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El BNG hace historia con su mejor resultado, pero la izquierda no suma

Ana Pontón, tras lograr 25 escaños, casi el triple que los socialistas: “Galicia ya ha cambiado y el BNG no tiene techo”

Ana Pontón, durante la noche electoral en la sede del BNG en Santiago.Foto: Óscar Corral

“Galicia ya ha cambiado, estas elecciones lo han cambiado todo, hay un antes y un después y nada va a volver a ser como antes”, ha clamado Ana Pontón, candidata del Bloque Nacionalista Galego, cuando ha salido con su equipo a valorar los resultados que la apuntalan como jefa de la oposición en el Parlamento de Galicia. “La alternativa al Partido Popular para construir el futuro de este país es el BNG”, ha defendido después de confirmarse los 25 escaños conseguidos, casi el triple que los logrados por el PSOE de Besteiro. “Esta organización ha obtenido un resultado que rompe con todos sus techos, y lo que se ha demostrado es que no tiene techo”, ha avisado la candidata nacionalista; “a partir de ahora la clave va a ser seguir ensanchando la base”. “Los cambios no son fáciles”, ha reconocido después de comentar que ya ha telefoneado a Alfonso Rueda para felicitarle, “los gallegos y las gallegas decidieron que no hubiera cambio político, pero hubo una enorme movilización, y vamos a tener un grupo parlamentario fuerte que va a dar la cara por la gente”.

El resultado nunca visto, 25 escaños, alcanzado por el Bloque no le ha abierto las puertas de la Xunta. El batacazo del PSdeG (de 14 a 9 escaños), llamado a ser su socio de gobierno, ha supuesto un plomizo lastre para la candidata nacionalista, que aspiraba a “hacer historia con la primera presidenta en Galicia”. En el cuartel general de la formación en estas elecciones, el restaurante A Nave de Vidán, a las afueras de Santiago de Compostela, la expectación era máxima y cientos de simpatizantes siguieron en una pantalla gigante la evolución del recuento, celebrando con aplausos y canciones cada escaño que conquistaban a medida que se incrementaba el porcentaje de voto escrutado. Los militantes y seguidores de Pontón también festejaban cada diputado que bajaban los populares mientras se iba fraguando, minuto a minuto, el resultado final. Cuando la candidata apareció para hacer declaraciones, al filo de las 11 de la noche, Pontón fue ovacionada por los congregados, que gritaron entre palmas “¡BNG, BNG!”. El ambiente en A Nave de Vidán no se disolvió tras la comparecencia de Pontón y duró bastante después de medianoche, un síntoma de que, en realidad, había algo que celebrar pese al sabor agridulce de las urnas.

Con seis escaños más, el Bloque ha batido su récord con creces. Tal y como le habían pronosticado las encuestas durante la campaña, Pontón, la líder más conocida y valorada, también la más joven, pero con más larga carrera parlamentaria, logró romper su barrera, los 19 escaños logrados en 2020, que ya eran también históricos en el nacionalismo gallego (con Xosé Manuel Beiras, el Bloque había llegado a conseguir 18). Sin perder la sonrisa, Pontón ha celebrado el resultado, pero ha hecho autocrítica: “Nos parece insuficiente, nuestro objetivo era abrir un tiempo nuevo para Galicia. Comprendo la decepción de la gente que puso sus esperanzas en nosotros y fue a votar con ilusión”. “Pero estamos más motivados que nunca”, ha zanjado, “con más ganas y más empuje que nunca”.

Al filo de la medianoche, el BNG había cosechado más de 460.000 apoyos (más de un 31,5% del total), cuando en las elecciones de la pandemia, hace cuatro años, midiéndose con Alberto Núñez Feijóo como candidato del PP, obtuvo 311.340 papeletas (un 23,78%). Ana Pontón llevó a cabo una campaña enfocada a “concentrar el voto del cambio” en el Bloque para poder hacer realidad un pacto con el partido socialista de Gómez Besteiro, pero el escaso tirón del candidato ungido por Pedro Sánchez supuso, a la hora de la verdad, el mayor escollo para arrebatarle la mayoría al PP de Alfonso Rueda y desterrarlo, después de 15 años de poder, de la Xunta de Galicia.

