La revolución del ‘Petrólio’ de Alcoi: la versión española de la Comuna de París que acabó con un alcalde hecho tiras
El 150 aniversario de la revuelta obrera que asombró a Europa recuerda la campaña de represión y difamación del Gobierno para allanar un juicio sin garantías que acabó sin condenados
Hace ahora 150 años España tuvo su propia Comuna de París en Alcoi (Alicante): La revolución del Petrólio. En 1873, un levantamiento obrero en busca de mejoras en sus miserables condiciones laborales acabó con un sangriento enfrentamiento en el que, entre otros, se asesinó al entonces alcalde, Agustí Albors, cuyo cadáver fue arrastrado por las calles dando pie al apodo de Pelletes (pielecitas). La revuelta acabó con un pacto incumplido y un irregular proceso judicial, basado en un relato gubernamental aliñado con bulos de monjas violadas y curas ahorcados en farolas pero que acabó sin condenados.
Existe consenso en situar este alzamiento como la primera gran revuelta obrera de España. “Los trabajadores habían tenido un papel importante en los movimientos de los liberales progresistas pero sus reivindicaciones estaban enmarcadas en otras globales”, explica el profesor de la Universitat d’Alacant Lluís Torró, 56 años. “Habían sido comparsa y carne de cañón. Ahora encabezan y pelean por sus reivindicaciones. Fue también la primera vez que el Estado actuó contra el movimiento obrero”, apunta Diego Fernández, miembro del Colectiu Revolta 1873, que reivindica su memoria en este aniversario.
Acabada la primera revolución industrial a mitad del siglo XIX, el movimiento obrero empezó a hacerse fuerte. Londres había visto nacer en 1864 la Primera Internacional (AIT), que abrió Federación en España en 1870. Un año después, llegó la Comuna de París, una insurrección que se hizo con el control de la ciudad creando un primer gobierno obrero, al que se puso fin dos meses después con la Semana sangrienta.
Los ecos de aquella lucha llegaron a la industrializada Alcoi, donde entre sus cerca de 30.000 habitantes había 10.000 obreros, entre ellos mujeres y niños. “La gente vivía amontonada”, explica Torró. “En la comarca existía una tradición manufacturera muy antigua, primero el textil y luego el papel. Se produjo un proceso de mecanización que provoca el ludismo [acciones de protesta contra las máquinas] porque muchos se quedaron sin trabajo y tuvieron que emigrar a Alcoi, que dobló la población en un espacio muy estrecho. Los salarios eran bajos y las condiciones de trabajo y de vida eran malas. La toma de conciencia se aceleró de tal manera que la ciudad se convierte en sede estatal de la AIT”, subraya Torró.
Un molino de papel
Corría el año 1873 y en febrero se había instaurado la primera República en España sin que los obreros vieran mejoradas sus condiciones. En ese contexto surgió en abril un conflicto laboral en un pequeño molino de papel en la cercana Cocentaina. Sus trabajadores se declararon en huelga para aumentar sus raquíticos sueldos y reducir a ocho horas la jornada. Ni los esquiroles ni la externalización le funcionaron al propietario, que cerró temporalmente.
Las reivindicaciones se multiplicaron en la zona y el 7 de julio cerca de 6.000 obreros se reunieron en la plaza de toros de Alcoi y decretaron una huelga general indefinida con esas mismas exigencias. El paro fue total y, el día 10, miles de personas se concentraron frente al Ayuntamiento. “Había esperanzas de que un consistorio republicano federal dirigido por quien había sido un revolucionario les apoyara pero el alcalde se puso de lado de su clase social. Era un burgués con negocios e intereses y también era un milhomens (fanfarrón), eso es importante”, recalca Fernández, doctorando en la universidad con una tesis sobre el tema.
Entonces estalló la revuelta. “Sabemos que el alcalde salió al balcón, disparó y al entrar dijo ‘ahora ya saben que tenemos armas’”, expone. A partir de ahí, las divergencias. “La fuentes más cercanas a la burguesía dicen que disparó al aire pero en el juicio un testigo dijo que le disparó a él porque le estaba insultando y que le dio en la mandíbula”, añade.
El tiroteo encendió a los manifestantes, que iniciaron el asalto al Ayuntamiento. Visto el peligro, el alcalde dio orden de agujerear las paredes para salir por los edificios colindantes pro los obreros se dieron cuenta y les prendieron fuego. Lo hicieron, el estilo de la Comuna de París, con petróleo, petroli en valenciano y una mala adaptación al castellano, petrólio, puso nombre a la revuelta.
Finalmente, una decena de personas ajusticiaron a Albors a tiros y puñaladas y cuatro menores arrastraron su cadáver por las calles. En total, hubo 16 muertos: tres obreros, el anterior alcalde, el recaudador, un empresario y ocho guardias. Los huelguistas tomaron el control y extorsionaron a los empresarios para obtener compensaciones para paliar los efectos de la huelga. La negociación general acabó con un rápido acuerdo. El día 12 los líderes de la AIT se fueron a Madrid y el Ejército entró sin oposición en la ciudad, para salir un día después.
Un mito y muchos bulos
El mito de lo ocurrido empezó a crecer, en parte sobre un relato tergiversado. Fue un ministro, Eleuterio Maisonnave, quien ejerció de altavoz para el bulo, deformando los hechos con agentes extranjeros, monjas violadas, curas ahorcados en farolas y concejales arrojados desde el balcón. Nada de eso se demostró después ni en el juicio ni en los análisis históricos.
Pero con esas imágenes ya fijadas, en otoño regresó la Guardia Civil. Sólo en la redada del 1 de noviembre hubo más de 100 detenidos a los que hicieron ir andando a la cárcel de Alicante. Hubo 717 encausados, aunque algunos nunca fueron identificados, y por la prisión pasaron al menos 289. De paso, los empresarios rebajaron los salarios.
Tras cuatro años sin derecho a defensa, llegaron los primeros indultos. Ese goteo se combinó con salidas en libertad condicional. Catorce años después de los hechos, los últimos 20 procesados fueron absueltos. “La mayoría habían sido encausados por delaciones anónimas pero cuando hubo que declarar en el juzgado muchos se echaron atrás”, explica Fernández. “Hubo lucha, se encarnizaron las pasiones, y se cometieron excesos, aunque no tantos como por entonces pregonó la fama”, admitió en sus memorias Pi i Margall, presidente del Gobierno durante el alzamiento.
Auge y olvido
La revuelta tuvo inicialmente un gran impacto. “El New York Times le dedicó una página y también los grandes periódicos europeos”, explica Fernández. “Se generó un gran mito. Los petroleros de Alcoi aparecían en todos lados, en el cantón de Cartagena, en Cádiz… Pérez Galdós, cuando novela el asesinato de Prim, se lo atribuye a alcoyanos y (Friedich) Engels lo usa para cargar contra (Mijaíl) Bakunin y los suyos”, repasa.
Pero, a diferencia de la Semana Trágica de 1909, la huelga de La Canadiense de 1919 o la Revolución de Asturias de 1934, El Petrólio no ha trascendido, algo para lo que Fernández aporta una posible explicación. “Dos cosas lo diluyeron. La historiografía lo incluyó como una secuela de la Comuna de París, lo que tiene sentido, pero también como parte del Cantón de Cartagena, algo que para mí no lo tiene porque eso fue una insurreción federal y esto un levantamiento obrero”, sostiene. El primero en España.
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