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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tecnología y educación: ¿pero, quién decide?

Sean quienes sean quienes nos gobiernen, debemos exigir el reconocimiento del rol central del docente en la toma de decisiones

Un aula vacía en una escuela catalana.
Un aula vacía en una escuela catalana.Albert Garcia

El último curso escolar pasará a la historia por ser el de la llegada del Chat GPT a las aulas. Nos movemos en un nuevo paradigma que marcará el futuro de la escuela y la educación. En los centros educativos —mientras el Ministerio anunciaba que estudiaría y analizaría la herramienta—, los docentes se pusieron a experimentar, conscientes de que sus alumnos son la primera generación que ha empezado a dialogar con una “inteligencia” que no es humana pero que los humanos hemos creado. Los desafíos que nos plantea son enormes.

Las tecnologías de la educación pueden ser una oportunidad para acelerar la transformación de la escuela. Debemos estar preparados para avanzarnos a los riesgos y a las oportunidades que nos ofrecen. La UNESCO acaba de publicar el informe sobre tecnología en la educación, donde insta a los países a que establezcan sus propias normas al mismo tiempo que pone de relieve que se carece de la adecuada gobernanza y reglamentación. El informe, del 26 de julio, nace de una preocupación: poner la tecnología al servicio de la educación y no al revés.

La pregunta clave según la UNESCO no es cómo vamos a digitalizar las aulas sino cómo queremos cambiar la educación. Para ello propone que antes de invertir en tecnología nos preguntemos si mejorará o no el aprendizaje de los alumnos, y cómo lo hará. Sabiendo que no todo cambio significa un progreso, y que la tecnología es el medio y no el fin, debemos preguntarnos siempre el porqué de nuevas herramientas ¿cuándo y cómo utilizarlas? ¿Cuándo son un soporte y cuándo una distracción? ¿Qué queremos cambiar?

La UNESCO aporta datos y elementos para la reflexión y se aleja de la polarización y el maniqueísmo, pero incluso así hay medios que han falseado y reducido el mensaje a la prohibición de los móviles en las aulas. No es cierto. Lo es que aporta son evidencias de los riesgos cuando la tecnología no tiene acompañamiento del docente o se utiliza en exceso, y se expone a los alumnos a la distracción, a perder privacidad o seguridad, y a una mayor desinformación y plagio. Existen otros riesgos a nivel global para el futuro de la escuela. El mayor riesgo es que las grandes empresas de tecnología sean quienes decidan el futuro de la educación. Y es que hay poca regulación de contenidos y las pocas evidencias de impacto suelen ser producidas por las propias empresas, pudiendo estar sesgadas.

Debemos tener muy presente el posible escenario de futuro de la desescolarización, fruto en gran parte de la digitalización: la privatización, la mercantilización y la individualización de la educación (OCDE 2020). La alternativa está en reivindicar la figura del maestro, y considerar que debe ser co-creador del contenido de la IA. Sean quienes sean quienes nos gobiernen, debemos exigir el reconocimiento del rol central del docente en la toma de decisiones y en la inversión en la escuela ante el riesgo de la desinversión y la privatización de la educación en manos de las grandes empresas tecnológicas. Preguntémonos pues con la UNESCO: ¿quién define los términos del uso de la tecnología en la educación?

Porque como nos recuerda Audrey Azoulay, Directora General de la UNESCO “Una pantalla no puede sustituir a un maestro”. La escuela es el lugar donde aprendemos juntos. Y aprendemos mejor juntos, unos de otros. Nada reemplaza la relación humana que se da en el corazón del acto educativo.

Anna Jolonch es pedagoga y profesora de la Facultad de Educación de la UB.

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