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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lavar la imagen

La indignación ciudadana es demasiado fuerte en estos momentos en Valencia para que una campaña publicitaria logre atenuarla

Carlos Mazon
El presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, y la vicepresidenta, Susana Camarero, en la entrega de una de las 21 viviendas del edificio de La Torre a familias afectadas por la riada.GVA (GVA)

El presidente Mazón ha encargado una campaña de publicidad para lavar su imagen que, como es habitual en estos casos, pagaremos los valencianos. Son las ventajas que tiene estar en el poder: uno puede mostrarse generoso con sus necesidades y pasarle la minuta al contribuyente. La idea es sugestiva, pero dudo que logre alcanzar el resultado apetecido. La indignación ciudadana es demasiado fuerte en estos momentos para que una campaña publicitaria logre atenuarla. Necesitaríamos un creativo de la talla de Don Draper para obtener algún resultado favorable, y no creo que Acord Films, que así se llama la agencia que Mazón ha contratado, disponga en su plantilla de un personaje semejante. Si tuviera que juzgarla por los eslóganes que ha publicado hasta la fecha, no podría formarme una gran opinión. Frases como “La recuperación de nuestra tierra está en marcha”, “Abrir nuestras persianas es el primer paso para levantar nuestra economía”, “Replantar nuestros campos es el primer paso para recoger nuestra recuperación”, o “Estamos limpiando nuestros garajes y bajos para volver con la cabeza bien alta”, parecen extraídas de un TFG de la diplomatura de Publicidad.

Nada más conocer los primeros anuncios, los socialistas han puesto el grito en el cielo y han denunciado que la campaña es ilegal. Es probable que lo sea porque los escrúpulos de Mazón con la legalidad parlamentaria son los justos, como el presidente nos ha demostrado desde el primer día de su mandato. Pero, convengamos que, como argumento de un partido en la oposición, la denuncia tiene poco recorrido: está cargada de un aire de formalidad burocrática que la agota en sí misma. Fuera del hemiciclo, su eficacia será escasa, con pocas consecuencias sobre el elector, por no decir ninguna. En un momento político dominado por la emoción, el votante necesita de argumentos más estimulantes para dejarse seducir; no serán muchas las personas dispuestas a perder su tiempo desvelando justificaciones legales, casi siempre difíciles de entender. Uno tiene la impresión de que a los socialistas valencianos les resulta difícil encontrar argumentos originales. Se diría que tratan de resolver los problemas de hoy con ideas de ayer.

¿Podrá una campaña publicitaria convencernos de que el hombre que no supo estar en su puesto el 29 de octubre no tiene responsabilidad en los sucesos y todo fue culpa del Gobierno central? Sospecho que pocas personas, salvo los incondicionales del presidente de la Generalitat, creen en ello al día de hoy. El problema de Carlos Mazón es que la grieta abierta entre él y los afectados por la gestión de la dana es demasiado amplia para que pueda colmatarse con una campaña de publicidad. La estrategia puede ser adecuada para convencer a los convencidos, pero es difícil que atraiga a los damnificados. Antes que eslóganes vacíos, este hombre necesita un entrenador personal o, mejor aún, un buen maestro de interpretación. Los problemas de Mazón con los ciudadanos no se arreglan con anuncios sino con empatía, una cualidad que, por desgracia, no figura en el repertorio del presidente. De un político, no esperamos que siempre sea veraz, pero sí que actúe de tal manera que nos ayude a suspender la incredulidad. Aunque los asesores de imagen pretendan convencernos de lo contrario, el hábito no hace al monje: no basta vestir de una manera informal, mostrar un aspecto despreocupado y colgar unos videos en TikTok para que los ciudadanos sientan que estamos a su lado.

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