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Dejarlo todo para viajar: Una aventura de 193 países y 10 años

Rubén Arnal es el primer valenciano que ha estado en los 193 estados del mundo reconocidos por la ONU

Rubén Arnal, viajero que ha estado en los 193 países del mundo reconocidos por la ONU, en su furgoneta.
Rubén Arnal, viajero que ha estado en los 193 países del mundo reconocidos por la ONU, en su furgoneta.Mònica Torres

Dice que no es “de quedarse con una sola cosa” y que lo destacaría “todo”. Se revuelve contra los rankings. Por eso, cuando se le insiste y se le pide que elija una escena, una sola, de sus viajes por todos los países del mundo, Rubén Arnal menciona, en vez de uno, tres momentos: una puesta de sol vista desde los templos piramidales de Camboya, una ruta en bici por algunos de los 4.000 templos de la ciudad birmana de Bagan y, sobre todo, una carretera que atraviesa Mozambique. En este país africano, tardó cuatro días en cruzar de norte a sur por zonas atacadas por la guerrilla, en las que los camiones como el suyo tenían que ir con escolta militar. En su blog, escribió: “Sin cinturones de seguridad, siete personas donde debería haber tres, cocinando con un camping gas dentro del camión, tirando basura a través de ventanas rotas, conduciendo con un pinchazo, un pasajero meando por la puerta sin parar y el chófer bebiendo más de una cerveza”. No lo decía como algo malo. “Lo vives y dices ‘ostras, esto es viaje y aventura’, no es el turismo de ‘me voy a Tailandia a la playa’, esto es más viaje”, reconoce. Y cuando lo dice se nota que, si tuviera que quedarse con una sola escena que definiera su manera de viajar, con una sola y no con tres, este valenciano que ha estado en los 193 países del mundo reconocidos por la ONU, el segundo español más joven en conseguir este reto, elegiría esta.

Europa

Ha acabado visitando los cinco continentes pero todo empezó en casa. En 2012, Rubén Arnal, economista, trabajaba en un banco. “No lo elegí por vocación, sino porque pensaba en un buen sueldo y un horario de ocho a tres”, asegura. Visto desde el presente, cree que estaba “programado” y se dirigía hacia una vida cómoda: “estudiar una carrera, comprarse una casa, tener el mejor trabajo posible, formar una familia, jubilarse y luego ya, si eso, viajar”. Pero en 2009, aún trabajando, hizo un voluntariado de un año en un hogar de niños en Perú y la experiencia le abrió los ojos a nuevas formas de vivir. Por eso, en 2012, con la crisis de la banca, se acogió a una suspensión de contrato remunerada de cinco años, un tiempo durante el que cobró el 20 % de su sueldo, dejó de ir a la oficina y se dedicó a viajar.

China, Macao, Hong Kong, Vietnam, Camboya, Laos, Myanmar, Malasia, Singapur, Indonesia, India, Nepal, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Canadá, Bahamas y República Dominicana. Rubén Arnal dio su primera vuelta al mundo durante esos años, además de hacer otros viajes a América del Sur, Asia, África y un gran viaje por Europa, en los que trataba de “estar en el máximo número de países posible pero no para tacharlos de la lista, sino para ver cosas realmente”. 143 países después, habían pasado cinco años, era la hora de la verdad y Rubén Arnal no estaba ni de lejos preparado para volver a su trabajo en el banco. Así que comunicó a la empresa que no se reincorporaría, recibió su indemnización, rescató su plan de pensiones, puso su casa en alquiler y decidió dedicarse a viajar por el mundo a tiempo completo. Le quedaban 50 de 193 países del mundo por visitar y mucho por hacer.

África

Viaja, pero no desaparece, y por eso quiere volver a casa, a València, para “las navidades y las bodas” por lo menos. “Ahora es más fácil mantener el contacto con la familia y los amigos que cuando se viajaba sin móviles”, asegura el viajero. Aun así, a Rubén Arnal le gusta viajar solo: “Lo positivo es que haces lo que quieres, lo negativo es que toda la responsabilidad recae sobre ti si tienes algún problema”. Pero encuentra amigos en el camino y no le resulta extraño “quedar para tomar un café en Bali con una persona que conociste hace cinco años en Venezuela”. Además, mantiene incluso las relaciones surgidas del couchsurfing, una red de personas que ofrecen a los viajeros que se queden gratis en su casa, y que Rubén ha utilizado sobre todo en África.

“Hay familias que no tienen electricidad, hay casas sin agua corriente que solo tienen grifos comunales, viviendas en las que no hay baño sino un agujero, y otras en las que duermes en el suelo con una esterilla”, relata. En África, según Arnal, pervive otro concepto de la familia y la hospitalidad y los vecinos abren su casa al visitante a pesar de la pobreza de algunas zonas. Lo hacen, afirma, con la sola contrapartida de “tener un blanco en casa, algo que da prestigio social” y de la posibilidad de poder pedir un favor o ayuda al viajero en el futuro.

