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La mayor mudanza de mejillones de río en España: 14.000 moluscos son trasladados entre zancadillas políticas

Dos proyectos públicos en la ciudad de Lugo reubican bivalvos protegidos en tramos del Miño para restaurar un azud y crear una zona de baño con reticencias ecologistas y críticas del PP

Buzos de la empresa Biosfera, durante el traslado de náyades en el Miño, en una imagen facilitada por la CHMS.
Buzos de la empresa Biosfera, durante el traslado de náyades en el Miño, en una imagen facilitada por la CHMS.

Fue, posiblemente, la Operación Salida más sonada que recuerda la ciudad de Lugo en décadas de historia. Miles de mejillones del Miño viajando río abajo durante todo el mes de agosto, identificados con un dorsal pegado a su concha negra con Loctite, para ser vigilados a partir de ese momento durante todo un lustro. Uno a uno, de la mano de un equipo de buzos de la empresa Biosfera que los fueron sacando a la superficie, midiendo, marcando, y llevando a su nueva ubicación. Es, de momento, según los técnicos de esta contrata asturiana y el propio presidente de la Confederación Hidrográfica Miño-Sil (CHMS), José Antonio Quiroga, una mudanza de mejillones de río “pionera” en España. La mayor, en la parte que le toca al organismo de cuenca (13.895 bivalvos), y también la más cara, si se tiene en cuenta la inversión asumida desde hace varios años tanto por este como, sobre todo, por el Ayuntamiento de Lugo, que tuvo que asumir el traslado de 172 ejemplares para crear un acceso para bañistas cuando ya se acababa el calor del verano. Fueron dos obras distintas, a cargo de dos administraciones diferentes y en dos puntos distintos, que sin embargo coincidieron en el tiempo.

El principio de la aventura emprendida por unos 14.000 mejillones de río, o náyades, ese nombre de ninfa clásica de río con el que se los conoce, podría situarse en una fecha concreta: el 9 de marzo e 2016, cuando el Ministerio de Agricultura acordó declarar extinguido, por caducidad, el derecho exclusivo de aprovechamiento de aguas del río Miño de un molino harinero llamado Olga que durante la dictadura, en 1958, había sido concedido, también por orden ministerial, a los hermanos Blanca y Ramón Neira. Ahí empezó el tortuoso viaje burocrático de esos seres acuáticos de los que no se sabía nada, ni cuántos eran ni a qué especies pertenecían ni cuán trascendentales resultaban ser para el filtrado del agua y la salud del gran río gallego. Después de años de papeleo y recelos administrativos, tiras y aflojas entre gobiernos populares y socialistas, durante todo el mes de agosto y principios de septiembre se culminó la mudanza de los ejemplares de Unio delphinus y Potomida littoralis.

Mejillones de río recolectados por los buzos en el Miño.
Mejillones de río recolectados por los buzos en el Miño.CHMS

Son estas dos especies vulnerables y protegidas pero no en peligro de extinción en Galicia, como sí lo es la náyade Margaritifera margaritifera, de la que en este tramo del río a su paso por la ciudad de Lugo no se detectó, según los biólogos, ningún ejemplar. El trasplante, uno a uno y de forma manual con científicos y buzos, después de ser medidos con calibre y etiquetados, de los miles de bivalvos era una de las condiciones ambientales puestas por la Xunta de Galicia, gobernada por el PP, a la Confederación Hidrográfica del Miño-Sil, dependiente del Ejecutivo central, y al Ayuntamiento de Lugo, también en manos del PSOE.

El objetivo del organismo dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica es restaurar hasta octubre y habilitar un paso para peces en el azud del viejo molino junto al barrio da Ponte que retornó a sus manos hace ocho años y se encuentra en Red Natura. El plan del Consistorio, por su parte, era poner “una pica en Flandes”, como defendió la alcaldesa Paula Alvarellos: colocar una rampa de acceso al río en la zona de A Tolda, poner al menos un pie en el agua, como medida provisional, y ya cuando estaba a punto de terminar la temporada de baño, después de años intentando llevar a cabo un proyecto de playa fluvial. En ambos casos, las autorizaciones dependían de la Xunta, y hasta agosto los mejillones no emprendieron su éxodo forzado.

