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El hiperrealismo de un tatuador madrileño triunfa en pandemia gracias a Instagram

Adrián Sánchez, de 29 años, tiene listas de espera de un año en su estudio de Getafe

Adrián Sánchez, tatuador profesional de Getafe (Madrid) y pintor de cuadros hiperrealistas que vende en el mercado estadounidense a través de Instagram.
Adrián Sánchez, tatuador profesional de Getafe (Madrid) y pintor de cuadros hiperrealistas que vende en el mercado estadounidense a través de Instagram.KIKE PARA
Idoia Ugarte

El estudio del tatuaje de Adrián Sánchez, abierto en Getafe poco antes de la pandemia, ya tiene lista de espera hasta 2022. Su oficina es Instagram, con 67.000 seguidores, en donde cuelga aquellas piezas de las que se siente más orgulloso. Durante el confinamiento decidió pintar en óleo sobre lienzo la cara del fallecido rapero estadounidense Notorious B.I.G. Tras subir su creación a la plataforma, le llegaron cientos de mensajes para comprárselo. Incluso le contactó el actor Tyrese Gibson, uno de los intérpretes de la saga de cine de acción The Fast & Furious, pero al final se lo vendió a otro cliente norteamericano. Ese hiperrealismo con el que dibuja es su especialidad, el sello por el que las personas deciden entregar una parte de su cuerpo a las expertas manos de este madrileño de 29 años. Su talento le ha llevado a cosechar premios en prácticamente todas las convenciones que aglutinan a los apasionados del arte de la tinta.

Adrián Sánchez está dibujando un viernes tarde a Venom, uno de los personajes de Marvel, sobre la espalda de un chico que se ha venido desde Barcelona a su estudio de Getafe, en la plaza de Carlos III. En cada trazo coge vaselina para que la aguja circule bien y va mezclando los colores sobre la piel. “El realismo es bastante laborioso porque tiene mucho detalle y las sesiones no bajan de seis u ocho horas, necesitas tiempo, es como copiar una fotografía”, cuenta Adrián sin levantar la vista de ese lienzo en blanco que supone para él el cuerpo humano.

Adrián Sánchez, tatuador profesional de Getafe (Madrid), con un cliente al que dibuja en la espalda a Venom, el personaje de Marvel.
Adrián Sánchez, tatuador profesional de Getafe (Madrid), con un cliente al que dibuja en la espalda a Venom, el personaje de Marvel. KIKE PARA

El 2 de enero de 2020 consiguió abrir su propio negocio, tras haber estado cuatro años en un estudio de Fuenlabrada en el que echó a rodar. “Entré sin ser conocido y este tipo de encargos me los pasaban a mí, pero después se dio la vuelta a la tortilla y era yo el que traía los clientes, con listas de espera de más de un año, así que me dije que era el momento de dar el salto”, recuerda. Pero llegó el confinamiento y se vio obligado a cerrar durante varias semanas, aunque se lo tomó de una forma positiva, como un momento en el que poder expresarse. “Pinté el cuadro de Notorious B.I.G., que se viralizó. Su página oficial de Instagram me pidió un directo y con eso tuvo incluso más repercusión. Tardé 110 horas en terminarlo”, afirma.

En un principio no quería venderlo, pero necesitaba recuperar el desembolso de la inversión inicial. Le contactó un coleccionista de arte en Texas, Estados Unidos, y le dio 4.500 euros. Después le encargó un segundo trabajo, la imagen del rapero Tupac, también fallecido en los años 90. “Entre medias me apetecía pintar un tigre y cuando lo subí a Instagram me escribió la misma persona porque su amigo lo quería. Estos cuadros son muy sacrificados, te levantas después de haber pintado ocho horas el día anterior y solo has hecho la parte inferior del labio izquierdo, avanzas muy poco”, señala sobre el proceso creativo. También ha inmortalizado a otro héroe de culto, el actor Danny Trejo, visto en el universo cinematográfico de Robert Rodriguez y Quentin Tarantino.

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Su pasión se remonta a las clases al óleo, en donde dibujaba paisajes y bodegones, con tan solo ocho años. “Yo a quien quiere empezar le digo que hay que formarse, estudiar anatomía, que son la base luego de cuando vas a tatuar”, señala. Y es que estudió el bachiller artístico, un ciclo superior de ilustración y pasó por ESDIP, la escuela internacional de arte de Madrid. En su barrio de Alameda de Osuna era siempre el que pintaba, el que hacía grafitis, y la gente le pedía diseños para tatuárselos. “Nunca se parecía a lo que les había hecho y empecé a pensar que quizás debería hacerlos yo. Un amigo tenía una máquina y le dije que me enseñara, pero no pensaba que me iba a ganar la vida con esto”, comenta Adrián.

Antes de tatuar a una persona, ensayó dos veces sobre un trozo de piel de cerdo que le pidió a un carnicero, y asegura que le resultó muy complicado conseguir el material para empezar a tatuar. De hecho, llamó a un estudio conocido de Madrid para comprarse un kit de iniciación y le dijeron que se olvidara del tema, que ya eran bastantes en el sector para aceptar a novatos. Con una máquina de segunda mano que adquirió fue practicando. Se gastó también 3.000 euros en tatuarse su propio cuerpo solo para aprender cómo se los hacían.

Uno de los momentos más importantes de su trayectoria es la convención a la que acudió en Nueva York. Tatuó la pierna entera de su amigo durante tres días en el Hotel Hilton, al lado de la Quinta Avenida. Unos 200 tatuadores ponían a prueba su destreza y todos los ídolos de Adrián se encontraban ahí reunidos. Cuenta que a ellos les colocaron en un rincón porque no eran conocidos. El jurado les dio el premio a la mejor creación. “Cuando dijeron en alto el nombre de mi amigo, nos abrazamos y lloramos. Fue el mejor día de mi vida”.

Adrián Sánchez confiesa que una vez termina sus lienzos no quiere mirarlos, que les coge manía porque ve errores: “Eloy Morales es un pintor al que admiro mucho y dijo que todavía no había hecho el cuadro del que se sienta orgulloso 100%. Yo a Notorious y Tupac les hubiese metido 80 horas más, pero llega un momento en el que tienes que cortar”.

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