Matthieu Saglio, el chelista que vino de Bretaña y se enamoró de Valencia
Este ingeniero abandonó su pasión agrícola hace 20 años por amor y por la música
El francés Matthieu Saglio, de 45 años, se frustró cuando en la escuela de música le negaron la flauta travesera. “Era un niño y tenía las manos demasiado pequeñas como para empezar con el instrumento que le veía tocar a mi tía. Había que esperar uno o dos cursos”, recuerda para EL PAÍS. Entonces vivía en la Bretaña francesa, en un hogar familiar que se parece en algo a la casa estudio en Godella desde donde responde a esta entrevista: “allí también estaba sonando música todo el día. Sobre todo la clásica y ópera, aunque recuerdo que el favorito de mi hermana y mío era el debú de The Specials”. La banda de Terry Hall, fallecido hace unos días, infundiría en él su amor por la coctelera estilística, la indiferencia ante fronteras políticas de un lenguaje que le ha permitido dar varias vueltas al mundo con Jerez Texas, en solitario y con su cuarteto, que publicará nuevo disco en primavera tras el exitoso El camino de los vientos (ACT, 2020). No es habitual que un álbum de world music alcance los siete millones de escuchas en una plataforma como Spotify.
“Nunca creí que fuera a vivir de la música. Era una pasión, pero, incluso cuando ya había empezado a dar conciertos por el mundo, pensaba que mi vida volvería a estar en el campo. Estuve a punto de quedarme la finca de un agricultor que se jubilaba, al sur de mi país. Pero entonces nació Jérez Texas, me di cuenta de la calidad de vida que tenía en Valencia y, sobre todo, de que aquel noviazgo de erasmus que me había traído hasta aquí no tenía marcha atrás”, rememora entre risas. Los tres flechazos se produjeron entre 2001 y 2003, aunque el musical juntoa Ricardo Esteve y Jesús Gimeno les llevó a dar con este trío más de 500 conciertos en 25 países, haciendo de Jerez Texas una de las formaciones valencianas de mayor impacto internacional de todos los tiempos.
Curiosamente como en la trayectoria del malogrado Hall, la carrera de este chelista francés está vertebrada por la obsesión de mezclarse con otros. La discografía de Jerez Texas ya fue una exhibición de colaboraciones, de mixturas casi infinitas donde el flamenco y distintos palos del jazz daban paso a incursiones sonoras de casi cualquier latitud. Ofrecieron conciertos de América a Asia, de Namibia a los festivales de jazz más prestigiosos de Europa. “Empecé a retarme de manera íntima durante aquel tiempo. Quería probar cómo sería hacer un concierto completamente solo con el chelo”. En 2009 arrancó esa aventura en solitario acompañado de un sampler (grabador de sonidos) y los versos del periodista radiofónico Emilio Garrido. Los tentáculos de Saglio se desplegaron con otras formaciones del soul a la influencia árabe y se pasó la década con una media de 80 conciertos al año hasta que llegó la covid-19. “Nuestro mundo se detuvo. Como me dijo alguien entonces, los músicos que han superado este crac se pueden dividir entre los que perdieron la cabeza o los que hemos alcanzado la maestría zen en estabilidad mental y emocional. ¡Creo que estoy entre estos últimos!”, vuelve a explicar riendo.
La recuperación de la actividad en 2022 le ha dado la razón y, aunque la agenda todavía no alcanza el frenesí de 2019, la suma de sus actuaciones en solitario y con su cuarteto le ha devuelto al trajín de aeropuertos y logísticas. Es él quien gestiona la actividad de sus formaciones desde la que ya considera su tierra: “a menudo, cuando vuelvo de viaje, les intento explicar a mis hijos la suerte que tienen de vivir en Valencia. También a nivel de conciertos y de escena, porque este pasado año ha sido muy emocionante. No solo había muchos conciertos, ¡estaban llenos!”. El tono de agradecimiento de Saglio es constante, quizá influido por esa larga lista de formaciones y colaboraciones. Incluso, recuerda a aquellos que se interpusieron de manera azarosa en el camino que nos ha legado su música: “mis padres tampococ contaban con que no me dejaran tocar la flauta. Entonces, apareció por los pasillos de la escuela un anciano, un viejo profesor que les convenció de que probara con el chelo. Aquel hombre les encandiló, les causó ternura y es uno de esos vientos que irrumpe invisible para virar tu camino. ¡Y lo que nos quede por vivir!”.
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