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Adiós, paciente crónico

La atención primaria vive colapsada, sin los 600 profesionales prometidos: “Es inhumano”

Juan Diego Quesada
Pedro Antonio Guardeño, en silla de ruedas, entra en el centro de salud de Espronceda, en Chamberí, este viernes.
Pedro Antonio Guardeño, en silla de ruedas, entra en el centro de salud de Espronceda, en Chamberí, este viernes.Andrea Comas

Don Pedro Antonio Guardeño va en silla de ruedas. Un cuidador repeinado tira de ella. Hace cola en el centro de Salud de Espronceda, en el barrio de Chamberí, donde le curan una úlcera tres veces en semana. Hace 14 años le trasplantaron un riñón y hace un tiempo se operó del sistema urinario. Una odontóloga y una fisioterapeuta atienden a los pacientes en la puerta, nada que ver con sus especialidades. “Mi vida transcurría entre el hospital y venir aquí”, explica sobre su anterior rutina, que saltó por los aires con la pandemia, como la de muchos ancianos. Un aspecto fundamental en el último tramo de sus vidas se ha vaciado. La atención primaria, la más básica, la más cercana, la que conecta directamente con los médicos rurales, no puede atenderlos como se merecen.

La médica Teresa García, de 54 años, entra a las 14.00 en el ambulatorio de Collado Villalba. Pasa la siguiente hora buscando un ordenador libre y un espacio donde atender a sus pacientes. Mira la agenda y ya tiene 40 citados. A esos hay que sumar a los que llame por teléfono y al entender sus síntomas los haga venir. Acabarán siendo 60 ó 70. Se acabaron las reuniones con compañeros para preparar las consultas. Se ha duplicado el trabajo. “Es inhumano”, sostiene.

Cuando Madrid se preparaba para pasar a la fase 1, prometió a Sanidad 600 profesionales de atención primaria. Lo recogió el informe que autorizó a Madrid a entrar en el primer nivel de la desescalada: “La Consejería de Sanidad aporta detalles sobre el incremento previsto en la dotación de recursos humanos a todos los niveles, con más de 10.100 efectivos, incluyendo 600 para atención primaria”. Era el 22 de mayo. Dos semanas después, el documento que daba paso a la fase 2 incluía un compromiso de aún más especialistas. Cuatro meses y cuatro días después, no se ha cumplido. Lo dicen sus datos oficiales. El portal estadístico de personal de Servicio Madrileño de Salud recoge que de febrero a septiembre la plantilla de médicos de familia en atención primaria creció en 46 profesionales, (4.057 a 4.103); en pediatría, ha decrecido en 17 especialistas; y la de enfermería, para la que la comunidad no desglosa entre primaria, hospitalaria y Summa desde mayo [en aquel momento había 3.608 de estas profesionales en primaria, según cifras oficiales], es la única que ha aumentado. Pasó a tener 3.353 enfermeras más, pero no se sabe cuántas fueron a centros de salud.

La carga socava la vocación. “Es la especialidad más bonita. Practicas la medicina y haces un seguimiento de tu comunidad. Soy idealista pero en la práctica no se cumple. Mucha gente renuncia y hace otras especialidades”, sigue García.

El nivel de estrés, pese a la situación grave de esta segunda ola, ha decrecido unos puntos, desde que no hace falta que acudan al centro los contactos de infectados y los PCR y los antígenos ya no se hacen siempre allí. Eso sí, han aumentado las visitas por la vacuna de la gripe. “Claro que hay que combatir el covid pero hay que recuperar la atención primaria. Hay que recuperar la atención primaria, ver pacientes crónicos, el hipertenso, el diabético, el asmático, el mayor, el niño prematuro, el paciente que tiene una consulta y que tiene que poder venir y no le tiene que costar hacer cita con nosotros”, añade la médica Concha Herránz.

Muchos de esos pacientes clásicos tienen miedo. Creen que los centros son un lugar de contagio, y quizá no les falte razón. Teresa García recuerda que una mujer mayor, con muchos problemas de salud, le dijo que le costaba respirar, pero que ni de broma iba al ambulatorio. Así que ella le propuso que fuera en el coche con su hija, donde ella se metería a atenderle. Medicauto. Cada cinco semanas va a casa de un señor que asoma una mano por la puerta para que le pinche el dedo. No le ve la cara hace tiempo. El paciente de atención primaria, ahora mismo, es casi invisible.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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