Los antidisturbios escoltan a la nueva directora del colegio Blas de Lezo ante el estupor de las familias
Los padres se encuentran a la policía cuando llevan a sus hijos a clase y mantienen un diálogo en la puerta con la nueva directiva que les pide paciencia
Amanece en Las Tablas con antidisturbios en la puerta del colegio. La imagen lo dice todo. Padres de niños de entre 3 y 10 años llevan a sus hijos a clase en el Blas de Lezo y se encuentran al menos a 10 agentes de la policía, tanto nacional como local, y dos furgones aparcados por si la semana escolar comienza tensa. Nadie se cree que lo ve, pero es verdad. Es el primer día de la nueva directora del centro, Elena Vargas, elegida la semana pasada por la Comunidad de Madrid tras la dimisión de su antecesora, Ana Van Osterzee. Los representantes de las familias lo consideran un “dedazo” más de la Administración, que no ha escuchado al Consejo Escolar y “se ha cargado” el germen principal de un colegio bilingüe de Infantil y Primaria que nació con una fuerte sensación de pertenencia de su comunidad educativa. La guerra abierta lleva dos años. Los padres no han parado de protestar desde que un tribunal, con personal elegido en su mayoría por la Administración, suspendió la candidatura del primer director, Javier Montellano, alguien alejado “de la cuerda” del Gobierno regional. Así que ante el nuevo enfrentamiento, el Ejecutivo ha pedido a las autoridades que escolten el centro durante este día. Por lo que pueda pasar.
- Solo pido que me deis una oportunidad, les ha dicho Vargas a los padres en la misma puerta, una vez todos los niños estaban en sus respectivas aulas.
- El problema no son las familias, el problema está dentro, le ha respondido Manuel Hernando, miembro del Consejo Escolar en representación de las familias.
Ha sido una discusión educada, con los agentes de policía vigilando la batalla dialéctica. Ella ha pedido paciencia a las familias y ellos le han instado a que mantenga el mismo proyecto educativo que instauró Montellano, el primer director del centro, que llegó a las aulas a la vez que se abrieron aquellas puertas por primera vez, en 2015. Ni Vargas ni Van Osterzee, su antecesora, que dimitió la semana pasada por “problemas personales” tras dos años en el puesto, han presentado un proyecto educativo, por lo que sigue vigente el del primer director, el hombre por el que suspiran tanto tiempo después los padres.
Lo que hay detrás de esta guerra abierta entre familias, directora y la propia Comunidad de Madrid da para escribir un libro. Y todos creen tener razón.
El centro público nació hace seis años con la construcción de la primera fase. Centro bilingüe en Las Tablas, al norte de Madrid, un barrio nuevo donde se han instalado un gran número de familias jóvenes con estudios universitarios y un nivel socio cultural medio- alto, donde suelen trabajar ambos progenitores. Con carácter general, son familias muy involucradas con la formación de sus hijos y colaboran con el centro estrechamente. Presentan unas altas expectativas sobre la educación de sus hijos. Esa misma descripción aparece en la página web del colegio, que ha hecho de su comunidad una seña de identidad.
Estos padres tan comprometidos son los que apoyaron y se mostraron felices con el origen del centro. Entonces Montellano instauró una forma de educar a sus hijos basada en los proyectos. Al principio de curso se planteaban varias temáticas en cada curso, se presentaban, se debatían, se votaban y una vez salía la propuesta ganadora los profesores de cada asignatura la utilizaban esa temática como hilo conductor. Daba igual que fuera matemáticas, ciencias o lengua castellana. Era una manera de aprender los conceptos de un tema concreto, como el cambio climático, en los dos idiomas.
Con la salida de Montellano y la elección de Van Osterzee llegó la guerra. Los padres, a través del Ampa y el Consejo Escolar, manifiestan que consideran que la directora se había “cargado el proyecto original” y ella llegó a poner hasta seis denuncias por acoso. La gota que colmó el vaso llegó el pasado diciembre, cuando la Administración abrió el proceso de elección de directores en varios centros, pero no sacó a concurso la vacante del Blas de Lezo, a pesar de que la directora estaba en el cargo en comisión de servicios.
Los padres, ahora, creen que la Administración lo tenía todo calculado. Ellos presentaron un recurso de alzada basado en una sentencia de 2019 que explica que los puestos en comisión de servicios deben salir a concurso en cuanto finalice la urgencia que los provocaron. Poco después Van Osterzee dimitió. Piensan, sin embargo, que ya estaba previsto el cambio de una directora por otra porque Vargas, que dirigía el Rosalía de Castro, en Coslada, ha argumentado que quería el traslado al Blas de Lezo porque le interesaba estar en un centro bilingüe que estuviera cerca de su domicilio. Sin embargo, con la apertura de plazas en diferentes centros en diciembre, no aplicó a ningún otro centro aunque había plazas abiertas en al menos dos de ellos (Virgen del Cortijo y Gabriela Mistral) que también eran bilingües y estaban en la misma zona que el de Las Tablas.
“Ha sido todo un paripé”, explica Hernando. Y lo de este lunes, con la policía en el centro, “completamente desproporcionado”. El teléfono del colegio no ha parado de comunicar durante toda la mañana. O han recibido muchas consultas o estaba descolgado. Y otros muchos padres, que no se sienten representados por el Ampa, muestran su apoyo a las directoras y se sienten ya “indignados” por lo que consideran una pelea de una minoría bien organizada.
La nueva directora, eso sí, ha tratado de calmar los ánimos y salido a hablar con los padres, que han llevado a sus hijos a clase entre las 8.50 y las 9.10 de la mañana. Lo ha hecho escoltada por dos personas de su nuevo equipo. “Al menos ha dado la cara”, admite el miembro del Consejo Escolar. “Ahora esperamos que nos convoque, porque es lo que dice la normativa”, continúa. En el otro bando, los profesores y un grupo de padres sin representación cansados de tantas pintadas y malestar generalizado defienden a la directora dimitida y a la recién nombrada y creen que los padres más beligerantes quieren hacer del colegio su propio chiringuito.
Las acusaciones se cruzan. La carrera de fondo, con la posibilidad en el horizonte de ir a los tribunales, no ha hecho más que empezar.
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