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El gran salto dado por la candidata —que prometía “rescatar la sanidad pública”, impulsar los servicios sociales, crear 12.000 empleos de calidad y otras tantas viviendas de alquiler accesible para frenar la sangría de jóvenes que emigran— la fortalece, sin embargo, todavía más en el hemiciclo en el papel que ya ocupaba como líder de la oposición. También consolida la imagen de unidad (antes desconocida) que en los últimos ocho años, desde que fue elegida portavoz nacional del BNG, ha conseguido imprimir Pontón en el nacionalismo gallego.

Una de las lecturas más positivas que hacen los representantes del Bloque es el fuerte crecimiento de la organización nacionalista en el ámbito urbano. En Vigo, la ciudad más poblada de la comunidad autónoma y el paisaje de las mayorías absolutas de Abel Caballero (PSdeG) en las municipales, el Bloque ha superado a PP y PSOE y se ha convertido en la fuerza más votada, incluso en barrios que se consideran “bastiones socialistas”, explicaba en un corrillo con la prensa la eurodiputada Ana Miranda, mientras todavía se esperaba la comparecencia de Pontón.

“El BNG tiene una gran organización y la mejor militancia del mundo”, ha clamado Ana Pontón, al tiempo que ha dado las gracias a todas las personas que han votado a su formación, muchas de ellas por primera vez en su vida. “Hicimos una campaña en positivo y desde el respeto”, ha dicho, “y miles de personas nos vieron como la alternativa indiscutible” al Gobierno del PP: “Ahora les pido a todas ellas que mantengan intacta la ilusión y la esperanza”. Pontón también tuvo unas palabras para sus padres, Aurita y Luis, “gracias a mis padres por hacerme ser la persona que soy”. Y prometió tener la “energía” necesaria para “defender una Galicia más justa, igualitaria, feminista y con más bienestar”.

Ana Pontón, aquella militante adolescente que aterciopeló el nacionalismo

De niña soñaba con ser corresponsal de guerra, pero acabó dando la batalla en el Parlamento de Galicia. Ana Belén Pontón Mondelo —Ana Pontón para todo el mundo, Belén en su familia y la aldea de Chorente (Sarria, Lugo), donde nació hace 46 años— contaba su edad con los dedos de una mano cuando se fundó el Bloque Nacionalista Galego, en 1982. A los 16 ingresó en el brazo juvenil del BNG, Galiza Nova; a los 26 entró en la cámara autonómica como diputada; a los 38 fue elegida portavoz nacional del Bloque; y a los 42 fue madre y se convirtió en líder de la oposición, con 19 escaños, tras las últimas elecciones gallegas que ganó Alberto Núñez Feijóo.

Los primeros comicios en los que Pontón fue cabeza de cartel como candidata a la Xunta fueron aquellos de 2016 en que arribó al Parlamento de Galicia la pleamar de la Marea. Las encuestas pronosticaban el desahucio y casi la extinción de un Bloque amputado por las escisiones, y le otorgaban como mucho un escaño, pero logró seis. Desde entonces, con Ana Pontón al frente, el BNG no ha parado de mejorar sus resultados en las urnas autonómicas al tiempo que, bajo su liderazgo y su omnipresencia, se ha generado una inédita imagen de unidad y limado aristas que frenaban a muchos posibles votantes.

En esta última contienda del 18F el PP probó a invocar al fantasma del independentismo, incluso acusó a Pontón de apoyar a presos terroristas, pero el tablero de la ouija no dio la respuesta deseada por el candidato Alfonso Rueda y el BNG sopesa demandarlo. Pontón negó haber apoyado jamás a ETA y siguió con su disciplina de campaña, sin torcer el rumbo que marcó desde que hace ocho años tomó el timón del BNG: aterciopelar el discurso, suavizar las formas, sin perder tenacidad contra la derecha que, con dos paréntesis, ha gobernado 36 de los 42 años de la Xunta. Sin atacar a ningún partido de la izquierda con el que pueda llegar a pactar, su objetivo ha sido difuminar las lindes de su parcela, desdibujar el perfil de sus potenciales electores, y tratar de atraer hacia sus siglas la intención de voto de gente que jamás se había planteado apoyar a la organización que también fue —y en estas elecciones ha vuelto a ser después de marchar en 2012— la del histórico Xosé Manuel Beiras.

