Ferran Palau: “La vida envía señales que has de seguir”
Con letras que reflejan la creciente crudeza del mundo y un sonido que se adecúa a su progresiva sordera, el orfebre del intimismo edita su octavo disco

Si la vida es cambio, Ferran Palau (Esparraguera, 1984) está más vivo que nunca. En su octavo elepé ha desprovisto sus canciones de bajo y batería, sin perder el carácter poético y críptico de sus letras ha introducido posicionamientos personales ante un mundo crudo, injusto y áspero y ha conseguido que su música de por sí pausada parezca flotar ingrávida sobre un suave tejido de instrumentación en el que no hay solos de guitarra y sí reverberaciones. Si cabe su voz suena más cercana e íntima, “algo diminuto en un paisaje espacioso”, acierta al definir el sonido de Aniversari feliç, álbum que aparecerá en plataformas el día de su 43 cumpleaños, el 24 de enero. Desde hace semanas el disco en vinilo ya está a la venta. Sobre todo ello charla en su casa de Collbató, bajo la imponente sombra de Montserrat.
Pregunta. ¿Qué ha pasado en su vida para explicar tal evolución?
Respuesta. La vida da señales que has de seguir. Lo que sientes o te ocurre son pistas que yo no he ignorado. Por un lado el mundo ha cambiado mucho en poco tiempo y hace unos meses me sentí estúpido cantando mis canciones en un especial sobre Gaza y pensé que había de reorientar mi forma de escribir. Por otro se ha intensificado la dolencia que me limita la escucha y los sonidos se convierten en estruendo en mi cerebro, de manera que el bajo y la batería se convertían en un ruido insoportable. Además siempre que busco respuestas las encuentro quitando elementos de mi música, desnudándola.
P. Leyendo sus letras en la tradición que usted ha acuñado, siguen pareciendo reflexiones personales sobre el amor, el desamor, la muerte o el paso del tiempo.
R. Se pueden leer así y me parece bien, nunca he querido ser demasiado explícito en el significado de lo que canto, pero aunque no me interese clarificarlo, Ei que tal? habla de la híper normalidad en medio del colapso de un sistema como el nuestro, Bang bang tiene el trasfondo de un asesinato machista, Jo al teu lloc narra una historia que no explico sobre la eutanasia, Tan feliç refleja la empatía hacia los demás, las personas que vienen de fuera y Un dia de sol refleja la pérdida de tu pareja en un accidente. La primera frase que escribí del disco es “I calaré foc a tantes coses”, la primera que suena. Son canciones que me hacen sentir en mi lugar ante los cambios de la sociedad, pero no son canciones protesta.
P. Desde luego no se trata de mensajes explícitos ni beligerantes.
R. Yo no me sentiría cómodo en un mensaje explícito, creo que así las canciones pierden tridimensionalidad, se convierten en algo plano. Lo respeto, pero no va conmigo. Yo no sé muchas cosas, no puedo hablar de ellas y además soy contradictorio, lo normal viviendo en esta sociedad. Hay muchas cosas que conecto con la espiritualidad. Para mí la fe es un dogma, una respuesta inamovible, una cárcel, mientras que la espiritualidad es lo contrario, abrazar el no tengo ni idea y sin embargo puedo vivir a pesar de ello. La espiritualidad es convivir con la incertidumbre, estando aquí con el hecho de que no somos nada y no sabemos nada. La fe es la respuesta inmediata a todas las dudas existenciales, un catálogo de soluciones, es casi infantil. La religión me parece fascinante y Santa Ferida [disco editado en 2015] está lleno de referencias religiosas, pero soy más espiritual que religioso.
P. Tras las aparentes casualidades suele haber explicaciones que contradicen lo fortuito, pero esta vez han coincidido un cambio de enfoque en la escritura con un desvestimiento sonoro que hace más presentes voz y mensaje.
R. Este disco es tranquilo entre otras cosas a causa de mi sordera. La tengo hace años, desde los 20, y el oído ya operado ha empeorado y los sonidos se distorsionan más. Además el oído sano también está afectado y cada vez oigo peor. Por eso incluso conduciendo me he de poner tapones porque el sonido del motor me molesta. Se trata de evitar un deterioro rápido. Durante años no hice nada, y mis bajos y baterías eran profundos. Esta vez al salir de la consulta pensé que mi música también tenía que responder a estas circunstancias. Por añadidura hacía tiempo que sentía que en mi mochila sonora había demasiadas cosas.
P. ¿La dolencia le limita como compositor?
R. No creo que me limite como compositor. Igual sí en el futuro, pero no lo sé. Eso es aceptar la incertidumbre porque abrazo una actividad que no sé si podré seguir practicando, aunque le dedico todo mi tiempo y esfuerzo. Sigo apostando por la música. De momento no es un problema para componer. Y con los años me siento afortunado de tener una dolencia que me ha llevado a crear una música que de otra manera quizás no hubiese hecho. La sordera es una influencia directa en este disco, pero también en toda mi música.
P. La sencillez casi románica de la instrumentación, la ausencia de ritmo y la presencia de cuerda sí han variado su forma de cantar, su voz se siente más cercana.
R. En especial en directo. En estudio no proyecto la voz para varias personas, le canto a Jordi Matas, mi productor, guitarrista y primo, solo a él, que está escuchando la toma y por supuesto a quien la escuche ya grabada. Canto en relación privada con un solo oyente. Sin embargo, en directo cantas para más personas y es verdad que cuando quitas bajo y batería, la columna vertebral, el ritmo desparece y recae en las palabras y en los acordes de guitarra.
P. Y de ahí el sonido etéreo del disco.
R. La idea con Jordi, que es un maestro del sonido, era lograr una textura sedosa, voz muy cercana, mucha proximidad en contraposición con arreglos en segundo plano muy reverberados, pensábamos en algo muy pequeño en un universo muy grande, un motivo diminuto en un paisaje espacioso.
R. Y suena muy natural.
R. No hay maquinaria, metrónomos, es una experiencia cien por cien humana en un momento en el que el elemento humano es un valor en sí, cuando antes no lo era por natural. No hay afinaciones ni efectos, una voz y un micro, elementos sencillos hoy contraculturales, guitarras reverberadas que crean espacios. Sin solos, únicamente espacios. Un toque y el sonido se mantiene suspendido en el aire.
P. También es contracultural editar primero el vinilo y semanas más tarde llegar a las plataformas.
R. Nunca he sido panfletario, pero los actos artísticos y cotidianos son gestos: cómo editas los discos, en qué sello, etcétera. Publicar un disco en vinilo dos meses antes de que salga en plataformas es una postura. El disco físico es nuestra soberanía, el poco terreno que nos queda a los artistas. ¿Qué es hoy en día un sello independiente? Dependemos de cosas que no podemos controlar. Por eso un vinilo, más allá de la liturgia, tiene un mensaje. Cada vinilo es una póliza de seguro para mi música, que así no solo está en un soporte que puede desparecer porque una red o plataforma cierra.
P. ¿Y el fantasma de la portada? Evoca el que usó el Sónar como imagen en 2010.
R. Este disco, más que un cambio es un desnudarme, dejar lo esencial, podar el jardín, volver al núcleo de la canción. El fantasma es el espíritu de la persona. Y cuando en las redes has de estar siempre dando la cara, sacar un fantasma es evocar la no presencia. Lo del Sónar no lo sabíamos, pero es curioso que lo hayamos recuperado justo cuando ha pasado lo que ha pasado con el festival.
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