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Guillem Gisbert, en Apolo el viernes.
Guillem Gisbert, en Apolo el viernes.Alejandro García (EFE)
MÚSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Guillem Gisbert ya camina solo

El cantante y compositor envolvió un Apolo repleto con su pop huidizo de riqueza formal y estribillos esquivos

Ser Guillem Gisbert. No es fácil, a menos que se quiera trillar lo trillado o llegar a la parodia. Más difícil lo hace contar con un apoyo casi ciego de quienes le cantaron con Manel, aplaudiendo su forma de hacer al frente del célebre trío, a veces hierático, a veces locuaz, siempre con esa pinta de persona inteligente que podía ser cicerone en un museo de postín, narrador de historias que casi se sustentan solas, sin el concurso ni de cuadros ni de estatuas. Pero hay que dar pasos hacia adelante y el primero lo dio en Apolo, llenándolo, presentando un disco que precisa de masticación lenta y digestión pausada no ayudada por la huidiza existencia de sus estribillos esquivos. Ha recibido parabienes sin fisuras. Es Guillem Gisbert. Terreno ganado con merecimiento, espacio para no ser igual a Guillem Gisbert sin por ello convertirse en otro. Y el primer paso mostró firmeza, elegancia y extrema solvencia.

Dígase casi de entrada que el disco, en ocasiones con densidad de fronda y caminos que parecen enviar al extravío, narrativo hasta el punto en que parece primar sólo ella y el sustrato conceptual que la sostiene —concepto, algo muy propio del artista en cuestión— resultó más amable en directo, más dado a abrir sus pliegues. Sí, las canciones densas, por no decir casi inasibles, tipo, Miracle a les Planes, siguen exigiendo la vocación de mirar un río en un solo meandro que se repite sin solución de continuidad, congelado en el tiempo, aunque interpretada en vivo, en una sala a favor que quizás hubiese aplaudido la enumeración de la tabla periódica, y en medio de un repertorio, el disco al completo, pasó como si la corriente fluvial se hubiese incluso acelerado. Cierto que la sensación de gravedad que trasmite el disco no se extinguió en Apolo, pero Les dues torres y Balla la mazurca, dos primeras piezas del disco y del concierto, y Las aventures del general Lluna, rematada con una armónica de la que se aplaudió su mera aparición en escena, y Estudiantina, ésta en toma de final “foc de camp” acústico, dos últimas tanto del disco como del concierto —todo parecía muy pensado—, se vio que eran capaces de movilizar en serio, sin añadir voluntariosa y terca entrega del público. Igual que Waltinzg Matilda, hit notorio, pieza que podría encajar en el repertorio de Manel, dicho sea esto sin que ello suponga un desdoro. Al final Guillem se apellida Gisbert.

Las canciones, con dos incrustaciones ajenas al disco, una versión de Neil Diamond, Dry Your Eyes —la que canta en El último vals— y un añadido improvisado y no previsto en el repertorio en forma de guiño a Manel con Ai, Yoko, tocada por Guillem en solitario al teclado, sonaron impecables, con esos arreglos electrónicos que añaden un tacto digital y profundidad detallista a las composiciones. La escenificación, cuidada y austera, color rojo en las luces, pantalla asimétrica despejada y sin proyecciones, marcó el espíritu parcamente colorista del pop que pasó por escena. Impecable también en su papel Guillem, situado en un lado del escenario, ajeno a ser pantocrátor del excelente trío de apoyo, tocando unas guitarras –acústica y eléctrica- que se sugirieron más decorado que aporte sonoro, parcialmente prolijo en un par de presentaciones y a medio camino del que fue en Manel al inicio y final de trayecto. Cierto que la presentación de Dry Your Eyes resultó un tanto fallida, con un final que quedó prendido en la incomprensión, con el público esperando reír sin conseguirlo y pensando que igual no había acabado de entender el sentido de lo expuesto, no que lo expuesto careciese del mismo. Suelen lograrlo los buenos charlatanes o los enjundiosos. Y Guillem respeta demasiado las palabras como para ser de los primeros. De ahí el insólito y sepulcral silencio del público cuando hablaba, de ahí un crédito manifestado en la venta de todas las entradas antes de conocerse las canciones, de ahí su confirmación tras hora y media de actuación. Primer paso en firme. Aunque no resulte fácil ser Guillem Gisbert.

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