Frente a la explosividad, la verborrea y la apabullante erudición del dirigente del BNG que se medía con el presidente Manuel Fraga en el Parlamento autonómico, la politóloga Pontón es consciente de que su mejor virtud es “la templanza”. Eso, y explicar con paciencia y reiteración sus planes para Galicia sin perder los papeles, con la cara lavada, semblanza tranquila y una discreta sonrisa. De esta manera, sin alterarse, es capaz de reconducir cualquier pregunta que se le haga para rematarla con uno de sus mantras preferidos a la hora de transmitir que no depende de partidos dirigidos desde Madrid: “Seré una presidenta con las manos libres” dijo una y otra vez en esta campaña y en la anterior.

Con Pontón, el BNG no renuncia a sus reivindicaciones soberanistas, pero en su balanza han ganado peso las causas feministas y medioambientales, la promesa del “rescate” de la Atención Primaria, la educación pública, la inversión en dependencia y mayores, el acceso a la vivienda, el apoyo a la ciencia, el campo, el mar o la recuperación de puestos de trabajo en la industria. Cuando se le pregunta por qué acabó metiéndose en política, dice que porque le importaba “lo que pasaba” a su alrededor y quería “mejorar la vida de la gente”. Al estudiar Ciencias Políticas en la Universidade de Santiago acabó representando a sus compañeros en los Comités Abertos de Facultade, una organización estudiantil que defendía la enseñanza pública, democrática y en gallego.

A pesar de que en estas elecciones fue la candidata más joven, es una de las parlamentarias gallegas más veteranas; pero nunca ha tenido un cargo de gestión pública. En el vídeo Ana Pontón en plano secuencia, difundido en campaña para darse a conocer mejor a los indecisos, comenta sin atisbo de duda que lo que más le aburre es la “crispación política”; y que ella prefiere “llegar lejos antes que rápido”, porque quien corre mucho “puede caer”. Asegura que, de no ser Ana Pontón, le gustaría haber sido Marie Curie; que su color favorito es el verde; que le apasionan el cebiche, las rosquillas de su madre y el vino blanco gallego; que lo “más valiente” que hizo en su vida fue ser madre de Icía, la niña que tuvo hace cuatro años con su pareja, un director de fotografía del sector audiovisual. Cuenta, también, que su lema es “vive como si fueses a morir mañana pero piensa como si fueses a vivir cien años”. A las próximas elecciones, si vuelve a presentarse como candidata, llegará previsiblemente con 50.

Pontón, que siempre ha militado en la UPG (Unión do Povo Galego), el partido de esencia marxista hegemónico en el Bloque, ha convertido ya en tradición inaugurar sus campañas electorales en la casa de sus padres, Aurita y Luis, en la aldea de Chorente. Allí, una vez cada cuatro años, llega una nube de reporteros y la portavoz del BNG se fotografía con su padre, jubilado de una cementera, y su madre, ama de casa, agricultora, ganadera de una explotación familiar y verdadero referente del que la política reconoce que ha aprendido más en la vida.

De estos progenitores de una familia numerosa cuenta que, desde aquella juventud en que era pivot del Club Baloncesto Sarria, recibió la lección de que hay que trabajar todos los días, como el que tiene vacas lecheras. “Siempre he escuchado que no podía hacer cosas porque era de aldea, porque hablaba gallego, porque era mujer, porque era del BNG”, dice Pontón: “He superado esas barreras gracias a los valores que me enseñaron en mi casa: el esfuerzo, la humildad, la confianza y el respeto por las mujeres”. Si fuera un animal, la líder del Bloque imagina que sería un resistente caballo de monte, como las bestas que sobreviven a la intemperie, conservadas como especie desde hace miles de años, en el paisaje gallego.

En su tercera campaña como aspirante a la Xunta ha batido su récord de selfis (aunque seguro que no el del socialista Abel Caballero) con simpatizantes en los actos, en los mercados, en la calle. Por la ventaja de su estatura (1,77 metros), gran parte de las veces es ella misma la que se ofrece a estirar el brazo y sostener el smartphone. Tras su imagen formal, disimula una nada desdeñable afición por el baile y hasta por los karaokes. Allí, la pieza que se sabe y más le gusta es una de Salvatore Adamo que lanzó a la estratosfera Raphael:

“¿Qué pasará?, ¿qué misterio habrá?

puede ser mi gran noche,

y al despertar ya mi vida sabrá

algo que no conoce”.


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