Cine”, dijo el responsable del departamento vecino al escuchar el interés por la imagen del joven. Y allí recaló finalmente. Ese fue su gran aterrizaje profesional.
Un pequeño paso para El Corte Inglés, pero gran paso para López Saguar. El zambullirse sin pensarlo en el mundo del cine, como buen tozudo, no le impidió abandonar su empeño por dominar la cámara de fotos. La primera que tuvo fue una Werlisa color que ni siquiera era réflex, recuerda. A ratos se iba asomando al laboratorio donde sus compañeros revelaban. Sin prisa ni pausa se iba empapando poco a poco de un mundo que cada vez le enamoraba más. “Eso me sirvió para aprender dos profesiones a la vez”, señala satisfecho y agradecido por esa curiosidad que siempre le ha impulsado.
Las dependencias a las que se accede desde el garaje de su casa hacen las veces de estudio y archivo donde impera el orden. En las baldas de obra que antaño sostenían las cubetas en las que la magia del blanco y negro mostraba las sales de plata sobre el papel, hoy se almacenan miles de negativos, libros, revistas y discos duros con decenas de terabytes en imágenes.
Hace dos décadas que a la vida analógica de López Saguar se sumó la digital. Ambas conviven hoy en este estudio a pesar de que la ampliadora haya dejado paso a las pantallas de los ordenadores y al escáner de negativos. Abre uno de los cajones y aparecen en sobres archivados las tiras de los carretes. Los de 35 milímetros, por un lado. Los de formato medio, por otro. Las diapositivas, en otro mueble. Medio siglo de memoria en perfecto orden y concierto. “Ordenar y guardar todo desde que existe el digital es un lujo”, reconoce. Y no le hace ascos a la cámara del móvil, que también emplea con frecuencia. “La fotografía está en la cabeza del fotógrafo, no en el aparato. Una foto hecha con un teléfono puede ser tan válida como la realizada en una placa de 20 x 25 centímetros”, explica.
Fruto de esa madurez de medio siglo mirando a través del visor es la serie Talking in Silence (hablando en silencio), una evolución sorprendente desde aquellos primeros disparos madrileños de mediados de los años setenta. Se trata de imágenes pensadas en formato cuadrado. Metáforas que abren interrogantes sobre el paso del tiempo y nuestra relación con el espacio. Las ha realizado en los últimos años allá donde va, pero, como madrileño, la capital y algunos puntos de la Comunidad protagonizan una parte especial de este trabajo.
Aunque están hechas con una Canon de 35 milímetros, después reencuadra en el ordenador. Son fotos de escenas que todos tenemos a nuestro alrededor, pero que el ojo sabio y muy educado de López Saguar nos explica mejor. Momentos y lugares que casi siempre pasarían inadvertidos pese a que podamos pasar junto a ellos con nuestros móviles equipados con cámara.
Capturas en todo caso que huyen de los monumentos, del ser humano, de la grandilocuencia y del efectismo de las grandes vistas de la ciudad, pero que reflejan casi siempre el entorno urbano en el que se mueve López Saguar. Estampas del mundo más inmediato, la normalidad del día a día que le rodea, pero que, recogida en esta serie, se convierte en una cotidianeidad extraordinaria, rica y atractiva y, al mismo tiempo, sencilla y fácil de ver. “En estas fotos no aparece gente, pero sí se ven las consecuencias del paso de las personas por esos lugares”, explica de Talking in Silence, cuya maqueta tiene ya preparada para quien quiera editarlo en libro. “Walker Evans ya fotografiaba la normalidad hace décadas y eso hago yo ahora”, zanja.
Hoy el jubilado López Saguar guarda en su currículo el haber participado en más de un millar de spots, la mitad de ellos aproximadamente como realizador, desde que la casualidad le llevara al mundo del cine. Pero ya no frecuenta platós, localizaciones ni los rodajes. Atrás quedaron modelos como Gisele Bündchen y Bar Refaeli o actrices como Kim Basinger. Su tiempo lo ocupa hoy aquella afición que le llegó estudiando por correspondencia y que saltó en forma de chispa siendo un adolescente. “Nunca dejaré de hacer fotos”, asegura.
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