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Estos son los admiradores de Satán en Madrid

La asociación Satanistas de España apuesta por la libertad religiosa, la libertad de expresión y el espíritu crítico

Sergio C. Fanjul
El monumento al Ángel Caído del parque del Retiro en Madrid, obra de Ricardo Bellver fechada en 1877
El monumento al Ángel Caído del parque del Retiro en Madrid, obra de Ricardo Bellver fechada en 1877Alberto Manuel Urosa Toledano

Aunque dentro de la mitología cristiana Satán es el máximo representante del mal, también hay otras formas de verlo. Por ejemplo, el pensador anarquista Mijail Bakunin señaló otra vertiente de esa figura: Satán da de comer a Eva la manzana del Árbol de la Ciencia para otorgarle a la especie humana criterio propio, para permitirle diferenciar entre el bien y el mal, y liberarla de la tutela de Dios. Emancipa al ser humano, le libra de la ignorancia, funda, de alguna manera, la Humanidad.

Este Satán librepensante e iluminador es más del gusto de los movimientos satanistas modernos. Estos luciferinos ni se comen a bebés, ni se embadurnan de sangre, ni tienen cuernos ni cola; suelen ser personas ilustradas, con intereses artísticos e intelectuales, y aparentemente amables y simpáticas: se ríen como cualquier otro ciudadano. “Al contrario de lo que mucha gente pueda pensar, el satanismo no consiste en una adoración a Satán o en un cristianismo a la inversa”, explica Miguel Pastor, presidente de la asociación Satanistas de España. Ni siquiera tienen por qué creer en la existencia física de Satán, algunos lo toman como un símbolo de rebeldía, espíritu crítico y libertad, otros como una energía interna, una parte de la psique. “Buscamos la divinización del individuo, entendiendo esto de manera similar a como Nietzsche entiende la idea de superhombre: la versión más liberada, potente y capaz de uno mismo”, añade Pastor, que es investigador y doctorando en Ciencias de las Religiones en la Universidad Complutense de Madrid (UCM): su tesis trata sobre satanismo.

Esta corriente ha llegado a un público más amplio a través de la película Hail Satan?, en Netflix, que cuenta la peripecia del potente Templo Satánico estadounidense y su lucha en el espacio público por mantener la laicidad del Estado, el respeto a todas las creencias y minorías, la sacralidad de la libertad individual. “Era necesario que una organización satánica por fin hiciera algo pragmático, a nivel social, y no se quedara encerrada en sí misma”, dice Pastor, en referencia a sus colegas luciferinos del otro lado del charco. Otras organizaciones satánicas (como la pionera Iglesia de Satán fundada por Anton LaVey) o esotéricas se centran en el crecimiento individual sin preocuparse demasiado por las causas sociales.

Minerva García y Miguel Pastor, al frente de la asociación Satanistas de España, posan ante la estatua del Ángel Caído del Retiro.
Minerva García y Miguel Pastor, al frente de la asociación Satanistas de España, posan ante la estatua del Ángel Caído del Retiro.José Luis Lorenzo Armenteros

En Satanistas de España ya son unos 115 miembros con ganas de crecer y de tomar posiciones en el debate social. Algunos estereotipos sí se cumplen: a muchos de ellos les gusta vestir de negro, el género de la comedia-terror y llegan a estas corrientes por medio de subculturas musicales como la gótica o la del black metal. Para otros el interés es meramente filosófico. “Somos pocos, pero somos un grupo muy heterogéneo”, explica Luis Henríquez, satanista, profesor de universidad y padre de familia numerosa residente en Gran Canaria, un inopinado lugar para seguidores de Lucifer. Uno de sus fines es inscribirse en el Registro de Entidades Religiosas. “Eso sí, en nuestra religión se respeta la libertad y no hay ningún rito obligatorio: no hace falta caminar por brasas ardientes para formar parte, ni matar cabras”, señala Henríquez. Por cierto, muchos de sus miembros son vegetarianos. Tal vez algún día podrá marcarse una casilla en la declaración de la renta para contribuir con tus impuestos a lo luciferino.

Uno de sus episodios más sonados fue en 2019 cuando en la Complutense se organizó La experiencia siniestra, un seminario sobre satanismo que acabó generando gran escándalo en grupos católicos, conservadores y hasta estudiantes falangistas que les fueron a gritar aquello de “Viva Cristo Rey” y “Fuera masones de la universidad”. Les acusaron de promover la pedofilia y la violación: creían que en la universidad se iban a abrir las puertas del infierno. “Por la mañana nos convocaron un rosario de desagravio, y llegaron a echarnos sal a las puertas del congreso, por la noche tuvimos una performance en un bar de Malasaña y se presentaron con espráis de agua bendita, rezando oraciones a San Miguel y San Benito”, rememora Pastor. A partir de ese escándalo, no muy diferente a los que se relatan en el documental Hail Satan?, muchas personas en toda España conocieron el movimiento que logró cierto crecimiento.

Minerva García, artista de burlesque, empezó leyendo los poemas de Charles Baudelaire o de John Milton y acabó siendo vicepresidenta de los satanistas. ¿Utilizar la figura de Satán no puede traer más problemas que ventajas a la hora de difundir sus ideas? “En realidad ya me habían demonizado por mi condición de mujer, de bisexual, de artista que se desnuda, así que siempre he estado acostumbrada a que me miren raro”, explica, “utilizar la figura de Satán en realidad me ha empoderado bastante y no me ha supuesto ningún drama”. No están dispuestos a cambiar el nombre a su movimiento solo porque algunas personas puedan hacerse ideas equivocadas de él, solo para evitar los malentendidos. Seguirán luchando contra los estigmas y los falsos estereotipos: “En realidad somos herederos del Romanticismo”, concluye Pastor.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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