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Hache Milton, el hombre que vuelve loco al algoritmo

Héctor del Barrio debuta con un disco escrito durante más de 20 años que conjuga el pop luminoso y la filosofía

El músico Hache Milton, Hector del Barrio, en su casa, el 27 de mayo.
El músico Hache Milton, Hector del Barrio, en su casa, el 27 de mayo.Santi Burgos

Cualquiera que se acerque por las estanterías de vinilos en el salón de Héctor del Barrio (Madrid, 44 años) puede terminar muy desorientado sobre el pie del que cojea nuestro anfitrión. Salvo reguetón y demás aberraciones manifiestas, en esa colección se quintaesencia una perspectiva de casi 360 grados sobre la historia de la música en la civilización occidental. “Y quien curiosea en mis listas de reproducción en plataformas ya me pierde la pista para siempre. Puedo escuchar de manera consecutiva a Bach, AC/DC y Miles Davis, y es literal”. Esa voracidad melómana es la que hace de Hache Milton, el alter ego artístico de Héctor, uno de los personajes más rematadamente singulares en la escena del pop español. Tanto como para que su debut discográfico en solitario, el recién estrenado El no va más, se haya convertido, a buen seguro, en el álbum más heterogéneo, diverso e inclasificable de la temporada.

Hache ejerce de hombre sin prisas. Es músico desde los años mozos y ha enriquecido formaciones de pretensiones loables y calado más bien humilde (Carlo Coupé, Látigos Calientes, Funxplosion…) al tiempo que iba escribiendo y guardando canciones propias en la cajonera. Cuando quiso sacárselas de encima, “por una necesidad ya casi imperiosa de compartirlas”, se vio en la tesitura de seleccionar entre una montaña de candidatas. Seis de las 12 piezas que han acabado encontrado acomodo en su estreno se remontan a 1996 y 1997, “los años en que estudiaba Sociología pero pasar tardes enteras en el local de ensayo me divertía mucho más”, rememora entre risas. La otra media docena se materializó durante los meses de pandemia, como alivio a las incertidumbres propias del confinamiento. Unas y otras son indistinguibles: no hay huellas temáticas ni musicales que permitan ubicarlas en uno u otro momento de la biografía de su firmante. En realidad, todas tienen en común, aunque suene paradójico, un solo ingrediente: se asemejan muy poco entre sí.

Rock urbano o latino, pop clásico o de aires folkies, psicodelia con vistas a los años setenta, feliz desparpajo manouche (De sol a sol enamoraría a cualquier anunciante estival de cervezas), incursiones en el blues y hasta un amago de bossa (Dizem) en perfecto portugués. Todo en el universo de Hache Milton es ecléctico, atemporal y legítimo, sin duda, “pero admitiendo que cada pieza es de su padre y de su madre”. Del Barrio no acierta a determinar si ese incurable eclecticismo suyo le hace inabarcable o inconfundible a oídos del aficionado, pero confía en que la heterogeneidad termine sirviéndole como hilo conductor. “Lo siento, hay demasiadas cosas que me gustan”, acaba zanjando con sonrisa de tipo encantador y entusiasta.

Abandonar el anonimato era solo cuestión de tiempo, admite, por mucho que la humildad y el pudor hayan abocado al pelirrojo a camuflarse bajo un pseudónimo. Se dice “limitado” en cuanto a recursos vocales e instrumentales, aunque ha terminado ejerciendo de Juan Palomo en su pequeño estudio doméstico de Galapagar: casi todo lo que escuchamos en El no va más proviene de sus dedos o cuerdas vocales, salvo las baterías y percusiones, que delegó en el experimentado Gonzalo Maestre (Marlango, Jacobo Serra, Fon Román…). Las bandas son más divertidas, sí, “pero siempre tienen algo de matrimonio mal avenido”, asume con resignación.

Su rasgo más distintivo –y en eso se nota que no tratamos con un creador milenial– lo acabamos encontrando en los textos, muy lejos de esa liviandad del pop interesado en amoríos y placeres cotidianos. La filosofía y hasta la metafísica se filtran por los poros de este cancionero, rico en alusiones al paso del tiempo, la fugacidad, la finitud. “No llega a ser una obsesión, pero sí un asunto que me importa. ¿Te has fijado que en las canciones de Bon Jovi, aunque no me interesan demasiado, siempre terminan hablando de rosas? Pues en las mías, el tema recurrente es la muerte…”.

Serán cosas de la edad, es inevitable. Del Barrio asume que los cuarenta y tantos le han hecho “más sereno y sabio”, además de razonablemente pesimista. “Me distancio más de las cosas o, por lo menos, evito que me hierva la sangre a cada rato, como cuando era veinteañero”, se sonríe. Ha aprendido a lidiar con los reveses de la vida, los contratiempos, la enfermedad traicionera. Le tiembla la voz cuando en la conversación aflora la lucha a brazo partido de una persona muy allegada contra un cáncer “de los puñeteros”. De pronto se detiene, fija la mirada y formula un leit motiv categórico: “Vivir mola, a pesar de todo. Mola mucho”.

Entre Nietzsche y Donald Trump

¿Cómo nace una canción? En el caso de las de Hache Milton, a partir de inspiraciones tan heterogéneas como inesperadas. Volver, por ejemplo, esboza la teoría filosófica de Nietzsche sobre la llegada del superhombre a partir del propio conocimiento. Y El no va más, que abre el álbum y ha acabado dándole título, refleja el estupor de su firmante “sobre el mundo en el que vivimos, los sainetes políticos y los trumps y ayusos de la vida”. Durante lo más crudo de la pandemia, escuchaba en el telediario al entonces presidente de Estados Unidos y no lograba explicarse “cómo un personaje tan abyecto y terrorífico había llegado tan lejos”. Por eso eligió la acepción peyorativa de la frase hecha. “Si quisiera hablar del no va más, para bien, ¡me referiría a la discografía de los Beatles!”, exclama, divertido.

Ahora prepara la llegada a los escenarios de sus nuevas y viejas composiciones, primero en formato de dúo (junto al guitarrista Luis Palop “Tersites”) y más adelante en trío o cuarteto. Pero siempre seguirá habiendo generosos huecos en la agenda de Hache Milton para “continuar devorando casi cualquier tipo de música”. Incluso el rap, una debilidad incipiente de Jara, su hija. “Tiene seis añitos, pero mucho talento. Un día se puso a parlotear en torno a la frase ‘La Navata, el cole que me mata’ y terminamos grabando un rap entre los dos. A los profesores les ha divertido tanto que lo han acabado convirtiendo en una especie de himno oficioso de la escuela…”.

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