Rubén Arnal fotografiado en su furgoneta en Valencia, el 22 de septiembre.
Rubén Arnal fotografiado en su furgoneta en Valencia, el 22 de septiembre. MONICA TORRES

Oceanía

Como contraposición a África, en países como Australia “tienen baños públicos y fuentes de agua por todas partes”, pero también los precios más caros en servicios, transportes y alojamientos. Rubén Arnal viaja con un presupuesto limitado y una mochila a cuestas, por lo que se imponen el ahorro y el minimalismo. Por eso, suele comer “como el pobre local”, a veces, por menos de un euro, y beber siempre agua del grifo, aunque haya que hervirla primero. No consumir agua embotellada tiene sus pros y sus contras: un día tuvo que beber agua marrón de un charco en el desierto de Somalia pero en otra ocasión pudo hacerse “un whisky on the rocks con hielo extraído directamente del glaciar Perito Moreno, en Argentina”.

En cuanto al equipaje, en su libro Cinco años en la carretera, un compendio de experiencias viajeras y recomendaciones, aconseja mochilas pequeñas, incluso para viajes largos -”lavas más a menudo o espacias más los lavados y ya está”- y llevar aguja e hilo para remendar ropa si se rompe en lugares como el desierto, donde no hay un Decathlon a mano. Para el acceso a internet, la globalización ofrece sus propios trucos: los McDonalds y los Starbucks suelen tener redes wifi abiertas que puede usar cualquiera.

América

Fue una suerte que Rubén Arnal visitara Estados Unidos en su primera vuelta al mundo, porque ahora no podría hacerlo con una autorización ESTA por haber estado en la última década en Irak, Irán, Siria, Sudán, Libia, Somalia o Yemen. Sus viajes le han hecho consciente del privilegio de tener un pasaporte español, el tercero en el mundo con el que más países se pueden visitar sin necesidad de visados, un total de 156. Casualidad o causalidad, ha observado que los países con pasaportes más potentes son también los más ricos. “Ser europeo te da facilidades y un trato privilegiado”, reconoce Arnal, para quien “tiene mucho más mérito visitar todos los países del mundo con un pasaporte de Bangladesh o de Pakistán”.

En su periplo viajero ha encontrado, aún así, algunas fronteras difíciles de cruzar y ha visitado países con mala fama mediática o con limitaciones de las libertades. De Venezuela, por ejemplo, escribe en su libro que “sigue siendo un pueblo acogedor y amigable” aunque reconoce que hay “armas y criminalidad”. De Cuba afirma que se ha sentido “más seguro que en Los Ángeles, Nueva York y que en cualquier otro país de América Latina” y que la población “se muestra feliz, extrovertida y con ánimo de seguir luchando y bailando”. También ha estado en Corea del Norte. “Cuando se visita el mausoleo con los cuerpos embalsamados de Kim Il-Sung y su hijo Kim Jong-Il hay un protocolo de reverencia. Si lo tomas como un acto de sumisión y no estás dispuesto a mostrar respeto, es mejor que no vayas”, relata en su libro.

Asia

Rubén Arnal terminó su viaje por todos los países del mundo reconocidos por la ONU en Turkmenistan, el país 193 de 193, y se convirtió, con ello, en el primer valenciano -que se sepa- en marcar todos los estados en el mapa, y en el segundo español más joven en hacerlo. Plataformas como NomadMania ofrecen rankings de viajeros según el número de países visitados y hay “pique”, reconoce Arnal, pero con uno mismo y no con los demás. “El ambiente entre viajeros es más sano que entre turistas”, afirma, aunque reconoce que todos, él también, hacen a veces “turistadas”: sacarse fotos en sitios emblemáticos, hacer tours, ceder al “postureo”. “Yo apuesto por que cada uno viaje de la forma en la que más le guste para que no se convierta en una obligación”, defiende. Él lo tiene claro: no quiere “monetizar” sus trayectos sino que prefiere seguir siendo “independiente”.

En el futuro, vendrán más viajes. Por todas las provincias españolas, por algunos países que quiere repetir, rutas por los sitios patrimonio de la humanidad, recorridos en la furgoneta camperizada que acaba de comprarse. También por “los países que no existen”, zonas en disputa como Nagorno Karabaj, entre Armenia y Azerbaiyán, su próximo destino. Arnal calcula que el dinero le da, a día de hoy, para viajar durante dos o tres años más: “En ese tiempo pueden pasar muchas cosas, desde que me toque el Euromillones hasta que me canse de viajar”. Pero eso último, reconoce, no parece demasiado probable.

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