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POLÍTICA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Govern del Botànic: de postureo en postureo

Sucede que hay mucho nerviosismo y preocupación porque los números de algunas encuestas no son benévolos para los socios del PSPV-PSOE

Amparo Tórtola
El presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, y la vicepresidenta, Mónica Oltra, en las Cortes.
El presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, y la vicepresidenta, Mónica Oltra, en las Cortes.Mònica Torres

Decía hace unos días Pablo Echenique, portavoz de Unidas Podemos, que el desacuerdo “es el pan nuestro de cada día; excepto en la última reunión, que siempre llegamos a acuerdos”. El dirigente morado resumía en modo cáustico las explícitas desavenencias y posteriores reconciliaciones que jalonan el devenir del gobierno de coalición -PSOE-Unidas Podemos- presidido por Pedro Sánchez.

Ambos socios ventilan sus conflictos públicamente y los divulgan en abierto a través de las redes sociales. Cuando la tensión alcanza tal nivel de decibelios que la opinión publicada empieza a hablar de “explosión de la coalición” y “elecciones anticipadas”, la crisis se reconduce. Hasta la siguiente. Sus protagonistas saben que están obligados a entenderse. Estos festivales de pirotecnia verbal tienen dos objetivos: que los protagonistas marquen sus territorios políticos para soslayar cualquier signo de debilidad y mantener prietas las filas entre los propios.

En el gobierno valenciano de coalición a tres bandas -PSPV-PSOE, Compromís y Unidas Podemos- la dinámica aparentemente rupturista también es “el pan nuestro de cada día”. En el último momento siempre salvan los trastos y los socios se dan una nueva oportunidad para el entendimiento. Empezaremos a tomar en consideración las discrepancias el día en que el presidente del Consell del Botànic, Ximo Puig, haga una crisis de gobierno y cese a un par de consellers no socialistas, o cuando sus socios decidan abandonar el ejecutivo y dejar al PSPV-PSOE al frente de un gobierno en minoría. Decisiones de política ficción que, sin embargo, cuentan con apologetas entre las parroquias de cada formación. Mientras tanto, todo este postureo de crisis y desacuerdos, ahora a cuenta del proyecto de Ley de Presupuestos 2022, no es más que un brindis al sol y soplar al caldo helado. Cero credibilidad. La vicepresidenta Oltra ratificó el pasado viernes, en la habitual rueda de prensa tras el pleno del Consell, que sí, que este está blindado “a prueba de bombas”. El cansancio de su gestualidad insinuaba más de lo que sus palabras expresaban.

Sucede que hay mucho nerviosismo y preocupación porque los números de algunas encuestas no son benévolos para los socios del PSPV-PSOE, y crece el temor a perder pie electoral de cara a las próximas elecciones autonómicas. Llevan años en este negocio y todavía no han entendido que sin la tensión provocada por una convocatoria electoral en firme, los estudios demoscópicos son poco más que papel mojado. Sí, pueden apuntar tendencias, pero esas predisposiciones precisan de la proximidad de una cita con las urnas para mostrarse en todo su esplendor.

¿Hay cita con las urnas autonómicas? No. ¿La habrá en breve? No lo sabemos. No creo que lo sepa ni el responsable de decidirlo, Ximo Puig, quien, por otro lado, no elegirá fecha sin antes consultarlo con su jefe de filas, Pedro Sánchez, y obtener el plácet correspondiente. Como hizo en 2019. A ver si alguien se cree que los barones socialistas, o los del PP, actúan por libre y convocan elecciones cuando se lo pide el cuerpo. De eso nada. Acertar con el momento de cada convocatoria electoral, atendiendo a los márgenes que marcan la ley, es un complejo sudoku que exige coordinación y atender contextos más allá del espacio electoral propio.

A la espera de que se apruebe el proyecto de Ley de Presupuestos 2022 -los más importantes de la legislatura dado el contexto de crisis derivado de la pandemia- nos preguntamos a qué esperan nuestros responsables políticos para tomar decisiones ante el nuevo rostro que la covid viene mostrando en las últimas semanas. Sube la incidencia acumulada, hay repunte de nuevos casos, se mantiene el número de irreductibles que han renunciado a vacunarse, llega el frío del invierno, aumenta la convivencia en espacios cerrados y poco ventilados, y aquí vivimos como si el virus ya fuese una pesadilla del pasado. Y no. Acabo de estar en Italia y en el país alpino te piden el pasaporte covid para acceder a establecimientos públicos, además de exigirlo a todos los trabajadores, ya presten sus servicios en empresas privadas o en el sector público. El ejecutivo italiano adoptó esta medida a pesar de la contestación interna, que la hubo y fuerte, por parte de los antivacunas y la extrema derecha. Evitar brotes, alcanzar una inmunidad alta y proteger la economía son los objetivos a los que queda supeditada cualquier otra consideración. Si el gobierno de España no se decide a hacer lo propio, que sería lo suyo, el ejecutivo valenciano dispone de margen para adoptar decisiones que alejen la amenaza de una nueva ola pandémica. A ver si se ponen de acuerdo o se abre una otra crisis de postureo.

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PD: Horas después de escribir este artículo, se produjo la “última reunión“, la del acuerdo presupuestario. Habemus proyecto para el próximo ejercicio. A esperar la próxima crisis. Aún quedan meses de legislatura.

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