Las pinturas de Santalla de Bóveda no son romanas, sino del siglo VII
Técnicas de luminiscencia y carbono 14 despejan un siglo hipótesis con la datación de las tres fases constructivas de este edificio único que sí tiene un origen tardorromano
Los faisanes, los gallos, las palomas, las perdices y los gansos que sobreviven en Santalla de Bóveda (Lugo) no están ahí, con sus ocres, sus rojos y sus azules, desde tiempos de los romanos. No se pintaron en el siglo IV, sino bastante después: durante el dominio germánico de Gallaecia, en el siglo VII. Pero, como el propio edificio que los acoge, los frescos de Santalla son excepcionales. Según Rebeca Blanco-Rotea, la investigadora principal del equipo que los ha datado, la nueva fecha los convierte en “la más destacada muestra de la escasa pintura cristiana tardoantigua y altomedieval del noroeste peninsular”. “Pueden ser”, incluso, “un precedente de la pintura prerrománica mural asturiana”, ha advertido este jueves en el Museo Provincial de Lugo la arqueóloga del grupo Síncrisis de la Universidade de Santiago. Varios especialistas de esta universidad y de la de A Coruña han logrado identificar los momentos históricos y tres fases principales en la construcción de esta reliquia arquitectónica descubierta bajo la cota del suelo en la parroquia del mismo nombre, Santalla (o Santa Eulalia) de Bóveda, a 14 kilómetros de Lugo.
La nueva datación, financiada por la fundación Palarq, por métodos “arqueológicos, geológicos y geocronológicos” zanja en parte el debate inaugurado por los estudiosos de este monumento enigmático hace casi un siglo, después de hacerse público su hallazgo en 1926 y de que se ordenasen las primeras excavaciones. Solo cinco años después, en 1931, Santalla de Bóveda era declarada Monumento Nacional por su singularidad. Desde entonces, el misterioso recinto ha sido objeto de todo tipo de interpretaciones por parte de expertos de varios países que no hallaban apenas paralelismos con otros edificios antiguos en el occidente europeo. La teoría más extendida es la de que se trataba de un templo pagano (dedicado a Mitra o a Cibeles o con uso funerario) del momento en que Galicia permanecía bajo el imperio romano y que después fue reconvertido al culto cristiano. “A partir de esa asociación de Bóveda con un espacio religioso romano, se interpretaron sus elementos decorativos, como los frescos interiores o los relieves de la entrada, desde la perspectiva mitológica”, recuerdan los investigadores.
Las dataciones de las muestras se han llevado a cabo, además de con la técnica del carbono 14, con Luminiscencia Ópticamente Estimulada (OSL, según sus siglas en inglés) y Termoluminiscencia (TL) en el Instituto de Xeocronoloxía de la Universidade da Coruña. Estas pruebas sirvieron para reconstruir la evolución arquitectónica del edificio a lo largo de tres momentos históricos. La fundación del espacio que hoy se puede ver corresponde a la época romana bajo imperial (segunda mitad del siglo IV d. C.). La época de las pinturas se enmarca en el siglo VII. Y por último hay una importante fase de desarrollo altomedieval, entre los siglos X y XI, en la que se construyó la bóveda de la planta superior. No obstante, después aún hubo más reformas y trabajos de mantenimiento. Estos resultados, según Blanco-Rotea, “abren nuevas incógnitas” sobre su relación “con los poderes y la religiosidad en la primera Edad Media gallega”.
Santalla de Bóveda fue descubierta cuando el párroco ordenó unas excavaciones en las obras de su iglesia, situada junto a este yacimiento. El centro de la bóveda en la que aparecen representadas las aves en un entramado de motivos vegetales se hundió poco después, en una intervención en el recinto. Fue varias décadas más tarde cuando una prospección arqueológica dirigida por Manuel Chamoso Lamas sacó a la luz la piscina central que hoy se puede ver flanqueada por columnas.
Mientras el equipo de la Universidade de Santiago y del Incipit-CSIC (Instituto de Ciencias del Patrimonio) estudiaban los paramentos, el investigador Jorge Sanjurjo-Sánchez, de la Universidade da Coruña, llevó a cabo el análisis de los morteros y del material cerámico de los muros y David Freire-Lista, de la Universidade de Trás-os-Montes e Alto Douro y del Centro de Geociencias da Universidade de Coimbra, efectuó el estudio petrográfico. Gracias a la OSL, hoy es posible datar los áridos de un mortero aunque no exista materia orgánica, como era necesario hasta hace poco tiempo. La técnica es capaz de determinar cuándo el cuarzo que forma parte del mortero estuvo expuesto a la luz por última vez (ese momento marca el tiempo en el que se fabricó la argamasa).
De las más de 30 muestras tomadas desde 2007, las últimas se contrastaron con el carbono 14 y se analizaron carbones y carbonatos. A partir de los carbones localizados en los muros y de la separación del carbonato arqueológico de los morteros, “el laboratorio ICA de Florida obtuvo dataciones que confirmaron los resultados” obtenidos en Galicia. Además, con otros métodos científicos se logró identificar en los morteros los materiales utilizados en cada una de las fases constructivas.
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