La Audiencia de Ourense ordena repetir el juicio por agresión sexual contra el futbolista Álvaro Ratón
El tribunal provincial reprocha a la jueza su “valoración subjetiva” a favor del portero del Zaragoza y ordena cambiar de magistrado. La supuesta víctima lleva años sufriendo insultos en la calle y se ha recluido en casa
“Puta vieja loca”. Esto es lo que llega a escuchar P. al salir a la calle en su pueblo de Ourense. Es O Carballiño, la localidad natal del futbolista Álvaro Ratón, portero del Real Zaragoza, que fue juzgado y absuelto —en sucesivas sentencias de 2021 y 2022 dictadas por la misma magistrada— de los delitos de agresión sexual y lesiones contra la vecina que lo denunció por unos supuestos hechos ocurridos en la zona de copas en verano de 2018. Por el juicio social al que ha sido sometida desde entonces en su localidad, la presunta víctima asegura que llegó a pasar dos años encerrada en su casa. Cuenta que si siguió adelante en su lucha por conseguir justicia fue por sus padres, que sufren como ella y la apoyan junto con su grupo de amigos y, ahora, su marido. Pero dice que el resto le han dado la espalda, mientras sigue viendo cómo en un bar de O Carballiño luce gloriosa la camiseta de Álvaro Ratón. El portero de 30 años, casado y padre de familia, es “apreciado” entre la afición, reconoce ella, porque jugó en el equipo local, el Arenteiro, y hoy es el máximo exponente del balompié exportado desde esta cantera. Ahora, toda esta gloria vuelve a pender de un hilo: la Audiencia Provincial de Ourense ha ordenado, en sentencia firme, repetir el proceso por el que Ratón fue absuelto. La sección segunda reprocha a la titular del Juzgado de lo Penal número 1, Blanca Díez Mediavilla, su “valoración subjetiva” y “parcial” de las pruebas y además acuerda que se encargue “un juez distinto a fin de garantizar la imparcialidad del pronunciamiento”.
El nuevo fallo, a cargo de los magistrados Antonio Piña, Ana del Carmen Blanco y Manuel Cid, concluye que Ratón tiene que volver al banquillo de los acusados porque la segunda sentencia absolutoria (que ya dictó la jueza en 2022 porque la Audiencia anuló la primera por no tener en cuenta pruebas “sustanciales”) “prescindió de la valoración conjunta e interconectada de los distintos medios probatorios”. Esto, según la instancia provincial, “ha motivado la prevalencia de criterios de valoración subjetivos sobre las máximas de la experiencia, las cuales se han aplicado sobre presupuestos inexactos o parciales, alcanzando por ello conclusiones erróneas”. La sección segunda reconoce que, tras el nuevo juicio que se celebre, quizás el resultado (la absolución) sea el mismo, no entra a valorar el desenlace, pero ha decidido poner los medios para garantizar la objetividad en un caso en el que la Fiscalía, inicialmente, pedía dos años de prisión.
Una y otra vez, a golpe de los recursos presentados por el abogado de la denunciante, José Manuel García Sobrado, la Audiencia aprecia los mismos errores en las sentencias de la jueza de lo Penal. “El razonamiento se conformó sin tener en cuenta la totalidad de la prueba”, sostiene el fallo redactado por Antonio Piña. Además del testimonio de la mujer —que lleva cinco años defendiendo que fue forzada y agredida en la noche de San Juan, durante las vacaciones del jugador, en las inmediaciones del bar Sete Flores— están las declaraciones de los forenses y los psicólogos, y las fotos previas al suceso con las que ella trata de demostrar que antes no tenía hematomas. Nadie más, aparte de los implicados, pudo presenciar los hechos denunciados, igual que ocurre en la mayoría de las agresiones sexuales. La magistrada que juzgó hasta ahora el caso no vio acreditado que el hombre agarrase y violentase a la vecina de O Carballiño; que la empujase contra una pared, un banco o una escalera, la zarandease y la llamase “zorra”; que se bajase los pantalones y la besase y le metiese la mano por dentro de la ropa interior.
Pero P. y su abogado sostienen su relato de los hechos. “Yo no soy una víctima, soy una superviviente”, resume entre sollozos la mujer en conversación con este diario. “Tenía un 2% de posibilidades”, comenta sobre el éxito del recurso que ha salido adelante, “durante el juicio que hubo, parecía que era a mí a quien se le juzgaba como delincuente”. Ella misma ha sido trabajadora judicial y cuenta que ha visto cómo llegaban “mujeres con la cara rota” y cómo luego “le daban la libertad al agresor”. “La justicia es cuestión de suerte, de quién te toque”, concluye indignada, y asegura que a consecuencia de su denuncia y de las sentencias absolutorias que vinieron luego no ha parado de recibir insultos (ella y sus padres), tanto en el pueblo como en las redes sociales. “Si este señor [dice por Ratón] no fuese futbolista, hubiera estado detenido y hubiera pasado por el calabozo”, aventura, “pero la Guardia Civil no lo arrestó”. A ella, mientras tanto, afirma que le ha dado incluso la espalda una asociación de mujeres de Ourense a la que acudió en busca de ayuda.
Durante este tiempo, “pasé un año entero en prevención de suicidios”, confiesa, y “dos encerrada en casa”. “El acoso ha sido tan terrible que he acabado dejando todas mis aficiones, incluso la fotografía: solo salía para ir a trabajar y a la psicóloga. Nunca pensé que en mi pueblo fuera a pasarme una cosa como esta”, lamenta. Muchos, simplemente, no la creen porque ella es mayor que su presunto agresor, y además él es una celebridad local. En la calle, “algunas personas me abrazan y otras me llaman puta”, dice. Asegura que intentaron atropellarla y que tras la segunda sentencia absolutoria, del pasado septiembre, le lanzaron gritos vejatorios incluso un día que llevaba a su sobrina pequeña en brazos. “Lo que más me duele”, confiesa, “es que lo hagan mujeres”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.