Jorge Mataix-Solera, experto en suelos forestales: “Los incendios de ahora empezaron hace medio siglo”
La despoblación, el abandono agrícola y los efectos del cambio climático generan un cóctel explosivo, según el presidente de la Sociedad Española de la Ciencia del Suelo
Las brigadas de extinción han trabajado a destajo para controlar el primer gran incendio de la temporada en la Comunidad Valenciana, que ha consumido 4.700 hectáreas de bosque en Castellón. No es el único episodio; el fuego arrasó el año pasado más de 33.000 hectáreas en Alicante y Castellón. ¿Cómo debe gestionarse el monte para evitar estas catástrofes? “El problema de fondo es que llevamos décadas de abandono del medio rural por la despoblación y sin una adecuada gestión forestal”, considera Jorge Mataix-Solera, catedrático de Edafología (ciencia que estudia el suelo) de la Universidad Miguel Hernández de Elche y presidente de la Sociedad Española de la Ciencia del Suelo. El bosque está recuperando el espacio que, en el caso mediterráneo, ocupó la agricultura. “Tenemos mucha masa forestal, mucha continuidad, una gestión forestal deficiente y los efectos del cambio climático, con sequías y olas de calor más tempranas y prolongadas. Todo ello genera un cóctel explosivo”. añade este experto en suelos forestales.
La Comunidad Valenciana tiene una orografía muy compleja y puntos con bosques muy cerrados, de acceso complicado por las pendientes o barrancos que los rodean y a los que no se puede acceder a pie; solo pueden atajarse, en caso de incendio, con descargas aéreas y esperando a que se quemen en parte. “Hoy hay menos incendios que en la década de los 80 o 90, pero algunos se han vuelto catastróficos, queman mucha más superficie de la que ardía décadas atrás, cuando había más discontinuidad”, reconoce el investigador. Así que, cuando esos siniestros se escapan al control, son gigantescos y muy destructivos.
Es desolador ver un paisaje arrasado por las llamas y su recuperación depende de muchos factores. “Si entendemos por recuperación tener el mismo bosque que ha ardido, se tardará como mínimo la edad que tuviese esa masa forestal; pero en un clima mediterráneo y en un ecosistema tan adaptado al fuego como este en pocos años puede darse una cierta recuperación”. Mataix-Solera insiste en que el fuego, a no ser que sea muy destructivo, forma parte del ciclo natural. “El problema es que tenemos algunos siniestros que están fuera de ese régimen natural”. Es tan anormal que se quemen cada 15 años como que ocurra cada 200. “El ecosistema mediterráneo está muy preparado para el fuego, pero no para cualquier tipo de fuego”, puntualiza.
La gestión forestal más adecuada para prevenir incendios tan virulentos como el originado en Villanueva de Viver es crear escenarios que no le sean propicios. Es decir, no tener masas boscosas tan homogéneas y conseguir un paisaje más de mosaico. La agricultura, los terrenos cultivados, también los de secano, en torno a los municipios, actuarían a modo de cortafuegos. “Una discontinuidad que evite que, si se desata el fuego, los bomberos puedan controlarlo porque el fuego es un drama ambiental pero, sobre todo, social y económico para la población del lugar”, asegura el profesor.
Mataix-Solera advierte, eso sí, que los cambios no se van a ver de forma rápida. “No vamos a arreglar en dos años lo que no se ha hecho en 50. Los siniestros que vemos ahora empezaron hace medio siglo, y la responsabilidad es un poco de todos. Una negligencia que antes supondría un pequeño incendio, ahora se convierte en una catástrofe”, constata. “Más del 90% de los técnicos y especialistas relacionados de un modo u otro con estos fuegos tienen una visión parecida, hay que hacer más gestión forestal, evitando que sea agresiva, con, entre otras cosas, por ejemplo, más quemas prescritas en puntos estratégicos, son como una vacuna para que no se dé un gran incendio. También dar otros usos al suelo porque al fuego le encanta un bosque continuo, de una sola especie y de la misma edad; es una alfombra perfecta para que las llamas se propaguen con rapidez”, asegura. “A veces, que se quemen algunos cientos de hectáreas en un incendio puede suponer una oportunidad de gestión del territorio a medio y largo plazo que contribuya a ir creando ese mosaico y evitar que ardan miles de hectáreas de manera catastrófica”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.