Galicia, otro síntoma del retroceso territorial del PSOE
El éxito logrado al formar Gobierno tras las generales del 23-J no oculta el declive de los socialistas en el mapa autonómico y municipal
En Europa se reconoce a España y a Portugal como países donde sus gobiernos han puesto dique a la ultraderecha. Esta es una medalla que el PSOE y su líder, Pedro Sánchez, pueden exhibir con razones fundadas. Pero el resultado electoral de este domingo en Galicia, con un fracaso estrepitoso de los socialistas, puede interpretarse en clave exclusivamente gallega o como reflejo de la debilidad territorial del PSOE. La apariencia triunfal que salió de las elecciones generales del 23 de julio, y la formación de gobierno con las minorías nacionalistas, no puede ocultar el declive socialista en las comunidades autónomas, con la excepción de Cataluña —donde el PSC, sin gobernar, se mantiene como primera fuerza política— y los ejemplos meritorios de Asturias y Castilla-La Mancha.
El PSOE tiene una imperiosa necesidad de analizar por qué otras fuerzas de la izquierda —el BNG, desde luego, pero también Más Madrid en la capital y Bildu en el País Vasco— les ganan en atractivo y atracción. Por otro lado, el proyecto de Yolanda Díaz de articular una izquierda a la izquierda del PSOE ha quedado varado, y Podemos no aparece en el tablero político como fuerza política que pueda obtener representación en ninguna instancia, salvo probablemente en las elecciones europeas por ser circunscripción única.
El éxito del PP lo es del partido y de Alberto Núñez Feijóo. El líder nacional de los populares se ha resarcido de la amargura de no ser presidente del Gobierno de España. La campaña errática, extraña y de tinte nacional —primero con la amnistía como centro del discurso y después con Bildu, calcada de la actuación del PP cada día en el Congreso— le ha salido bien y, al PSOE, mal. El PP y su líder, instalado en Galicia, nacionalizó la campaña al máximo. Su candidato, Alfonso Rueda, proclamó durante semanas que su adversario era Pedro Sánchez. Los socialistas siguieron esa estela y, aunque su candidato, José Ramón Gómez Besteiro, desgranó hasta la saciedad su proyecto para Galicia, fue más poderoso el altavoz del PP, por un lado, y de la candidata del BNG, Ana Pontón, por el otro.
La candidata del Bloque no se desvió de su línea por mucho que desde el PP la convirtieran en la adversaria a batir. Nadie duda en Galicia de que el BNG es nacionalista, pero su proyecto convive e incluso se superpone a la defensa de la identidad gallega para adentrarse en el terreno socioeconómico y muy pegado a la tierra. Cuando el PP advertía de que votar a Ana Pontón era votar a Arnaldo Otegi, la aludida o no respondía o ironizaba respecto a que para los populares “todo es ETA”, dicho con una amplia sonrisa.
La sobriedad del candidato de los socialistas no ha tenido correspondencia en el electorado, que le ha dado menos apoyo que hace cuatro años a Gonzalo Caballero. Cada elección en Galicia llevaba consigo un nuevo candidato. Esta es historia de los socialistas gallegos de los dos últimos decenios. Pero no parece que esa sea la única razón de la derrota.
Después del 18-F, el PP retoma con nuevos bríos su labor de oposición férrea en Madrid, con la amnistía en primer plano. Este mismo miércoles en el Congreso se apreciará con claridad.
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