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Vicent Ventura, el antifranquista impasible

Intelectuales, artistas, sindicalistas y activistas cívicos conmemoran este 2024 el centenario del político y periodista valenciano

Encuentro de intelectuales antifranquistas en Toledo en 1965. Ventura, arriba, en el centro, con gafas oscuras, entre Dionisio Ridruejo y José Antonio Maravall. También aparecen Ernest Lluch, José Luis Aranguren, Tierno Galván, J. Raventós, M. Serrahima, R. Tasis, J. Carbonell, M. Manent, J. Benet i J. M. Castellet. (Colección Jordi Amat)
Encuentro de intelectuales antifranquistas en Toledo en 1965. Ventura, arriba, en el centro, con gafas oscuras, entre Dionisio Ridruejo y José Antonio Maravall. También aparecen Ernest Lluch, José Luis Aranguren, Tierno Galván, J. Raventós, M. Serrahima, R. Tasis, J. Carbonell, M. Manent, J. Benet i J. M. Castellet. (Colección Jordi Amat)

“Fue el primer personaje al que oí en público atacar al régimen de Franco sin estar borracho”. Aquella audición tuvo lugar en el café Kansas de Valencia a mediados de los años cincuenta. El personaje sobrio que atacaba a la dictadura se llamaba Vicent Ventura. Y el joven sorprendido por una escena tan desacostumbrada era Manuel Vicent, quien reconstruyó el episodio en su célebre novela Tranvía a la Malvarrosa. Intelectuales, artistas, sindicalistas y activistas cívicos conmemoran este 2024 el centenario del periodista y político Vicent Ventura (Castellón, 1924-Valencia, 1998).

En la novela, Manuel Vicent describe con detalle la escena: “Uno de aquellos días de enero Iborra me prometió que una noche me llevaría a la tertulia que Vicent Ventura tenía en el Kansas City […] Allí este periodista combativo que escribía en el diario Jornada daba lecciones de rebeldía […] No era muy alto, pero sí macizo, con bigote de foca, con un tic en el ojo que acompañaba con un ligero gruñido. Fui presentado. Me senté en una esquina sin lograr que me mirara ni una sola vez y en seguida supe que Vicent Ventura imponía allí su criterio. Hablaba a borbotones, y con ironía iba derruyendo cosas que entonces parecían sagradas, el gobernador Posada Cacho, la crueldad del jefe de la policía, un tal Cano, o los métodos de la censura. No conseguí que me dedicara una sola palabra aquella noche; aun así me sentía orgulloso de haberlo conocido porque fue el primer personaje al que oí en público atacar al régimen de Franco sin estar borracho”.

Poco después, en 1962, Ventura viajó a Múnich para participar en el IV Congreso del Movimiento Europeo: una reunión de 118 representantes de la oposición franquista (fueron excluidos los comunistas). Muchos de aquellos activistas vivían exiliados. Otros llegaron “desde el interior”, en la terminología de la época. A la reunión, calificada por la prensa franquista como “el contubernio de Múnich”, acudieron desde el interior tres valencianos: Vicent Ventura, de 38 años, integrado en el grupo de exfalangistas de Dionisio Ridruejo; José Vidal Beneyto, a punto de cumplir los 35, quien posteriormente sería columnista en EL PAÍS; y Nacho Duato, de 32, abogado de ideas democristianas y tío del ahora célebre coreógrafo del mismo nombre. Procedentes del exilio participaron más valencianos, como Rodolfo Llopis, líder del PSOE y efímero presidente del gobierno republicano en el exilio en 1947, o Julián Gorkin, uno de los dirigentes del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista).

