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EL BORN
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Adiós al mausoleo del ‘procés’

El tiempo, que todo lo cura, también ha ido aventando los apolillados fantasmas del pasado que se instalaron en el Born hace diez años

Lluís Bassets
Representación en el Born Centre Cultural de Barcelona.
Representación en el Born Centre Cultural de Barcelona.GIANLUCA BATTISTA

El Born Centre Cultural ya llevaba una vida lánguida en los últimos años. Su vinculación al procés era tan evidente que no cabía esperar otra evolución. En cuanto empezaron a decaer los entusiasmos, el Born fue distanciándose del proyecto original, que era todo entero agitprop procesista. Ni siquiera han funcionado los espacios comerciales adaptados a la demanda turística.

Como proyecto, es un símbolo del copo nacionalista de las instituciones barcelonesas en 2014, con Artur Mas en la Generalitat y Xavier Trias en el Ayuntamiento. Para su primer director, Quim Torra, fue un peldaño en dirección a la Casa dels Canonges. A él se debe la calificación del espacio museístico como la zona cero de los catalanes. En esta desgraciada expresión se concentra toda la rancia mitología que ha acompañado la década perdida, cuando el país se ha dedicado a cualquier cosa menos a lo que era importante para su futuro, como las fuentes alternativas de energía, la calidad de la educación o el suficiente suministro de agua.

Falsa pedagogía y auténtica propaganda independentista fue lo que se impartió en el Born y lo que explica la elección de un aficionado a la historia como Torra, en vez del arquitecto e historiador Albert Garcia Espuche, el auténtico protagonista de la recuperación y estudioso de los restos arqueológicos de la ciudad de 1714. Los restos del barrio de La Ribera, arrasados para construir la fortaleza de la Ciutadella, sirvieron para ilustrar la leyenda de la nación que había perdido las libertades, después de ser conquistada y ocupada por las armas españolas y convertida en algo similar a una colonia durante tres siglos.

La primera exposición, Fins a aconseguir-ho! El setge de 1714, fue una pieza más de la propaganda que situaba aquellos combates militares como antecedente de los políticos del año del tricentenario e incluso la corrección y la revancha por aquella derrota de la Cataluña austriacista frente a las tropas franco-castellanas de la Cataluña borbónica. Así fue como se convirtió en lugar de obligada peregrinación de la multitud de ciudadanos de toda Cataluña, desplazados una y otra vez a Barcelona para manifestarse en favor de la independencia.

El tiempo, que todo lo cura, también ha ido aventando los apolillados fantasmas del pasado que se instalaron en el Born hace diez años, aunque a la vez se hacía evidente la disonancia entre el proyecto inicial y la realidad catalana, cada vez más ajena a las idealizaciones románticas del nacionalismo. Sin una nueva orientación del Centro Cultural, un Born cada vez más desierto se había convertido en el mausoleo vacío del difunto procesismo independentista. Ahora el ayuntamiento ha decidido con buen criterio incorporarlo al Museo de Historia de Barcelona, lejos de la agitprop y de la religiosidad nacionalista. No han faltado los gimoteos de los decepcionados y nostálgicos indepes, incapaces de aprender la lección. ¿No saben acaso que quien celebra fracasos se condena a sí mismo a repetirlos?

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).
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