Azud que rehabilitará la CHMS hasta primeros de octubre.
Azud que rehabilitará la CHMS hasta primeros de octubre.CHMS

“Llevamos mucho tiempo luchando, en años anteriores tuvimos que desistir porque los permisos no llegaban, se entorpecía, porque lo que está claro es que todas las disposiciones medioambientales se usaron como un arma política”, declaró este mes la regidora de Lugo en referencia a la Xunta, una vez culminada, el día 3, la que acabó bautizándose con sorna en la ciudad como Operación Mejillón y la instalación de la rampa. Esta plataforma de madera ya hubo que levantarla, de nuevo, el día 15, fecha tope del permiso anual (en una concesión para 20 años) dado por la CHMS al consistorio de su mismo color. Mientras tanto, la líder de la oposición en el Ayuntamiento, Elena Candia, calificaba de “baño palomérico” el chapuzón inaugural de la rampa protagonizado por un edil socialista, un triatleta y un asesor del Gobierno local.

Personal de Biosfera junto al Miño en Lugo.
Personal de Biosfera junto al Miño en Lugo.CHMS

El traslado de los bivalvos por parte de la Confederación ha costado unos 250.000 euros de los 697.000 del presupuesto para la zona del molino. Pero la marejada política se produjo, entre agosto y septiembre, en el Consistorio, donde la oposición del PP, el mismo partido con mando en el Gobierno autónomo que ordenó la mudanza, clamó al cielo por el coste del traslado y la instalación de una simple rampa de madera en los estertores de la temporada de baño. Según publicó el diario lucense El Progreso, “rastrear y mover cada mejillón” supuso a las arcas municipales “más de 200 euros” por molusco. La cifra sale de sumar los dos contratos municipales con Biosfera (16.940 euros en 2023 y 14.930 euros este verano, más IVA), pero el medio recuerda que en años anteriores hubo otras empresas contratadas para estudiar caudales y especies protegidas, en medio del largo pulso con las autoridades medioambientales para hacer realidad una playa fluvial. Elena Candia, líder del PP en la provincia y vicepresidenta primera en el Parlamento gallego, opina que es un “insulto a la inteligencia de los lucenses”.

Mejillones en el nuevo proyecto de celulosa

En relación a la obra de la playa fluvial, grupos ecologistas como la Sociedade Galega de Historia Natural (SGHN) mostraron su oposición y encontraron el año pasado respaldo en la Unesco. Serafín González, presidente de la SGHN, explica que su colectivo sigue estando hoy “en contra de esa llamada gestión de especies amenazadas para proyectos claramente prescindibles”. “Lo denunciamos a los responsables del programa Home y Biosfera de la Unesco por afectar a la zona núcleo de una Reserva de la Biosfera y la respuesta fue un informe muy desfavorable”, recuerda. La SGHN alertaba en su denuncia que la Reserva Terras do Miño era el hábitat de tres tipos de mejillón de río (Margaritifera margaritifera, Unio delphinus, Potomida littoralis), de plantas acuáticas como Luronium natans y Nymphoides peltata, y del pez espinoso Gasterosteus aculeatus.

El informe de la Unesco, recibido en octubre de 2023, secundaba los argumentos de los ecologistas y concluía que “la transformación de un corredor fluvial que mantiene una importante naturalidad y diversidad en un área baño destinada a dar servicio a una población urbana difícilmente puede ser considerada una actividad positiva o compatible con los objetivos de conservación de una zona núcleo”. Por el contrario, reprochaba el documento sobre la habilitación de la playa fluvial que anhelaba entonces el Ayuntamiento, “constituye una acción destructiva”. “Resulta igualmente censurable la formulación de traslocar las poblaciones naturales de bivalvos acuáticos”, zanjaba sobre la mudanza de náyades el Comité Español de la Unesco, y rechazaba “apostar por un uso irracional e insostenible de los recursos naturales”.

