Ensayo crítico en las profundidades de la M-30
Los equipos de emergencias y seguridad municipales se ponen a prueba con el simulacro de un accidente múltiple de vehículos y un fallo en el sistema de comunicaciones
El escenario es peliagudo. Y probable, aunque no sea real. Tres coches han colisionado en las entrañas del túnel de la M-30, cerca de la salida de la A3, y dos de ellos han quedado volcados. Los cuatro ocupantes se encuentran atrapados en el interior de los vehículos, dos de ellos heridos de gravedad. Por si fuera poco peligro, se ha derramado un vertido de uno de automóviles. La caótica situación lleva a las autoridades a cerrar un tramo del túnel y queda cortado el tráfico durante unas horas, casi en la medianoche del martes. Un enjambre de dispositivos de seguridad ejecuta en el interior del subterráneo una serie de pasos muy estudiados. Este es otro ensayo más. Uno crítico. Estamos en un simulacro.
El ejercicio, orquestado por el Ayuntamiento de Madrid, busca probar la capacidad de respuesta, coordinación y eficacia de los cuerpos y fuerzas de seguridad que dependen de esta administración ante una posible emergencia. Hay más de un centenar de personas implicadas de Bomberos, Policía Municipal, Samur-Protección Civil, el Centro de Gestión de Movilidad, el 112 y el personal que gestiona la vía de circunvalación M-30. El equivalente a casi 10 equipos de fútbol.
Hay mucha gente trabajando por detrás, pero aquí no se ve
La policía es la primera en llegar, ya que se encuentra en la calle de patrulla. Su función es ser la avanzadilla, parar el tráfico y ver lo que está ocurriendo para informar al resto de equipos. Son los primeros en contactar con el centro de control. “Hay mucha gente trabajando por detrás, pero aquí no se ve”, afirma un agente. No saben que pronto un apagón hará caer también todos los servidores. La comunicación entre unidades deberá ocurrir en el lugar del accidente. Uno de los policías, ataviado con el chaleco reglamentario, clava las rodillas en el asfalto lleno de cristales y comprueba que el ocupante de uno de los coches se encuentra inconsciente. Si alguien además se queja de un dolor en el cuello quedará también inmovilizado hasta que llegue el Samur. El túnel no tarda en llenarse con el eco estridente de las sirenas de los bomberos, cuyas luces rebotan en las paredes.
Alrededor de uno de los coches se forma un riachuelo de líquido que puede ser gasolina. Los bomberos se apresuran a frenarlo con un producto similar a la espuma para evitar que se inflame. “Un incendio es uno de los mayores peligros dentro de un túnel y por eso evitarlo debe ser una prioridad”, aclara uno de los bomberos. Su indumentaria parece pesada entre las botas, la chaqueta y la bomba de oxígeno. Cuando se quita el casco, deja ver el cuello enrojecido debido al calor. La temperatura en las profundidades de un túnel no es exactamente agradable. No corre ni una brisa de aire.
Un incendio es uno de los mayores peligros dentro de un túnel y por eso evitarlo debe ser una prioridad
Él está en el epicentro del accidente, la conocida como zona caliente, donde una grúa ha comenzado ya a levantar los dos vehículos que hasta hace minutos descansaban en el suelo abollados y moribundos. El ambiente es de tensión y agilidad. Los rescatadores rasgan jeringuillas, inmovilizan un maniquí sobre una camilla y le practican una maniobra de reanimación cardiopulmonar en plena calzada, donde hace poco otros coches circulaban a toda velocidad. Algo más alejados, los trabajadores del Samur, vestidos de llamativo amarillo, realizan la primera valoración de los pacientes. Se encuentran en la zona templada, antesala que precede a la bautizada como zona fría y lugar destinado a desplegar un campamento sanitario. Allí los efectivos atenderán a los heridos clasificados por sus compañeros como graves.
Desde 2007, los simulacros son el pan de cada año en esta vía. Cada mes, los 32 kilómetros de la M-30 soportan los desplazamientos de 35 millones de vehículos. De ahí la importancia de recrear con asiduidad las posibles emergencias. Para evitar incidentes, existen sensores, sistemas de control para evitar incendios y el seguimiento permanente desde 900 cámaras de vigilancia de toda la vía de circunvalación. Aunque no solo de simulacros se aprende, también está la vida real. La coordinación con los centros médicos en función de sus áreas específicas puede ser determinante para la vida o la muerte del herido que ha de ser trasladado. Luis Olavarría, director gerente de la Empresa Pública de Emergencias Sanitarias, explica que hay que llevar a las víctimas a distintos hospitales, para evitar saturar un solo centro. Es lo que ocurrió, recuerda, tras los atentados del 11-M, cuando casi todos los centros hospitalarios de la capital recibieron a alguno de los centenares de heridos.
Por fin, un grito resuena en el subsuelo de Madrid: “El simulacro ha terminado”. Un primer abrazo tímido entre dos bomberos y comienzan a escucharse las palmadas en las espaldas, sin hacer distinción entre equipos. Todos pueden respirar, al fin, aliviados. Ha sido un esfuerzo intenso. Han sudado la gota gorda para no sobrepasar la hora y media. El tiempo ha dado de sí. Han tardado menos de lo que dura un partido de fútbol.
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