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La tensión interna obliga a ERC a posponer la votación sobre su ingreso en el Gobierno socialista de Barcelona

El congreso de este jueves se ha tenido que suspender ante la gran movilización de los contrarios al acuerdo y en plenas negociaciones para apoyar la investidura de Illa o Puigdemont

La líder municipal de Esquerra en Barcelona, Elisenda Alamany, a su llegada al Orfeó Martinenc mientras militantes hacen cola.
La líder municipal de Esquerra en Barcelona, Elisenda Alamany, a su llegada al Orfeó Martinenc mientras militantes hacen cola.Albert Garcia

Las bases de Esquerra Republicana de Barcelona no votarán finalmente este jueves sobre su incorporación al Gobierno municipal de la capital catalana, que comanda en solitario el socialista Jaume Collboni. La Comisión de Garantías del Congreso convocado para esta tarde ha decidido postergar el cónclave ante la evidente falta de aforo del local elegido, el Orfeó Martinenc del barrio del Clot, derivada de la gran movilización de la militancia. En las colas que se han formado en los accesos destacaba una gran presencia de afiliados contrarios no solo al fondo de la decisión -entrar en el gobierno- sino a las formas cómo la dirección de la federación y del grupo municipal, en manos de Eva Baró y Elisenda Alamany, han pilotado el proceso. La precipitación en la convocatoria del Congreso -anunciado apenas tres días antes de su celebración- y las dudas sobre tejer pactos con los socialistas han llevado la tensión al límite en el seno del partido.

Esta tensión a nivel local se extiende también a toda la estructura del partido, que está inmerso en las negociaciones para una posible investidura de Salvador Illa (PSC) como presidente de la Generalitat u optar por volver a celebrar elecciones autonómicas. Fuentes del Grupo Municipal reconocen que el calendario municipal y la posibilidad de celebrar el congreso extraordinario se complica porque el protagonismo a partir de la próxima semana estará en el Parlament: “La semana para tomar decisiones a nivel municipal era esta. Ahora se abre una nueva carpeta nacional”, aseguran estas fuentes que asumen que el proceso en el Ayuntamiento puede ser largo.

Poco antes de las 20 horas reinaba el desborde, el caos y el desconcierto en los alrededores del Orfeó Martinenc. Ese era el sitio elegido para el Congreso Extraordinario donde la militancia votaría sobre la posibilidad de entrar o no en el gobierno del alcalde Jaume Collboni, del PSC, en Barcelona. El aforo es de 270 personas, insuficiente para las más de 500 que aguardaban en la calle. En las aceras de la avenida de la Meridiana, entre las decenas de militantes había también muchas caras conocidas. Como las de los dos consejeros en funciones, Joan Ignasi Elena y Ester Capella, o el exlíder del partido en el Ayuntamiento, Ernest Maragall, y otros cargos del ejecutivo en funciones como Oriol Amorós o Francesc Sutrias. De ahí que la Comisión de Garantías decidiera postergar la votación.

Se trata de una movilización extraordinaria para este tipo de reuniones, algo que demuestra lo crítico de la situación de las filas republicanas no solo a nivel catalán sino también en Barcelona. El congreso extraordinario, convocado con prisas el lunes por Baró y Alamany, fue mal recibido por una parte importante de los contrarios al pacto, que han acudido en masa al cónclave y tenían intención de forzar que se votara en urna (lo que se consigue si lo pide un 25% de los asistentes) y no a mano alzada como estaba previsto.

Tras la suspension, los militantes que apostaban por el no al acuerdo coincidían en los corrillos en calificar de “ridícula” la situación. “Después de la debacle electoral toca recoger cable, fijar mensaje y refundar la organización con nuevos liderazgos”, apuntaba Agustí, militante. A su lado, Xavier apostaba por “hacer catarsis y repensar el mensaje”. Y Elvira, cuestionaba gobernar en Barcelona con un PSC que ve “escorado a la derecha” y con el que los cinco concejales republicanos hubieran tenido “pocas posibilidades de virar las políticas de Collboni a la izquierda”. “Las cosas no se hacen así, se han dado cuenta de que iban a perder, así no se hacen las cosas”, convenían. Oficialmente, el secretario de organización, José Rodríguez, aplaudía que el partido “tiene una militancia viva que merece ser escuchada” y hacía autocrítica: “Habíamos previsto un aforo de unas 300 personas, que es la cifra que ha participado en los congresos extraordinarios habitualmente”.

