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Miki Núñez: “Me encantaría presentar ‘OT’. Sería cerrar el círculo”

El cantante desvela que convive con un trastorno de la alimentación. “Me había desmayado por la calle por no comer”

Miki Núñez, en el piano del local Els Amics de les Arts de Terrassa (Barcelona).
Miki Núñez, en el piano del local Els Amics de les Arts de Terrassa (Barcelona).Albert Garcia

Llega a la entrevista solo, acompañado de su patinete eléctrico, como lo harían otros tantos jóvenes de su edad. Pero Miki Núñez, de 28 años, es conocido por media Cataluña y media España gracias a su aparición en Eurovisión o en programas como Operación Triunfo (OT) (TVE) o Eufòria (TV3). La cita con EL PAÍS es en Els Amics de les Arts, un emblemático local de su ciudad natal, Terrassa, que ya frecuentaba desde que era niño porque acostumbraba a ir a merendar después del colegio (a pocos metros), y de más mayor, hacer unas cervezas y unos juegos de mesa con los amigos o, incluso, ensayar en los locales que hay en la planta superior. “Intento hacer mucha vida de ciudad, me encanta Terrassa”, admite el músico, que comparte escena musical local con nombres como Lildami, Doctor Prats o D’Callaos.

Nacido el Día de Reyes de hace 28 años, es hijo de una profesora y un funerario. “Cuando lo explicaba de pequeño, me preguntaban si mi padre iba con una urraca y un metro, como en Lucky Luke”. Pero más allá de la anécdota, admite que ello le ayudó a tener una relación sana con la muerte y normalizar que es un hecho inevitable, aunque el miedo se mantiene. “Mis padres siempre decían que en las escuelas se debería hablar de la muerte y no explicar a los niños que el abuelo se había dormido”.

Asegura que tuvo una infancia “de 10″, aunque con una sombra: de pequeño tenía sobrepeso y siempre tuvo reticencias para enseñar su cuerpo y vestía con ropa ancha. Ya de más mayor, con 19 años, el psicólogo le dijo que tenía anorexia y bulimia. Se obsesionó con perder peso, poniendo su cuerpo al límite. “Me había desmayado por la calle por no comer y me había hecho varios esguinces en el tobillo, porque hacía tanto deporte que me mareaba y me desmayaba”. Miki ha tenido que aprender a convivir con este trastorno. “Todavía sigo con dismorfia, que es que ves una imagen diferente de lo que es, y te obsesionas con una parte del cuerpo. Y si no hago deporte tres o cuatro veces a la semana ya pienso que lo que como me engordará”.

Con el apoyo de su entorno, ha conseguido controlarlo gracias a una dieta sana y al deporte. “He llegado a la conclusión que la gente me ve bien, y me lo he acabado creyendo. Lo ideal sería que si una semana no hago deporte no me dé un pico de ansiedad. De momento no lo hemos conseguido, pero estamos en ello”.

Miki Núñez es quien es también gracias a sus padres. La madre le obligó a estudiar piano, guitarra y canto coral, porque veía que los niños que estudian música “tienen una sensibilidad especial para la vida”. “También me decían que la música me haría libre y yo respondía que libre era salir del cole e ir a jugar al futbol a la plaza. Y mi madre me decía: “imagínate que estás en una habitación encerrado con otro niño y un piano. ¿Quién es más libre, tú que puedes tocar el piano o el otro que no sabe tocarlo y se aburrirá?”

Pero dirigió su carrera académica hacia otro lado y empezó a estudiar el grado universitario Empresa y Tecnología. Rápidamente, vio que no quería pasar sus días cuadrando balances, y cambió a Magisterio; en esa época trabajaba dando clases de repaso y descubrió que disfrutaba enseñando. Pero cuando estaba en segundo curso se presentó al casting de OT… Y el resto ya es historia.

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Miki Núñez posa en el local Els Amics de les Arts de Terrassa.
Miki Núñez posa en el local Els Amics de les Arts de Terrassa.Albert Garcia

Con 22 años inicia una fulgorosa carrera con discos, giras internacionales, Eurovisión, televisión… Y hasta un libro, Dime tres palabras. “Cuando era pequeño y tenía miedo, así que para dormir mi madre me pedía tres palabras y con ellas montaba un relato. Más tarde yo hice lo mismo con mi hermano, mi pareja o mis amigos”. Cuando su discográfica le dijo que tenía la posibilidad de hacer un libro, tenía claro qué iba a hacer y ha recopilado las historias creadas durante estos años.

Asegura que desde 2018 solo ha tenido cinco días libres y necesitaría que el día tuviera 40 horas. La fama la lleva bien, excepto una cosa: los maleducados (tampoco soporta los mentirosos). Asegura que nunca dice que no a una foto, siempre que se pida con respeto. “Un día un hombre me pidió un autógrafo cuando estaba saliendo de la ducha en el gimnasio. Le dije que al menos me dejara que me vistiera. Y se sentó a mi lado con el móvil mientas yo me vestía. Me iba diciendo ¿Ya? ¿Ya? Finalmente, se hizo una foto y se fue, sin dar las gracias. O estás comiendo en restaurantes y te cogen por la espalda de repente, se hacen una foto y se van sin decirte nada”. El cantante lamenta que el precio que debe pagar por la fama es que algunas personas lo vean “como un muñeco de cera” o que es de propiedad pública.

Educación. Es lo que piensa Miki Núñez que falta en la sociedad. Por eso no descarta en un futuro acabar la carrera de Magisterio y, por qué no, acabar en un aula, rodeado de niños. “Es una profesión que me fascina. Y encuentro que hoy en día hay una gran falta de empatía y amor. Tengo muchas ganas de coger un grupo de niños y niñas y hacerlos crecer con estos valores”, admite el joven, que tampoco tiene problema en mostrar su lado más sensible y dejar caer alguna que otra lágrima por sus puntos débiles (las abuelas, animales o las guerras).

Pero a corto plazo sus planes son otros. A finales de verano sale su nuevo EP, del cual se conocen dos singles. Entre manos también tiene un nuevo proyecto “relacionado con la farándula”, que no detalla, y espera renovar al frente de la cuarta edición de Eufòria. Pero uno de sus sueños también sería presentar el talent show que lo catapultó a la fama, y aunque admite que lo vivió “desde el sufrimiento”, también fueron “los meses más bonitos” de su vida. “Me encantaría presentar OT, sería como cerrar el círculo”. La agenda, proyectos y planes de Miki no cesan. Finaliza la entrevista y lo detienen para proponerle uno de nuevo. “Ya descansaremos en el 2050″, admite con su perenne sonrisa.

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