Serafín González llama la atención, además, sobre el diferente celo que aplica la Xunta de Galicia dependiendo del río que se trate: “Mientras juegan a cambiar de sitio esos mejillones de Lugo [tarea que habrá que repetir anualmente, cada vez que el consistorio instale la rampa] están tramitando lo de Altri, que afectaría a los del río Ulla”. El científico y representante de la SGHN se refiere a la polémica tramitación del proyecto de la mayor fábrica de celulosa soluble de Europa, que pretende instalarse en el municipio lucense de Palas de Rei. También el año pasado los ecologistas clamaron contra la obra de la Confederación Hidrográfica, porque suponían que afectaría a una importante población de Margaritifera margaritifera, la náyade en peligro de extinción. Calificaron la operación de “atentado a la biodiversidad” y pidieron la convocatoria urgente de una sesión extraordinaria del Observatorio Galego da Biodiversidade, que no había sido reunido para tratar esta la “polémica autorización” de la traslocación de estos mejillones. Pero resultó, para fortuna del proyecto del Gobierno central, que la margaritifera no apareció en ese punto, sino algo más arriba y algo más abajo en el curso del Miño.

Los centinelas de la salud del río

Mientras que los pocos mejillones trasladados por el Ayuntamiento se recolocaron río arriba, los movidos por la CHMS lo hicieron río abajo. Tal y como explicó este organismo, buzos con visores subacuáticos y sin sistemas de botella para respirar fueron los encargados de localizar las náyades en las zonas afectadas por las obras en la Aceña de Olga, con un azud de 180 metros de largo, construido de forma oblicua al cauce del Miño y derruido en varias partes. Después de ser recolectados manualmente, los mejillones se mantuvieron en recipientes isotermos cubiertos por agua hasta su traslado, en lotes separados de 500 ejemplares de Potomida littoralis y 250 de Unio delphinus, menos abundante en la zona. Aguas abajo se escogieron “12 tramos idóneos”, según explica el organismo público, para depositar los bivalvos. Estas dos especies vulnerables, indica Alberto de Anta, comisario adjunto de la CHMS y director de las actuales obras en Aceña de Olga, “filtran el agua y van retirando o asimilando ciertos contaminantes que puede haber y que tienen una función muy importante para el ecosistema”. Como filtradores que son, los mejillones, sean marinos o fluviales, son considerados entre los mejores centinelas de la salud del agua.
“La importante presencia de náyades es un indicador clarísimo de la gran calidad ecológica del Miño a su paso por Lugo”, destacó en declaraciones a pie de río, al culminar la aventura mejillonera, José Antonio Quiroga, que recordó su papel en la oxigenación y filtrado y aseguró que las dos especies trasladadas tienen en la cuenca del río gallego una de las mejores poblaciones del sur de Europa. “Estamos muy satisfechos, esta ejecución de recuperación y protección patrimonial en la ciudad de Lugo, muy unida a la protección medioambiental, transcurre según lo programado”, dijo también el presidente de la CHMS. En la misma comparecencia junto al agua, Ángel Fernández González, director técnico de la empresa, explicó que habían hecho falta una docena de biólogos durante 25 días para “trasladar y reimplantar los ejemplares de estas especies catalogadas como vulnerables en el sustrato del río, “algo más de 4.000 Unio delphinus y casi 10.000 Potomida littoralis”.
La Aceña de Olga está incluida, y por lo tanto protegida, por el inventario de Patrimonio de la Xunta, y el curso fluvial LIC (Lugar de Interés Comunitario) Parga-Ladra-Támoga de la Red Natura 2000 está influenciado por la existencia del histórico azud. En el tramo se practica piragüismo, y cuando se rehabilite el molino el plan es convertirlo en centro de interpretación para la Universidad de Santiago. 


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