El acuerdo alcanzado con el PSC implicaba que ERC tuviera dos tenencias de alcaldía (una del área económica y otra de políticas sociales) y la regiduría de tres distritos. Entre las responsabilidades que tendrán figura la cartera de turismo (una cuestión sobre la que ERC ya ha pactado medidas con el PSC) o la promoción del catalán. Se trata de una jugada que llega justo cuando Esquerra vive los efectos de haber perdido mucho peso institucional a todos los niveles y desató un intenso debate en los diferentes casales del partido en la capital catalana.

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Los críticos con la decisión habían expresado su malestar por ir de la mano del PSC de Illa (a quienes muchos consideran de derechas y españolista), pero también por las formas. Entre los partidarios de entrar, uno de los argumentos de defensa es el hartazgo de la Federación de Barcelona por el hecho de que el marco de actuación en Cataluña lo condiciona todo en el Ayuntamiento desde el mandato que comenzó en 2015, en vísperas al apogeo del procés. Algunos creen que no se pueden dejar libres espacios de poder. Otros, en cambio, no entienden estrategias separadas en cada nivel institucional, cuando consideran que la mirada republicana debería ser el paraguas para todo. Y subrayan que siempre está todo relacionado. Tanto que aseguran que el veto de los comunes a los presupuestos que Pere Aragonès pactó con Salvador Illa que provocó el adelanto electoral, se explica por el veto de Alamany a que los de Colau entraran a gobernar en Barcelona con Jaume Collboni y ella.

El proceso tensiona la ya de por sí complicada situación del partido a nivel catalán. La sangría de votos que comenzó en las elecciones municipales del año pasado no ha parado de repetirse en todo el ciclo electoral. En las europeas de hace menos de una semana, el partido perdió más de la mitad de apoyos (372.875 sufragios menos que en 2019). Hay quien en la formación considera que esos malos resultados son culpa directa de los pactos con los socialistas y de ahí las resistencias a lo que pueda pasar en el Ayuntamiento de la capital catalana.

Esa pérdida de voto sostenida, y que ha llevado a que ERC perdiera su estatus de fuerza hegemónica en Cataluña, forzó el debate interno sobre su liderazgo y los fallos a la hora de hacer llegar el mensaje de apuesta por el diálogo sin renunciar la independencia al electorado. La decisión del president en funciones, Pere Aragonès, de asumir la derrota del 12-M dejando la primera línea de la política generó un tsunami de consecuencias aún imposibles de delimitar. La secretaria general, Marta Rovira se alineó con Aragonès en su apuesta por un cambio en las caras de la dirección, mientras que Oriol Junqueras se atrincheró en su continuidad y aceptó dejar el cargo solo para intentar revalidarlo en un congreso extraordinario de noviembre.

En medio de la digestión de los malos resultados y de la crisis interna, la reflexión pausada de los resultados del 12-M mostró que los 20 diputados obtenidos -se perdieron 13- son claves a la hora de formar un gobierno socialista o de forzar elecciones. Aunque Junts les invita a que apoyen la investidura de Carles Puigdemont, pero esa fórmula es improbable pues implica una abstención del PSC. La dirección de ERC, que comanda ahora Rovira, optó por separar las negociaciones de la Mesa del Parlament de la investidura del president. La primera se saldó con una mesa de signo independentista, dejando así de lado un pacto con Illa y los comunes. El fiasco en la votación de Barcelona sobrevolará seguramente el Consell Nacional de este sábado, donde se aprobará el reglamento de la consulta interna que validará el sentido del voto para la investidura.

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