Los vecinos del edificio incendiado en Valencia: una tragedia compartida, caminos diferentes
Los propietarios y los inquilinos se organizan en entidades distintas después de una reunión en la que se manifestaron discrepancias entre ellos
Todos los residentes en el edificio levantado en la esquina de la avenida del Maestro Rodrigo con la calle del Poeta Rafael Alberti de Valencia comparten la desgracia del incendio que la semana pasada destruyó todas las viviendas y acabó con la vida de 10 personas. Sus situaciones no son, sin embargo, exactamente iguales. Miguel Rodríguez, ingeniero de 51 años, a quien el fuego pilló fuera, trabajando en su oficina, afirma: “Podríamos decir que hay tres perfiles de personas. Por un lado, los propietarios que tenían uno o más pisos alquilados a modo de inversión y no vivían en la finca. Por otro, los propietarios que vivían allí y han perdido su casa, sus enseres personales, todo. Y luego estamos una serie de inquilinos, que vivíamos en alquiler, y que, como en mi caso, hemos perdido lo que habíamos ido acumulando a lo largo de una vida. Recuerdos personales. Recuerdos de seres queridos que ya no están y a los que teníamos mucho aprecio. Cosas, no sé, de viajes, como el viaje que hace poco hice con mi hija y del que me traje algunas cosas para acordarme de lo que hicimos”.
El sábado, en una reunión convocada en principio por los propietarios, pero a la que en el marco de la desorganización casi consustancial a un contexto como este acudieron también inquilinos, en total cerca de 200 personas, salieron a la luz diferencias entre ellos. Hubo tensión, algunas palabras fuertes, en algún momento pareció que la cosa podía llegar a más entre algunos. Pero no ocurrió. Los inquilinos se marcharon y decidieron crear su propia asociación. Mientras los propietarios están organizados de forma natural en la junta de vecinos, a los que vivían de alquiler en medio centenar de las 138 puertas del inmueble solo les vinculaba hasta ahora un grupo de WhatsApp.
Según coinciden varias fuentes consultadas por este periódico, una de las dudas que han surgido es quién debe gestionar y cómo deben distribuirse las donaciones económicas que personas y entidades están realizando para ayudar a los afectados, y que se han articulado a través de diferentes canales, ya que los casos son diferentes ―hay propietarios que, por ejemplo, tienen que seguir haciendo frente a sus hipotecas―.
Rodríguez insiste en quitar hierro a lo sucedido el sábado. “Estamos todos sin dormir durante muchos días, estamos todos nerviosos, estamos todos muy preocupados, cada uno con su situación personal”.
Tampoco está claro qué pasará con el edificio, explica Marcos Correal, también ingeniero y dueño de uno de los apartamentos, donde residía con su mujer. “Mi percepción personal es que lo que le interesa a la comunidad de propietarios es una reconstrucción, sin entrar en detalles de si se debería reconstruir sobre la estructura que ha quedado, o hacer una demolición escalonada, ir retirando piso a piso, hasta llegar abajo y luego volver a levantarlo. Yo, en principio, sería partidario de la segunda opción. Pero tendrá que venir el perito del seguro y hacerse las catas correspondientes para comprobar si la estructura de forjado de acero no ha quedado deteriorada por el calor que provocó el incendio. Se ha hablado de 1.200 o 1.300 grados”. Correal está seguro de que, como mínimo, se alcanzó la mitad de esa temperatura atroz. “Los bomberos me han dicho que mis electrodomésticos están literalmente fundidos, y el aluminio funde a 600 grados”.
Los residentes del edificio siniestrado van tomando, de momento, algunas decisiones. Correal y su mujer van a dejar en breve el hotel en el que están alojados de forma gratuita, y no pedirán quedarse en los pisos que el Ayuntamiento ha ofrecido de forma temporal a los afectados. Alquilarán un apartamento por su cuenta, en parte para intentar distanciarse de la tragedia. Rodríguez, que residía solo, porque su hija vive con su mujer, de la que está separado, ha vuelto de momento a casa de sus padres, y sí tiene pensado aceptar la ayuda municipal. “Soy consciente de que por mi perfil no seré de los primeros, hay familias que tienen que ser alojadas antes. No soy un caso prioritario, pero soy afectado y espero que el Ayuntamiento se preocupe de mi caso, y así me consta que lo van a hacer”.
A medio plazo cree que regresará al barrio de Nou Campanar. “Yo vivía muy feliz. He estado allí mucho tiempo. Soy de la falla, tengo a mis amigos, me une mucho y me gustaría volver algún día. Pero queda lejos. De momento tenemos que plantearnos ir dando pasos. Hoy uno, mañana otro. Hoy he ido al trabajo, para empezar un poco. Porque hay que ir haciendo, hay que ir tirando para adelante”.
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