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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

A Ausias March lo que es de Raimon

Sin el cantante, el poeta no existiría, su simbólico verso ‘Veles e vents’ sería clandestino y el edificio de Chipperfield se llamaría Rey Juan Carlos, Príncipe Felipe o en ese plan

Raimon en casa del poeta Salvador Espriu en 1966.
Raimon en casa del poeta Salvador Espriu en 1966.
Miquel Alberola

Veles e Vents es uno de los edificios contemporáneos más emblemáticos de Valencia. Ya casi resulta imposible referirse a la ciudad sin mencionarlo. En el reverso de la postal están los metadatos: a través de la arquitectura y el nombre, trata de resolver dos asignaturas civiles pendientes: la complicada relación de Valencia con el mar desde los últimos 50 años y el insuficiente reconocimiento de uno de sus poetas más expresivos, Ausias March. Pero el edificio, en puridad, no debe su nombre directamente a que ese sea uno los versos más evocativos del poeta (que lo es) ni que viniese a cuento por la America’s Cup (que venía), sino a un hecho que ha sido anestesiado (cuando no tachado) de la perspectiva. Y no es otro que ese edificio, en realidad, debe su nombre a Raimon.

Ausias March no existiría sin el cantante y su simbólico verso sería clandestino. Él descubrió a la mayoría de los valencianos que teníamos un poeta medieval que escribía en nuestro idioma frases tan estrictas y a la vez tan potentes como Veles e vents. Más allá del microscópico reducto erudito, nadie sabía quién era Ausias March. El poeta no constó a casi ningún efecto hasta que en 1970 Raimon puso en solfa sus versos y les dio su voz en un disco con una sugestiva carga de profundidad para varias generaciones: Per destruir aquell qui l’ha desert. Sin Raimon, el edificio de David Chipperfield se hubiera llamado Rey Juan Carlos, Príncipe Felipe o en ese plan. Y eso también hay que agradecérselo.

Raimon rescató a Ausias March de la omisión, de la indiferencia, del fósil en el que lo había encapsulado una tierra desustantivada y aplastada por la apisonadora del Decreto de Nueva Planta y el asfaltado uniformador del franquismo. Le extrajo todo el néctar lírico, resucitó su fuerza expresiva, lo paladeó con su voz y lo elevó con sus canciones a la consideración que ahora merece en la literatura. Quizá por eso Salvador Espriu (en un corporativismo a prueba de siglos y relojes) le dio las gracias en nombre del que ahora es el principal poeta valenciano y uno de los máximos exponentes de la literatura en catalán. Como un ejemplo de orgullo para (todos) los valencianos. Como una referencia de reconciliación con una tierra que suele ser ingrata con sus hijos más brillantes.

La predilección de Raimon por March, sin embargo, no limitó su labor de descubrimiento y difusión de otros escritores que tampoco figuraban en nuestros libros de texto, como Joan Roís de Corella, Jordi de Sant Jordi, Joan Timoneda, Mossèn Estanya o Jaume Roig. Llenó de vida y sentido nombres sepultados en el árido de relleno en que nos hemos convertido los valencianos en España. A lo largo de su carrera Raimon también ha sufrido intentos de encapsulamiento como el de Ausias March, a pesar del servicio que ha prestado a la sociedad valenciana rescatando las páginas y los nombres más brillantes de su literatura clásica (y no) y poniendo en bandeja el título de su canción Veles e vents para el edificio que representa la reapertura de la ciudad al mar y ya tantas cosas. Pero esos tejemanejes, más o menos cavernarios y recurrentes, nunca han podido desmerecer su trabajo ni su aportación a su tierra.

El relato de la importancia, vigencia y trascendencia social del cantante, si bien muy sintetizado, también está ahora al alcance de la mano en el portal web que acaba de poner en funcionamiento la Fundació Raimon i Annalisa, encargada de preservar el patrimonio artístico y personal de su larga carrera profesional y de difundirlo y proyectarlo hacia el futuro como un foco de actividad cultural abierto a la sociedad. Si la figura de Raimon es clave para explicarnos como valencianos desde el túnel de la dictadura a la sinuosa montaña rusa del autogobierno, el futuro Centre Raimon d’Activitats Culturals, de próxima apertura en el convento de Santa Clara de Xàtiva, será una estación ineludible no solo para conocer la dimensión internacional y el impacto de una obra que se sitúa en la intersección de la música, la pintura, la escultura, la literatura y el compromiso cívico, sino también para entendernos como pueblo.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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