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POLÍTICA VALENCIANA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

A propósito del Botánico, de sus grietas y deslealtades

Linda con lo homérico que la segunda edición del Gobierno valenciano de izquierdas pueda aguantar, en estas condiciones de desgaste, hasta la primavera de 2023

Amparo Tórtola
El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, la vicepresidenta, Mónica Oltra, y vicepresidente segundo, Héctor Illueca, posan en el acto de toma de posesión de este en el Palau de la Generalitat.
El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, la vicepresidenta, Mónica Oltra, y vicepresidente segundo, Héctor Illueca, posan en el acto de toma de posesión de este en el Palau de la Generalitat.Rober Solsona (Europa Press)

Existe el consenso generalizado de que la cronología del malestar entre los dos principales partidos del Gobierno del Botánico -PSPV-PSOE y Compromís- arrancó en 2019, cuando el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, convocó anticipadamente las elecciones autonómicas para hacerlas coincidir con las generales. Lo hizo sin evacuar consultas previas con su socia y vicepresidenta, Mónica Oltra y, para más inri, a sabiendas de que dicho adelanto podía perjudicar a Compromís. Como así fue. La coalición nacionalista restó más de 13.000 votos (dos diputados menos) a los resultados obtenidos cuatro años antes, en 2015. No le fue mejor el adelanto a Podemos, formación que perdió en la cita avanzada de 2019 el apoyo de 67.000 electores valencianos (cinco diputados menos). Aunque fuera del Consell, la organización liderada entonces por Pablo Iglesias había actuado durante la primera legislatura del Botánico como un leal socio parlamentario del ejecutivo autonómico.

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Por el contrario, el PSPV-PSOE, apoyado en el tirón de Pedro Sánchez, en estado de gracia electoral en 2019, sumó a su saca cerca de 135.000 papeletas (cuatro diputados más) respecto a los anteriores comicios. El resultado de los socialistas valencianos avaló la decisión de su secretario general. También ensanchó las grietas que ya habían surgido con anterioridad entre los socios del Consell.

La primera legislatura de un bipartito de izquierdas en la Comunidad Valenciana, tras varios lustros de gobiernos del PP, no fue, para nada, un oasis. Desde el primer momento quedó claro que esa fórmula a la valenciana denominada “mestizaje”, una suerte de equilibrado reparto de poder entre socialistas y nacionalistas en cada uno de los departamentos del Consell, no funcionaba con la fluidez exigible.

La hemeroteca da cuenta de algunos -no todos- de los desencuentros y crisis que se produjeron entre 2015 y 2019 en el seno del Consell. Por tanto, la convocatoria adelantada de elecciones, considerada “desleal” por los dirigentes de Compromís, sí es un hito destacado en esa cronología del malestar, pero ni mucho menos lo inauguró.

El Gobierno del Botánico ha seguido navegando en su segunda legislatura, ahora ya con el concurso de Unidas Podemos, en un chapapote de intrigas, maledicencias y deslealtades que, dicho grosso modo, son el fiel reflejo de unos socios condenados a entenderse, aunque no se soporten, porque la voluble aritmética electoral, poco dada a alumbrar mayorías absolutas, así lo exige.

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Sabiendo todo esto, que lo saben, una se cuestiona qué tienen en la cabeza los socios del Gobierno valenciano para despacharse los últimos días con la frivolidad que lo han hecho a cuenta de diversos asuntos que sirven de munición y regocijo a la oposición, al tiempo que traslada a la opinión pública la imagen de un Consell infestado de enemigos que sigue en pie por la inercia que proporciona tener el poder.

Ximo Puig repetirá como presidente del Consell si en las próximas elecciones, se convoquen cuando se convoquen, su partido mantiene o incrementa el apoyo electoral, y si sus socios corren la misma suerte, se presenten estos bajo la fórmula que decidan, lo que aún está por concretarse en los próximos meses. Las negociaciones para gestar una gran coalición de la izquierda a la izquierda del PSOE avanzan a ritmo lento, como la colada volcánica de La Palma, pero avanza. Como avanza el PP valenciano (PPCV) en su estrategia de ocupar espacio mediático y marcar la agenda política, bien inundando las calles con cartelería promocional de su nuevo líder, Carlos Mazón, bien presentando una reforma fiscal a la valenciana que suena a dulce melodía en los oídos de una ciudadanía confundida y hastiada. Ignoramos si lo suficiente como para admitir los supuestos beneficios que para el mantenimiento de los servicios públicos supondría la notable bajada de impuestos -y la correspondiente merma de ingresos- que propone el PPCV. Retengan este dato dado a conocer por el Observatorio de Emancipación Juvenil del Consejo de la Juventud de España esta misma semana: más de la mitad de los jóvenes valencianos en situación de desempleo está en riesgo de exclusión social o de caer en la pobreza. La presidenta valenciana del Consell Valencià de la Joventut, Cristina Martínez, subrayó: “Desde la crisis de 2008 hasta la actualidad, estamos asistiendo a la cronificación de la pobreza y la precariedad entre la juventud, sin que las instituciones adopten medidas contundentes para revertir esta tendencia”.

Que la elaboración de la ley de Presupuestos del próximo año requiera la constitución de una comisión especial integrada por representantes de los tres partidos que integran el Consell es la prueba palmaria de que este tiene vías de agua que ni el más experto calafate sería capaz de taponar. ¿Tan complicado es que el presidente Puig y sus dos vicepresidentes, Mónica Oltra y Héctor Illueca, se sienten y definan cuáles deben ser las líneas maestras del documento presupuestario? A lo que se ve, sí. ¿Era preciso que el mismo día que Puig se desplazaba a Sevilla para escenificar un pacto en materia de financiación con su homólogo andaluz, sus dos vicepresidentes revitalizaran, sin aviso previo, la propuesta de implantar la tasa turística en la Comunidad Valenciana que incomoda al PSPV-PSOE? Sí, parece ser que sí lo era. Minuto y resultado: Puig, cabreado por haber sido pagado con la moneda de la deslealtad. ¿Les suena? Oltra, suponemos que eufórica por haberle reventado a Puig su cumbre andaluza. Illueca, bueno, el vicepresidente por la cuota de Unidas Podemos ha hecho un máster desde su reciente desembarco en el Consell sobre usos y costumbres en el Gobierno del Botánico. Tampoco él estaba avisado del anuncio de la tasa turística. Le faltaron reflejos para distanciarse del tema. De la “encerrona”, según denominación empleada por personas de su confianza.

Veía muy remota la opción de un adelanto electoral en la Comunidad Valenciana. Hasta esta semana. Linda con lo homérico que la segunda edición del Gobierno del Botánico pueda aguantar, en estas condiciones de desgaste, hasta la primavera de 2023.

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