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PP y Vox
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El PP, en la tela de araña de Vox

Feijóo ha ido asumiendo cada vez más el discurso ultraderechista, hasta defender que no se debe permitir la llegada de más inmigrantes que se conviertan en delincuentes

Milagros Pérez Oliva
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, se reúne con el de Vox, Santiago Abascal, en el Congreso, en septiembre pasado. El PP propone la disolución de partidos que promuevan declaraciones de independencia o un referéndum ilegal.
Núñez Feijóo reunido con Santiago Abascal en el Congreso.Claudio Álvarez

Muchos dirigentes del PP tienen la incómoda sensación de encontrarse atrapados en una pegajosa tela de araña. Cuanto más compiten con Vox, más se mimetizan con las posiciones extremistas y más cuesta distinguirlos. Tienen razones para intentar disputarle el espacio. Vox surgió como una escisión del PP y ha acabado llevándose a buena parte de su electorado. Saben que si quieren gobernar en España, deben recuperar al menos una parte de ese electorado. Pero también crecer por el centro y, como en las mantas cortas, si tiras por un lado te destapas por el otro.

Tras asumir la dirección nacional, Alberto Núñez Feijóo tuvo un periodo de duda acerca de cuál era la mejor estrategia para crecer. Su emergencia como líder nacional había ido acompañada de un cierto aura de moderación y se esperaba de él que colocara al PP en posiciones templadas de manera que, sin perder posiciones en los sectores más conservadores, pudiera atraer también el voto centrista, incluidos segmentos moderados del PSOE. Lo intentó. Fue el momento Borja Sémper. La elección del dirigente vasco como portavoz del nuevo PP se interpretó en esa clave.

Pero si alguna vez se creyó de verdad esa estrategia, ya no queda ni rastro. Feijóo ha ido virando hacia un discurso cada vez más más duro y más hiperbólico, como cuando en el debate de la amnistía dio por hecho que Pedro Sánchez era corrupto y dijo que la ley era el acta de defunción del PSOE. No hay ya ninguna diferencia entre lo que dice Feijóo y lo que decía Pablo Casado en los momentos álgidos de su estrategia de la crispación.

Para competir con Vox, Feijóo ha ido asumiendo cada vez más el discurso ultraderechista, hasta llegar a decir en la campaña de las elecciones catalanas que no hay que permitir la llegada de más inmigrantes que se conviertan en delincuentes y ocupen nuestras casas. Pero las urnas hablaron. El PP logró una notable mejora de sus resultados porque venía de muy abajo y recogió lo que quedaba de Ciudadanos. Pero no logró hacer retroceder a Vox como quería. El partido de Abascal está resultando mucho más rocoso de lo que creía.

Ahora Feijóo chapotea en un remolino de agua. Cuánto más se acerca a Vox, más se difumina su propio perfil. Con la agravante de que la ultraderecha siempre puede ser más agresiva y más radical. Se ha visto con el asunto de Palestina. Mientras Abascal se alineaba con Israel, Feijóo titubeaba. Acabó desmarcándose de la posición del PSOE a pesar de que en 2014 habían aprobado juntos en el Parlamento una moción que abogaba por la solución de los dos Estados. Y mientras hacía contorsiones, Abascal era recibido por Netanyahu como si fuera el futuro presidente español después de reunir en Madrid lo más granado de la internacional ultra.

Cuanto más se acerca el PP a Vox, más legitima su discurso y menos posibilidades tiene de recuperar los votos que se le fueron. Y lo que es peor: cuanto más se mimetiza con Abascal, más moviliza al electorado progresista y más contribuye a consolidar al PSOE como el partido capaz de plantar cara a la extrema derecha. Si hace solo unos meses el PP le sacaba al PSOE diez puntos en intención de voto para las elecciones europeas, ahora contempla con estupor cómo se acortan las distancias. Veremos cómo acaba.

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