A la reunión de Múnich habían acudido opositores de la talla de José María Gil-Robles (exministro en el gobierno de Lerroux), José Federico de Carvajal (futuro presidente socialista del Senado) o Dionisio Ridruejo (que pasó de camisa vieja falangista a unirse a la oposición democrática). El franquismo no solo reaccionó ridiculizando la cita. Muchos de los asistentes tuvieron que quedarse en el exilio, otros fueron confinados en diferentes puntos de España, en especial en las islas Canarias, y todos tuvieron problemas de censura. Vicent Ventura lo padeció todo. Primero estuvo exiliado en París; al volver a España, el régimen franquista lo confinó en Dénia; y más tarde vio cerradas muchas puertas en la prensa.

Ventura tuvo que reinventarse laboralmente y a mediados de los años sesenta fundó la agencia de publicidad PubliPress. Reunió a un grupo de socios inquietos, algunos de la talla del escultor Andreu Alfaro (premio nacional de Artes Plásticas en 1981) o Francesc Jarque (nombrado hijo predilecto de Valencia en 2016).

La represión no desanimó a Ventura, quien inició una intensa actividad en partidos y sindicatos clandestinos. Un antifranquismo que hizo olvidar sus inicios ideológicos. Al finalizar la Guerra Civil, cuando tenía 15 años, se vio deslumbrado por los uniformes falangistas y los aires marciales de la dictadura. Un ensueño que duró solo unos años. Durante la visita a Valencia de un líder nacional falangista, un desconocido jovencito levantó la mano para preguntar con una desenvoltura desconocida en aquellos círculos: “¿Oye, tú crees que Franco es falangista?” El joven era Ventura y sus días en el partido único estaban contados.

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Por aquel tiempo, Ventura ya seguía los pasos de Dionisio Ridruejo, quien había pasado de jefe de propaganda de Franco y renegado del régimen. El valenciano también abandonó el falangismo y abrazó las reivindicaciones democráticas. En 1964, recién liberado del confinamiento, militó en el efímero Partit Socialista Valencià (PSV); en 1966, participó en la constitución de Comisiones Obreras del País Valenciano (acabó en prisión junto al resto de promotores); y en 1974, en la fundación del Partit Socialista del País Valencià (PSPV), que acabó por fusionarse con el PSOE en 1978, una unificación que Ventura nunca aceptó. En palabras de Francesc Pérez Moragón, coordinador de los actos del centenario, su compromiso político “le llevó a nuevas estrategias políticas, que para él fueron con frecuencia fuente de dificultades, y a comprometerse en promover plataformas para el diálogo entre las diversas fuerzas antifranquistas que existían o que iban surgiendo o reviviendo después de la larga y dolorosa postguerra”.

En los años ochenta promovió una coalición valencianista de izquierdas que originó la Unitat del Poble Valencià, antecedente directo de la actual coalición Compromís. Pérez Moragón lo define con estas palabras: “Fue un socialdemócrata no especialmente izquierdista, que dialogó con todas las fuerzas antifranquistas”.

Si bien estaba vetado en los grandes medios, la periodista Rosa Solbes recuerda que animó todas las iniciativas para promover una precaria prensa no oficialista, como el periódico económico Al Día. Solbes lo conoció en el semanario La Marina, y también coincidieron en el diario Primera Página, de Alicante, en Valencia Fruits y en Dos y Dos. “A menudo firmaba con pseudónimos. En otras ocasiones, era el promotor en la sombra, junto a su cómplice J.J. Pérez Benlloch. Su identidad real la reservaba para artículos económicos o de internacional”, evoca Rosa Solbes.

Restablecida la democracia, Vicent Ventura pudo recuperar su protagonismo periodístico. Publicó artículos en El PAÍS, La Vanguardia, Serra d’or, Avui, Diario de Valencia… En 1995 recibió la Medalla de la Universitat de València, y en 1997 la Generalitat de Cataluña le otorgó su más alta distinción, la Creu de Sant Jordi. Universidades, sindicatos y asociaciones conceden cada año un premio, coordinado por el escritor Alfons Cervera, que lleva el nombre de aquel periodista con bigote de foca que en los obscuros años cincuenta criticaba a Franco sin estar borracho.

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