¿Quién aplaude a quién?
La tensión ambiental por la investidura de Pedro Sánchez y los incidentes ante los locales socialistas ha condicionado toda la sesión en el Parlament
“Vamos a defender el legado de nuestros abuelos”. Cuando el líder de Vox, Ignacio Garriga, lanza esta proclama, no hace falta ser muy perspicaz para adivinar a qué abuelos se refiere. Especialmente si está respondiendo a Jéssica Albiach, líder de los Comunes —”comunistas hiperventilados”, según el propio Garriga—, que acaba de soltar un inconfundible a la vez que tópico “No pasarán”. Por cierto, no es extraño oír en concentraciones de Vox el grito “ya hemos pasao”, como cantaba en 1939 la cupletista franquista Celia Gámez. En fin, que aquellos abuelos de Garriga y sus correligionarios no eran precisamente los defensores de la Constitución de 1978, sino los que votaron en su contra. Y su legado, hoy ensalzado por el diputado ultra catalán, lo estuvo forjando durante esos 40 años que todos sabemos (para los bisabuelos, les recomiendo el reciente libro de los historiadores Xavier Casals y Enric Ucelay da Cal, El fascio de las Ramblas). No es casual que una de las pancartas blandidas ante la sede del PSOE en Madrid, sobre fondo de la bandera rojigualda, dijera: “La Constitución destruye la nación”.
La incomodidad de la derecha ante un posible acuerdo de la izquierda y el independentismo, con la amnistía por bandera, es comprensible. Lo que no resulta aceptable es que quieran desprenderse de esa incomodidad transmitiéndola a los demás, multiplicada, con rabietas, vociferando, insultando y agitando la caye borroka (envidio el ingenio de quien ha acuñado la expresión).
La tensión ambiental por la investidura de Pedro Sánchez y los incidentes de los últimos días ante los locales socialistas ha condicionado toda la sesión de control de este miércoles en el Parlament. Hasta la pregunta número seis a algún conseller no hemos podido escuchar una intervención que no se refiriera de un modo u otro al asunto. Y el turno de interpelaciones al president Pere Aragonès ha sido casi monotemático: se han formado dos bloques enfrentados que se identificaban por el aplauso recíproco. Es algo muy poco habitual en la Cámara catalana, donde las palmas sólo se dan en las intervenciones del propio grupo. Pero esta vez, un alegato especialmente duro del líder del PP, Alejandro Fernández —”no se van a salir con la suya (…) ¡visca Catalunya y viva España!”—, ha sido recibido con entusiasmo por Vox, y el apoyo de Albiach a los socialistas por los ataques ultras a sus sedes lo han aplaudido no sólo Comunes y PSC, sino también ERC y, lo que es más significativo, Junts per Catalunya. Aragonès y el portavoz de Esquerra, Josep Maria Jové, también han salido en defensa de los socialistas y Salvador Illa lo ha agradecido: “Es compatible la defensa de cualquier proyecto político —de cualquier proyecto político— con el respeto y la educación.” La CUP, en cambio, ha marcado territorio propio, atrincherada en su teoría de que todo eso que está sacando de sus casillas al nacionalismo español son migajas para Cataluña si no se pacta de inmediato la autodeterminación.
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