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Oda a los pequeños santuarios del directo

El fotógrafo musical Jaime Massieu publica un libro que rinde homenaje a las escenas musicales de Madrid a través de sus salas de conciertos

Chick Corea y Jorge Pardo dan palmas en Casa Patas.
Chick Corea y Jorge Pardo dan palmas en Casa Patas.Jaime Massieu
Fernando Navarro

Decía Susan Sontag que “recordar es, cada vez más, no tanto recordar una historia sino ser capaz de recordar una imagen”. Sontag, intelectual estadounidense de mente brillante y polémica, hacía esta afirmación a finales del siglo pasado cuando la televisión ya dominaba la vida moderna, pero también las fotografías a través de los grandes periódicos de masas. Su apreciación se mantiene vigente en nuestros días, en los que las imágenes han adquirido aun más poder, ya no solo por su uso constante en todos los medios informativos, sino también en las redes sociales. La imagen es un credo incluso en la vida íntima de las personas.

Recordar es recordar una imagen. Y una imagen puede incluso ayudar a recordar una música. Eso se desprende del libro recientemente editado, La música que he visto (Trama Editorial). Su autor es Jaime Massieu, un fotógrafo de 30 años que lleva, más o menos, ocho años dedicado a la fotografía musical de una forma profesional y “los últimos seis a full”. A través de un recorrido histórico y un compendio de entrevistas, su fotolibro de más de 200 páginas es un homenaje a la escena de salas de Madrid, en especial a las que han dedicado su programación a las llamadas músicas negras, como jazz, soul o blues. “Nunca he sido un apasionado de la música. Pero, al acercarme a estos géneros, me aficioné a ellos”, reconoce el autor. “Creo que, en mi caso, el proceso ha sido que primero los he entendido y, luego, me han gustado. Eso me ha permitido disfrutarlos mucho desde entonces porque se hace mucho más atractivo escuchar un estilo musical cuando lo comprendes”.

Como su aterrizaje de fan en la música negra, Jaime empezó dedicándose a la fotografía de casualidad. Fue con 18 años, un domingo cualquiera en un jam en Madrid. “Empecé haciendo las fotos como hobby. Fui a un garito y pedí permiso. Lo hice más veces y, al final, se ha terminado convirtiendo en mi fuente de ingresos”, explica. Estudiante del colegio Base de La Moraleja, este fotógrafo madrileño, que ganó el Sony World Photo, iba para informático -su verdadera pasión-, pero fue su tutora de segundo de bachillerato quien le dio uno de los consejos de su vida: “Me dijo: ‘No por ser listo tienes que hacer cosas de listo’”. Una máxima que se aplicó y le llevó a renunciar a estudiar informática o alguna ingeniería y se metió a Comunicación Audiovisual. “Pensé que así podría también alargar mi adolescencia”, dice con una sonrisa. Esta decisión también le llevó a salir más de fiesta, conocer las salas musicales de la ciudad y meterse en la fotografía. Ahora, puede contar que, por todo ello, ha viajado hasta Reino Unido con el grupo madrileño de soul Sweet Vandals con los que estuvo en Manchester y los estudios de la BBC en Londres. “Me han ayudado mucho a impulsar mi carrera, pero también a entenderla”.

El fotógrafo Jaime Massieu, autor de ‘La música que he visto’ en la sala Tempo Audiophile Club, Madrid.s
El fotógrafo Jaime Massieu, autor de ‘La música que he visto’ en la sala Tempo Audiophile Club, Madrid.sDavid G. Folgueiras

La música que he visto es un documento valioso para entender el potencial que tiene Madrid como generador musical, gracias a un importante circuito de salas y clubs que, en el libro, se suceden con sus programaciones de jazz, soul, funk, flamenco, rock, salsa o sonidos del mundo. Recoge entrevistas a programadores, dueños de salas y músicos como Jorge Pardo, Javi Vacas, Jacobo Gascó, David Fernández o Tonky de la Peña, entre otros, y grandes momentos de éxtasis con fotografías en pleno directo en garitos fabulosos como el Bogui, el Tempo, La Coquette, el Junco o el Honky Tonk. Verdaderos santuarios de la música en vivo, donde, antes de la pandemia, un concierto de jazz acelerado, blues musculoso o funk vibrante era una experiencia orgánica, de sudor, griterío y comunión. “La idea principal de este libro y como fotógrafo es dar visibilidad a toda la escena subterránea de la ciudad. Esos lugares que acogen muchos conciertos semanales muy desconocidos y dan oportunidad a talento emergente”, explica Jaime, quien se lamenta de que, si bien “Madrid tiene “una oferta de salas de la hostia”, hay “un desconocimiento general” del público sobre la misma. “Muchas veces falta comunicación para que la gente sepa quién toca cada semana y adónde se puede ir a ver artistazos no publicitados”.

Si como decía Sontag las fotografías siguen ayudando a revisar nuestro sentido del pasado, también deberían valer para valorar nuestro presente. Al revisar el libro de Jaime, salta rápidamente la sensación agridulce de un presente condicionado aún por la pandemia, con salas míticas que han desaparecido, como Casa Patas, y todas las demás que están en apuros históricos, buena parte en la cuerda floja. “A la industria le queda mucho por profesionalizarse. Hay que afrontar estos retos de una manera más unida. Si aparece una asociación como MUTE (Movilización Unida de Trabajadores del Espectáculos), no debería solo surgir para las dificultades de la pandemia. Debería ser una organización con continuidad. Y no la única. Se necesita más representación para atender todas las necesidades este tejido cultural”.

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Sobre la firma

Fernando Navarro
Redactor cultural, especializado en música. Pertenece a El País Semanal y es autor de La Ruta Norteamericana. Ejerce de crítico musical en Cadena Ser. Pasó por Efe, Abc, Ruta 66, Efe Eme y Rolling Stone. Ha escrito los libros Acordes Rotos, Martha, Maneras de vivir y Todo lo que importa sucede en las canciones. Es de Madrid.

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