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El pueblo de Cadaqués, demasiado bonito para tener placas solares

El Consistorio modificará su normativa para levantar el veto total por motivos paisajísticos en los tejados, aunque advierte de que en su centro histórico seguirá habiendo limitaciones

El pueblo de Cadaqués, desde el mar.
El pueblo de Cadaqués, desde el mar.Franck GUIZIOU (GETTY IMAGES)
Carlos Garfella

El debate sobre el impacto paisajístico de las renovables salta del mar y las montañas a los tejados. Poder autoabastecerse mediante placas solares a veces depende de vivir en uno u otro lado de la calle. En los casos más extremos, como en el idílico y turístico municipio ampurdanés de Cadaqués (Girona), directamente está vetado en todo el pueblo. Al igual que con los movimientos anti parques eólicos en la costa, la razón para trabar administrativamente estas instalaciones es su posible impacto paisajístico. Lo que choca con la creciente demanda de vecinos para instalarlas. Ahora, como ya lo han hecho antes otros, el Consistorio catalán se abre a revisar su normativa municipal para levantar el veto fotovoltaico, aunque advierte de que será con limitaciones.

El veto total a las placas solares en Cadaqués en plena transición energética levanta las críticas de algunos vecinos y de los instaladores fotovoltaicos, que arguyen un agravio comparativo que pueden tener los habitantes del municipio respecto a otros en materia energética. La alcaldesa de Cadaqués, Pia Serinyana (de la agrupación política Fem Cadaqués) ha anunciado que el equipo municipal está trabajando en la modificación el actual plan de ordenación, de 1986, para adaptarlo a la transición energética. Sin embargo, Serinyana advierte en declaraciones al digital Empordà que las placas “no se podrán poner en muchos sitios, como ahora en el núcleo urbano o en otros donde suponga mucho impacto visual”, afirma.

La primera imagen que tienen los visitantes de Cadaqués, al que se accede tras serpentear una larga carretera de montaña, son los tejados de las impolutas casas blancas que conforman su núcleo urbano, la misma bella estampa que sedujo al pintor Salvador Dalí. “Cadaqués es el único municipio de la zona dónde existe este veto total”, explica Sandra Morales, portavoz de la empresa instaladora de placas Nucli Solar, con una fuerte imprenta en toda la provincia de Girona. “Sin embargo, sí hay otros municipios, como Girona o Salt, donde pese a que las placas no son visibles, su instalación en el centro histórico resulta muy difícil”, añade Morales.

Normativas no unificadas

Los principales obstáculos citados por Morales para los vecinos de barrios céntricos van desde el diseño de las placas a los metros que pueden cubrir en los tejados. “No se permiten las típicas placas azules con líneas blancas, sino solo las totalmente negras, que, además de producir menos, son más costosas”, añade. “El gran problema es que las normativas no están unificadas. Cada municipio es un mundo. Las instalaciones se realizan en 1 o 2 días, pero en algunos casos los permisos de obras tardan meses”, dice. Esto ha llevado a que algunos lancen la toalla y desistan instalarlas.

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Cuando el que requiere la instalación es un vecino de un edifico protegido, la solicitud tiene que pasar por el correspondiente departamento de Cultura. “Hay instalaciones que incluso llegan al pleno municipal para someterse a votación”, dice Morales, que pide “la unificación de normativas para facilitar el trabajo”. Coincide en esta idea otra portavoz de la empresa Som Confort, que cuenta con una larga lista con las normativas diferenciadas por cada municipio.

La normativa municipal no es siempre el mayor impedimento. Los vecinos del medieval pueblo de Pals (Girona), en la Costa Brava, no pueden instalar placas porque el centro histórico está catalogado como Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN), una catalogación de la Generalitat para los inmuebles con mayor interés patrimonial. Esta protección patrimonial tampoco permite que otros habitantes como el del pirenaico Baix Pallars puedan instalar placas, algo de lo que su alcaldesa, Carlota Canut, ya se ha quejado públicamente.

El pequeño municipio de Avià, en la provincia de Barcelona, quiere seguir un camino diametralmente opuesto. Su alcaldesa, Patrocini Canal, quiere convertirlo en el “pueblo del Sol”, de ahí que en 2018 se adelantara al boom renovable y modificara su plan de ordenación urbanístico para dar vía libre a todos sus vecinos a instalar placas solares. El municipio, de 2.200 habitantes, hasta entonces tenía prohibido la instalación en su centro histórico. “Algo muy injusto”, enfatiza Canal.

“Al final, es una cuestión de prioridades. Y nosotros estamos por la eficiencia energética”, explica la edil. La nueva normativa, lejos de poner impedimentos, facilita al máximo la instalación de placas. Incluso permite ponerlas en las fachadas o en el suelo de huertos. “Porque la orientación del Sol es diferente por calles, así todos los vecinos pueden beneficiarse”, dice Canal. Ahora, el 10% de las casas ya se auto-abastecen. La alcaldesa cree que muchos consistorios no empezarán a dar el paso de modificar sus normativas hasta que sus vecinos no empecen a quejarse. “Nosotros nos adelantamos a esas demandas”, añade.

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Sobre la firma

Carlos Garfella
Es redactor de la delegación de Barcelona desde 2016. Cubre temas ambientales, con un especial interés en el Mediterráneo y los Pirineos. Es graduado en Derecho por la Universidad de las Islas Baleares, Máster en Periodismo de EL PAÍS y actualmente cursa la carrera de Filosofía por la UNED. Ha colaborado para otros medios como IB3 y Ctxt.

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