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Govern de Cataluña
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Aterrizaje en Cataluña

El independentismo fue más allá de sus propias fuerzas y cuando se pierde el principio de realidad el descarrilamiento es inevitable

Parlament Catalunya
Sesión constitutiva del Parlament de la decimoquinta legislatura.Albert Garcia
Josep Ramoneda

Las elecciones europeas han desaparecido muy rápido del debate público español. Ya sólo queda Alvise como propina, como ejemplo de lo que puede darnos el universo digital y como recurso para distraer al personal, conforme demuestra el interés de Pedro Sánchez en el personaje.

Por su parte, a la derecha le conviene despistar, pasar página, por dos razones: porque los resultados no le han dado carga suficiente para hacer creíble su incesante reclamo de avance electoral y porque es una situación incómoda para el PP. En un momento en que en Europa se ha abierto el debate sobre qué deben hacer los partidos liberales y conservadores para frenar a la extrema derecha resulta que el PP en España gobierna con ella en varias comunidades autónomas. La ha reconocido como socia sin escrúpulo democrático alguno. PP y Vox han emprendido una relación de pareja política. Y lo seguirán siendo.

De modo, que después de los gritos de ritual de Feijóo exigiendo a Sánchez que convoque elecciones, lo que toca está ahora es dar forma institucional al resultado de las catalanas. Una ecuación simple: o Illa sale presidente con los votos de ERC y los Comunes o hay repetición electoral. Mientras, el PP, a punto de perder la batalla contra la amnistía, sigue instalado en la estrategia de la descalificación permanente.

Sabemos que la regla de la mitad más uno que, a través de las elecciones otorga el acceso al poder, favorece la polarización, simbolizada ideológicamente con el esquema derecha/izquierda. Pero la responsabilidad de los partidos políticos es la gobernanza. Que implica a los que ganan, pero también a los que quedan en la oposición y aspiran a hacerlo en un futuro. Les votamos para que hagan funcionar las instituciones. Ciertamente, corresponde a los perdedores ejercer el control y la crítica de los que están en el poder. Por tanto, estar atentos a los abusos, errores y desvaríos del que manda. Pero todos están concernidos por el principio de interés general, que debería ponerse por delante de las aspiraciones de cada casa. Y esto pasa por hacer efectivo el resultado de las urnas y no entrar en periodos de inacabable provisionalidad.

La ciudadanía tiene derecho a exigir que las instituciones funcionen. Y no resultan edificantes los ejercicios de obstrucción y parálisis, a menudo alimentados por los egos desbordados de sus propios protagonistas. No sólo de la confrontación vive la política. Es tan exigible la claridad en las propuestas en el debate de posiciones como la obligación de asegurar el funcionamiento de las instituciones. Y lo que toca ahora mismo en el parlamento catalán es completar el aterrizaje institucional. Con negociaciones serias y pactos claros.

El momento insurreccional ya pasó. El independentismo fue más allá de sus propias fuerzas y cuando se pierde el principio de realidad el descarrilamiento es inevitable. Después de los excesos represivos de quienes no supieron lidiar políticamente el conflicto, la amnistía vuelve a poner las cosas en el terreno de lo razonable y sienta las bases del regreso al respeto mutuo. Y ahora mismo lo que toca es negociar para reemprender camino con normalidad. Hay pocas dudas de que la repetición electoral beneficiaría a los socialistas, pero creo que éstos se equivocarían si apostaran por ella. Y el independentismo pagaría cara la apuesta por la intransigencia. Toca negociar y pactar, y dejar en evidencia a la derecha y sus cómplices en el intento de reventar cualquier acuerdo.

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