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El complejo sudoku del Gobierno valenciano para llegar a las elecciones

Los tres partidos del Botánico liman sus estrategias para mantener el Ejecutivo cohesionado y mostrar a la vez los logros de cada uno

El president Ximo Puig (PSPV) junto a la vicepresidenta Aitana Mas (Compromís) y al vicepresidente Héctor Illueca (Unides Podem) tras llegar a un acuerdo para los presupuestos de 2023.
El president Ximo Puig (PSPV) junto a la vicepresidenta Aitana Mas (Compromís) y al vicepresidente Héctor Illueca (Unides Podem) tras llegar a un acuerdo para los presupuestos de 2023.Manuel Bruque (EFE)
María Fabra

Los gobiernos de coalición son complicados durante los mandatos, pero mucho más cuando se acercan las elecciones. En el caso del Gobierno valenciano del Botánico (PSPV, Compromís y Podem), las dificultades se multiplican porque los socios son conscientes de que van a seguir necesitándose más allá de los comicios si quieren repetir la configuración de un ejecutivo progresista en un territorio con el voto fragmentado. Los socialistas valencianos, el partido que aún lidera Mónica Oltra y la versión autonómica de Podemos se encuentran ahora en esa encrucijada del sudoku: hay que mantener el Gobierno cohesionado pero sin perder de vista la búsqueda y exhibición de los logros de cada uno.

La oposición ha querido vender la destitución de la consejera de Agricultura, Mireia Mollà (Compromís), la semana pasada, como una crisis de gobierno. La versión oficial sobre el cese es, precisamente, la contraria y se fija en la anulación de cualquier verso suelto que distorsione la estabilidad del Ejecutivo. Mollà, además de las diferencias con la dirección de su partido (Iniciativa, una de las tres patas de la coalición Compromís), criticó la gestión de dos consejerías –una en manos de los socialistas y otra dirigida por un miembro de su propio partido– sobre los proyectos de plantas fotovoltaicas y les acusó de los retrasos que sufren las autorizaciones. Es, probablemente, la punta del iceberg, pero sirvió para que Aitana Más, que sustituyó hace cuatro meses a Mónica Oltra como vicepresidenta y portavoz del Consell, diera un puñetazo sobre la mesa: hasta ahí. La contundencia de la decisión, comunicada a la afectada por teléfono, ha sido una sorpresa tanto fuera como dentro del partido. Y un aviso para navegantes. No puede haber grietas en los próximos seis meses cuando, previsiblemente, se convoquen las elecciones.

Fuentes socialistas y de Compromís apuntan, y confían, que hasta mayo exista un “blindaje”. El objetivo es “intentar ocultar las diferencias”, aunque existan, y esperar que uno de los socios no pretenda sacar pecho a costa del resto.

Un modelo que esquiva desavenencias

Con el mal ejemplo del tripartito catalán y el balear a la vista, el Botánico ideó, ya en 2015, un gobierno de mestizaje con el que evitar la creación de reinos de taifas, de carteras monocolores que, en un gobierno en el que no hay departamentos estancos que se puedan gestionar al margen del resto, llevaran a la toma de decisiones que luego chocasen con el resto del Ejecutivo. Así se dibujó algo parecido a una cremallera: si el consejero es de un partido, el secretario autonómico, número dos en responsabilidad, lo es de otro. De esta manera, los desencuentros se negocian en el seno de las mismas consejerías y los posibles enfrentamientos se superan antes de llegar al pleno de Consell. Este sistema de integración ha funcionado en muchas ocasiones, pero no en todas.

En cualquier caso, el Botánico llegará a las próximas elecciones con ocho presupuestos aprobados, algo de lo que no pueden presumir en todas las comunidades. Pero cada partido tiene una mochila que gestionar y unas previsiones, según las encuestas, muy al límite.

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El frente de Puig con Sánchez

La Comunidad Valencia es para el PSOE la autonomía más poblada en la que gobierna. Pese a que la Generalitat valenciana ha recibido más fondos del Estado de los que había obtenido nunca, la sensación es de “falta de cariño” del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, hacia el presidente regional, Ximo Puig. Por una parte, Sánchez no ha logrado la reforma del sistema de financiación, por la que los valencianos llevan clamando años, y, por otra, ha protagonizado críticas, como la última explicitada por el Gobierno, sobre la reforma fiscal planteada por Puig. Quizá por ello, el líder del Ejecutivo valenciano piensa en una campaña más personalista que partidista. Más Puig y menos PSOE, con la intención de revertir, además, la tendencia de castigo a Sánchez.

Compromís anda revuelto desde la dimisión de Mónica Oltra y ante la posibilidad de que esta pueda reengancharse a las listas si la justicia, que le investiga por la gestión del caso de abusos de su exmarido a una menor titulada, le libera de la imputación. La dirección de una coalición formada por tres partidos y el equilibrio de fuerzas, tanto orgánica como institucionalmente, no es sencilla. Pero la contundencia y firmeza de Aitana Mas, no solo con la destitución de su compañera de formación, han puesto sobre aviso a sus socios de coalición. Hasta donde pueda, no va a permitir que se exhiba una coalición débil.

En Podem, la situación no es menos complicada. En la Comunidad Valenciana acudieron a las urnas de la mano de Esquerra Unida y las encuestas que otorgan unos resultados que, incluso, podrían dejarles a las puertas de las Cortes Valencianas. Entre ellos tampoco reina la paz, pero ambos son conscientes de que, por separado, no lograrán representación alguna. Sus relaciones con Compromís han mejorado a lo largo de la legislatura, pero no tanto como para acudir, todos juntos, en una lista conjunta.

Mientras, en la oposición, el presidente del PP valenciano, Carlos Mazón, sigue buscando su sitio después de apoyar, sin fisuras, al expresidente popular Pablo Casado, quedando así fuera del núcleo cercano a Alberto Núñez Feijóo. Ciudadanos refleja la misma descomposición que en el resto de España y Vox confía en arrastrar a los desencantados de PP y Ciudadanos y mantiene su crítica excéntrica en el parlamento valenciano.

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