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El romanticismo de Chaikovski alza el telón del Liceu

El Gran Teatro abre la temporada con con una elegante y minimalista puesta en escena de la ópera ‘Eugene Onegin’ salpicada de ballet

Àngels Piñol
Una imagen de la ópera Eugene Onegin. / DAVID RUANO
Una imagen de la ópera Eugene Onegin. / DAVID RUANO

El Gran Teatre del Liceu arranca este miércoles la temporada con la ópera Eugene Onegin, de Piotr Yllich Chaikovski, basada en una obra de Pushkin con toda la intensidad del romanticismo y la majestuosidad de la música rusa. La pandemia dejó en el limbo la historia de amor imposible entre la pareja protagonista que el Liceu había programado para la temporada 2020-2021 y la covid frustró. De la mano del escenógrafo Christof Loy, el dúo de esta ópera salpicada de ballet lo encarnan la soprano rusa Svetlana Aksenova (Tatiana) y el barítono noruego Audun Iversen (Eugene Onegin). El Liceu la tendrá en cartel (ocho funciones) hasta el 8 de octubre.

Bajo la dirección musical de Josep Pons, el Liceu rescata este Eugene Onegin, coproducido también por la Ópera de Oslo y el Teatro Real de Madrid y que no se representaba en Barcelona desde hace 25 años. Víctor García del Moral, director artístico del Liceu, explicó en el acto de presentación que la obra es un “manual” del pensamiento romántico. Con un elegante escenario minimalista que juega con el blanco y el negro, el ensayo fue acogido con entusiasmo por el público, rendido al poderío de la pareja protagonista y también al coro.

Pons afirmó que para él la música rusa es una “especie de milagro” porque es pionera de la considerada música nacional, pero naciendo ya madura. “El ballet era un género menor y Chaikovsky lo eleva a un nivel sublime”, señaló el director sobre el compositor de Sant Petersburgo. Creador de óperas, conciertos de piano y por supuesto de celebérrimos ballets, Chaikovsky se autocita, dice Pons, en Eugene Onegin donde la danza tiene un papel relevante.

“Hay un vals, una mazurca y una polonesa. Tres grandes piezas instrumentales y una coreografía inmensa”, detalló Pons, que avanzó que un momento de la función hay casi una “invasión” de personajes. “Es divertido y de una elegancia tremenda. Es casi una invasión de vida”. El coreografo Andreas Heise convino que la obra está llena de movimiento y que él, como hijo de bailarín y cantante de ópera, ve natural esa simbiosis. “Tengo el sueño de que la danza y la ópera se vayan juntado más”, abundó Aksenova, bailarina también en el inicio de su carrera.

El libreto narra como una chica enamoradiza y amante de las novelas (Tatiana) queda encandilada en un encuentro fugaz con un joven noble Eugene Onegin a quien a las primeras de cambio le expresa su amor con escaso o por no decir nulo éxito. El aristócrata, tiempo después, se reencuentra con Tatiana, casada con un príncipe y se da cuenta con desgarro del amor perdido. Por en medio, es inevitable cierto estremecimiento porque la historia incluye un duelo por una cuestión de celos y Pushkin moriría años después así.

Antonio y Cleopatra y Turandot en el horizonte

Con un libro de la temporada 2020-2021 (la de la pandemia) en la mano, Valentín Oviedo, director general del Liceo, recordó en la presentación de la ópera que el teatro aún tiene miles de ejemplares como ese que no llegaron a ser distribuidos entre los abonados. Aquellos meses cambiaron muchas cosas: el Liceo impulsó el Liceu+live, que permite ver varios títulos de forma digital y el Under 35, con descuentos al público menor de esa edad. El Liceu tenía entonces 13.000 abonados y ahora son 17.000 y un presupuesto de 37 millones de euros y ahora de 52. Tras Onegin, el Liceo acogerá el estreno europeo de Antonio y Cleopatra y Turandot, de Nuria Espert, revisada por su nieta Bárbara Lluch. “Empezamos con ganas, ilusión y coherencia y muchos retos por delante”, afirmó.

El libreto narra como una chica enamoradiza (Tatiana) queda encandilada en un encuentro fugaz de un joven (Eugene Onegin) a quien le expresa su amor con escaso éxito. El protagonista, tiempo después, se reencuentra con Tatiana, casada con un príncipe y se da cuenta del amor perdido. Es inevitable cierto estremecimiento porque la historia incluye un duelo por una cuestión de celos y Pushkin moriría años después así. La pareja protagonista coincide en su diagnóstico de que Onegin, contra lo que pueda parecer, no es un ser perverso. “Cuando leí por primera vez la obra, pensé que esa chica estaba local enviar esa carta”, confiesa la soprano. “Onegin no es un malvado. Cada día, en cada función, intento buscar a esa Tatiana y entender su mundo”. “Yo tampoco creo que él sea el malvado de la película”, añade Invensen. “Es una producción gloriosa”.

De izquierda a derecha, Victoria Bomann-Larsen (repositora); Audun Iversen (Eugene Onegin); el director de orquesta Josep Pons; Svetlana Aksenova (Tatiana); Andreas Heise (coreografía) y Víctor García de Gomar (director artístico) el día de la presentación de la ópera. / ALEJANDRO GARÇIA (EFE).
De izquierda a derecha, Victoria Bomann-Larsen (repositora); Audun Iversen (Eugene Onegin); el director de orquesta Josep Pons; Svetlana Aksenova (Tatiana); Andreas Heise (coreografía) y Víctor García de Gomar (director artístico) el día de la presentación de la ópera. / ALEJANDRO GARÇIA (EFE).Alejandro García (EFE)

La pareja protagonista coincide en su diagnóstico de que Onegin, contra lo que pueda parecer, no es un ser perverso. “Cuando leí por primera vez la obra, pensé que esa chica estaba loca”, admitió la soprano sobre el súbito arrebato de su personaje. “Onegin no es un malvado. Cada día, en cada función, intento buscar a esa Tatiana y entender su mundo”. “Tampoco yo tampoco creo que él sea el malvado de la película”, añadió Inversen. “Es una producción gloriosa”.

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