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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Entusiasmo político sin fisuras

La elección de Volkswagen es una decisión empresarial en atención a un centenar de parámetros que Sagunto cumplía sobradamente frente a las otras opciones

Amparo Tórtola
El presidente del consejo de administración de la empresa, Thomas Schmall, y el CEO de Seat y Cupra, Wayne Griffiths, esta semana cuando anunciaron que su planta de baterías se instalaría en Sagunto.
El presidente del consejo de administración de la empresa, Thomas Schmall, y el CEO de Seat y Cupra, Wayne Griffiths, esta semana cuando anunciaron que su planta de baterías se instalaría en Sagunto.EUROPA PRESS (Europa Press)

La reacción inteligente ha triunfado esta semana frente a esa habitual estolidez que se manifiesta en actitudes muy básicas: todo lo que hace el Consell está mal y todas las propuestas de la oposición hieden. Puro tribalismo político.

Con el anuncio de instalar en Sagunto (Valencia) su gran planta de baterías para coches eléctricos, el grupo Volkswagen-Seat ha estimulado la unanimidad política que ni los momentos más dramáticos de la pandemia lograron arrancar a nuestros próceres, cuando los muertos diarios se contaban por decenas en la Comunidad Valenciana.

Lo de Seat no es “una buena noticia”. Es “la buena noticia”. La mejor en lustros. Así lo han valorado todos los grupos políticos con representación en las Cortes Valencianas. Y, aunque es mejor huir de los relatos épicos construidos con diligencia por los exégetas del Consell, prestos siempre a colgarse una medalla, tampoco es cuestión de restar cualquier mérito al Gobierno del Botánico.

A ver si nos aclaramos: que la Comunidad Valenciana haya sido el territorio elegido frente a Extremadura o Cataluña responde a una decisión empresarial en atención a un centenar de parámetros que Sagunto cumplía sobradamente frente a las otras opciones. A destacar, su situación geoestratégica y sus buenas conexiones. Que desde el Gobierno de España se valoraban con más que notable interés las candidaturas de Extremadura, por aquello de dar contenido a la España vaciada, o Cataluña, para seducir al Ejecutivo catalán, también es cierto. Que desde el Consell se ha puesto alma, discreción y empeño en darle lustre a la postulación saguntina y facilidades al “jurado”, no es menos cierto.

En términos de oportunidad política, la gran noticia llega en un contexto marcado por la guerra de Ucrania, la inflación, la crisis energética, la conflictividad laboral y la pandemia persistente. Es decir, en un contexto de miedo, fatiga e inseguridad. Los 3.000 puestos de trabajo directos y los más de 10.000 indirectos que promete la puesta en marcha de la gigafactoría proyectan un futuro menos desolador en la Comunidad Valenciana del que se vislumbraba hace apenas una semana. Tampoco supone la apuesta de Volkswagen la cura para todos nuestros males: la deuda de la Comunidad Valenciana superó hace tiempo el umbral de los 50.000 millones de euros, lo que se traduce en una deuda por habitante superior a los 10.000 euros; seguimos siendo la autonomía peor financiada del Reino de España y no hay atisbos de reparación inmediata de esta descabellada anomalía; y nuestra tasa de exclusión social —la suma de pobreza y desigualdad de toda la vida— se disparó con la pandemia y se recrudecerá al calor de una guerra que se libra a 3.500 kilómetros de distancia. Se llaman efectos colaterales.

Cuando en breve los partidos pongan en marcha sus maquinarias electorales de cara a los comicios autonómicos y municipales, deberán tener en cuenta que el mundo de ayer ya no existe. Quedó arrasado por una pandemia y una guerra de desenlaces inciertos. Sagunto, una vez más, resiste.

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