Todos recuerdan, incluido Vox, a Antoni Llidó, el cura desaparecido que ‘procesó’ a Pinochet
El Ayuntamiento alicantino de Xàbia aprueba por unanimidad dedicar 2024 a la memoria del sacerdote de izquierdas y maestro a los 50 años de ser apresado y torturado por la dictadura chilena
Nadie entendió en Xàbia (Alicante, 28.731 habitantes) que Antoni Llidó, un joven maestro del pueblo siempre con ganas de salir de fiesta y rodearse de amigos, entrara al seminario pasados los 20 años y con el título de Magisterio ya enmarcado, para ordenarse sacerdote en 1963. “Fue una sorpresa, nadie se lo esperaba”, asegura su hermana, Pepa. Su intención era aprovechar su puesto eclesiástico para llevar la educación y ayudar de cualquier manera posible a la gente que más lo necesitara. Tras varios encontronazos con la Iglesia y el régimen franquista, Llidó decidió marcharse a Chile, donde reforzó su compromiso con el pueblo y estableció relación con el presidente Salvador Allende, del que se cumplen 50 años de su muerte. Tras el golpe de Estado de Augusto Pinochet en 1973, fue detenido, torturado y asesinado por la dictadura, como sentenció un juez, si bien su cuerpo nunca se pudo recuperar. Su caso, defendido por el juez Baltasar Garzón, es uno de los que lograron que Pinochet fuera apresado en Londres y desaforado por los tribunales chilenos.
50 años después de su muerte, el Ayuntamiento de Xàbia, gobernado por el PP, Juntos por Jávea y Vox, aprobó ayer, jueves, una declaración institucional de todos los partidos con representación municipal, incluida la formación de ultra derecha, para declarar a 2024 Año Antoni Llidó, para el que se elaborará una programación cultural que preserve su memoria. El equipo de gobierno ha rectificado su inicial rechazo. El PSOE propuso en septiembre que 2024 “se dedicara a la memoria de Llidó y a los valores de justicia, solidaridad y educación como elemento de progreso”, según su portavoz municipal, José Chulvi. La alcaldesa, Rosa Cardona (PP), lo rechazó, según fuentes municipales, “porque se presentó por vía de urgencia y había que pensarlo bien”. Tras pasar por la comisión de Cultura y por el Consejo Consultivo, ayer, jueves, se aprobó la propuesta con la firma de todos los grupos con representación municipal: PP, PSOE, Compromís, Ciudadanos por Jávea y Vox. La hermana del sacerdote celebra el acuerdo municipal: “Debemos recordarlo para que los jóvenes sepan quién fue y para que no se repitan situaciones como la suya”.
El primer destino del cura javiense, en 1963, fueron los pueblos de Balones y Quatretondeta, que en la actualidad apenas superan el centenar de habitantes, donde activó varios proyectos educativos que llevó a buena parte de la población a emprender estudios universitarios. “Creó grupos de preparación para los jóvenes y un proyecto de bachillerato por radio para los trabajadores del campo que quisieran estudiar”, recuerda Pepa Llidó. Como detectó que el profesorado a su cargo flojeaba en Ciencias, “contactó con universitarios valencianos para que fueran los fines de semana a impartir clases”. Los voluntarios “llegaban en autobús a Alcoy, donde los recogían en un camión, y se quedaban en casa”. De esta forma, Llidó logró que ambos municipios “fueran unos de los que más licenciados universitarios tenían en la España de aquella época”.
Su fuerte conciencia social levantó las suspicacias del clero y del régimen franquista, por lo que fue enviado como cura castrense a El Ferrol, lo más lejos posible de su feligresía. El arzobispado de Valencia aprovechó que no había prestado el servicio militar obligatorio, como sacerdote e hijo de viuda, para asignarle su nuevo puesto. “Al ver las precarias condiciones en las que vivían los marineros, se radicalizó”, afirma su hermana. “Pasaba más tiempo con la tropa que con los mandos”, conducta que la Iglesia no consideró “edificante”. Diez meses después de su llegada, y sin licenciar, decide marcharse de misionero a Chile, en 1969. “Allí hacían falta curas y aquí sobraban”, explica Pepa.
Lo que Llidó encuentra en el país sudamericano es “terrible”. Las cartas que envía a la familia y amigos desde Quillota, una ciudad perteneciente a la diócesis de Valparaíso, relatan una pobreza extrema, sobre todo entre los niños. El cura alicantino no tarda en enemistarse con el obispo, que “prescinde de sus servicios como sacerdote”, aunque él continúa celebrando misas y con su labor pastoral. “Al llegar Salvador Allende al Gobierno, toma partido”, declara su hermana, “y se afilia al Movimiento de Izquierda Revolucionaria en 1971″. El golpe de Estado lo conduce a la clandestinidad. Y en octubre de 1974, la policía secreta de Pinochet, la DINA, lo detiene y lo ingresa en la prisión José Domingo Cañas, en la que le someten “a torturas para tratar de sacarle información”. De allí, pasa a la cárcel de Cuatro Álamos, en la que “consiguió que un carcelero le diera vino y pan para poder celebrar misa”, un acto que, a juicio de su hermana, demuestra que se mantuvo “como sacerdote, maestro y ciudadano comprometido hasta última hora”. Desaparece en torno al 25 de octubre, al parecer asesinado y enterrado en una fosa común. Su cuerpo nunca fue identificado.
Comienza entonces una “lucha larga y dura” emprendida por su familia ante los tribunales. “Presentamos cuatro o cinco querellas”, rememora su hermana, “tanto en España como en Chile, aunque siempre las abrían y las cerraban”. No claudicaron. Denunciaron el caso ante el juez Manuel García Castellón, que se inhibió en favor de Baltasar Garzón, con mayor experiencia en asuntos referidos a la dictadura chilena. “Garzón unió el caso de Antoni a otro que llevaba”, subraya Pepa, “y al saber que Pinochet estaba en Londres operándose de la espalda, se movió rápidamente y logró su detención”. La muerte de Llidó condenó a los máximos responsables militares y desaforó al dictador, que fue juzgado en Chile en 2006. “Habíamos conseguido justicia y reivindicar su compromiso y su labor”. En 2010, la familia decidió que “ya estaba bien” y abandonó la vía judicial. El legado material de Llidó pasó a la Fundación Cirne, una asociación cultural en defensa del patrimonio de Xàbia.
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