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Barcelona se regala un efímero Faro de Alejandría para iluminar la Copa del América

Un sensacional y hermoso despliegue de drones es lo mejor del espectáculo, seguido por una multitud en la playa del Bogatell

La playa del Bogatell, abarrotada de gente para ver el espectáculo de inauguración de la Copa del América de Barcelona, este jueves.
La playa del Bogatell, abarrotada de gente para ver el espectáculo de inauguración de la Copa del América de Barcelona, este jueves.Massimiliano Minocri
Jacinto Antón

La Copa del América es ese acontecimiento que mucha gente cree que se está perdiendo pero que, vaya, no encuentra el momento para seguirlo. Es verdad que la cita no ha conseguido sacarse del todo el sambenito de que es una convocatoria elitista y algo críptica en su desarrollo que poco tiene que ver con los intereses de la gente corriente, que, buscandomuchos piso, no está precisamente para megaveleros. También es cierto que podría decirse lo mismo de la Fórmula 1 y mira que esta es popular. ¿Habría que haber metido los barcos en el paseo de Gràcia como se hizo con los coches con tan buena acogida del público? Quizá sí, pero sólo le hubiera faltado eso a Collboni tras las críticas por aquello. La forma en que se ha desarrollado la competición hasta estos momentos no ha despertado el interés esperado. Pese al esfuerzo (y espectacularidad) de barcos y tripulaciones en los preliminares, lo cierto es que lo decisivo, el reto, el desafío de verdad, empieza ahora, el día 12, con los neozelandeses defensores de la copa (al menos todo el mundo ha aprendido ya a decir el América) enfrentándose al ganador de las Challenger Selection Series. El espectáculo eminentemente musical y lumínico Barcelona, faro al mundo, que ha dado el disparo de salida esta noche a la fase final, aspiraba a ser ese gran acontecimiento que hiciera que todas las miradas de la ciudad (y, sí, del mundo) se dirigieran a nuestro mar, concretamente a la playa del Bogatell donde se celebraba.

Y grandioso y deslumbrante ha sido sin duda, pese a todo el escepticismo que pudiera haber concitado, el espectáculo. Con momentos de una asombrosa belleza (también otros de iluminación navideña adelantada), como el despliegue de centenares de drones, lo mejor, que componían figuras en el cielo nocturno, impresionantes constelaciones que han hecho palidecer de envidia a la propia Casiopea. A destacar la mágica aparición en el cielo de una mantarraya gigante, de ¡la Sagrada Familia!, de una mujer gigante, o —no podía faltar— un velero de la regata, todo hecho con drones. Con toques Fura dels Baus, el espectáculo era creación de Hansel Cereza, que prometía algo único e irrepetible, y no ha defraudado.

Espectáculo de inauguración de la Copa América de vela de Barcelona en la Playa de Bogatell.
Espectáculo de inauguración de la Copa América de vela de Barcelona en la Playa de Bogatell. Massimiliano Minocri

El centro del espectáculo era la estructura montada en el espigón de la Mar Bella que gracias a los efectos lumínicos se ha convertido en un efímero Faro de Alejandría con el que Barcelona ilumina por fin la Copa del América. Como el legendario Faro egipcio, una de las siete maravillas del mundo antiguo, el faro barcelonés, hecho de la más moderna tecnología quiere no solo lanzar un destello de luz sobre los navegantes sino ser una apuesta por la cultura y la ciencia hermanadas sobre el rielante mar junto a la ciudad portuaria. La estructura, que a veces se volvía gaudiniana, disneylandeliana o recordaba el palacio de los elfos de un Tolkien con mescalina, presentaba también a ratos una imagen menos agradable de petroquímica, nubes de humo incluidas. La música creada para la ocasión por Albert Guinovart (con una pieza especial de Sílvia Pérez Cruz), interpretada por la Orquesta y coro del Liceo, la Escolanía de Montserrat, la soprano Sara Blanch y el tenor Arnau Tordera, y que ha alcanzado volúmenes wagnerianos ha conjurado frases del famoso Barcelona de la Caballé y el Mercury. Ha habido otros recuerdos del 92 en el espectáculo, como la alusión a los remos y remeros. La aparición de los Castellers de Vilafranca en medio de la estructura del faro ha despertado un aplauso espontáneo del público, que ha evidenciado comulgar con la sorpresa y el sentido de la maravilla del montaje en una noche en que la luna ha quedado eclipsada por los drones.

Una verdadera multitud ha seguido el espectáculo tanto sobre la arena, hasta el borde del mar, como en el paseo. Gente muy variopinta, turistas y locales, personas mayores y niños, incluso un tipo abrazado a su tabla de surf: no habrá encontrado mejor compañía. Los manteros y lateros desenterraban sus tesoros. En algunas zonas olía a porro. Al inicio, por megafonía, en catalán, castellano e inglés, se han dado algunas claves previas. El mar, el viento y la vela como protagonistas. La relación de la humanidad con el mar, el faro como símbolo de conocimiento y de “proyección de nuestros valores al mundo” así como “poesía visual y danza de los sentidos”. Más prosaicamente, se ofrecían recomendaciones de seguridad, se advertía que no había que meterse en el agua y que había que recoger la basura (“por favor, mantened la playa limpia”).

En última instancia Barcelona, faro al mundo, ha hecho lo que debía por la Copa del América. Ahora, todos a ver La fuerza del viento (1992), esa gran película sobre la competición con Matthew Modine y la inolvidable música de Basil Poledouris que mete tantas ganas de navegación y de barcos. Y a ver la regata.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.
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