El PP intenta salir del abismo en Cataluña y centra sus esfuerzos en Barcelona, Badalona y Castelldefels
Los populares quieren recuperar el terreno perdido en el mapa metropolitano y atraer los votos de Ciudadanos y Vox
Papeleta a papeleta, voto a voto. El PP vivió las horas siguientes a las elecciones municipales de 2019 como un calvario al estar a punto de quedar fuera del Ayuntamiento de Barcelona al obtener el 5,01% de votos (el límite para entrar es el 5%). Las urnas adjudicaron el acta al cabeza de lista Josep Bou y al segundo regidor, Óscar Ramírez, por solo 40. El recuento oficial en la Ciutat de la Justicia, en Barcelona, aumentó el colchón a 62. Ese agónico goteo de sufragios fue una metáfora de los resultados catastróficos del PP que ahora, aprovechando el tirón de Alberto Núñez Feijóo, espera dejar atrás para erigirse de nuevo en el eje de la derecha no independentista y atraer los votos de Ciudadanos y Vox.
Tras una década en la que ha sido zarandeado por el procés, el PP tocó fondo en Cataluña en esas elecciones de 2019. No solo rozó el desastre en Barcelona: desapareció en la gran mayoría de Ayuntamientos del área metropolitana y en las capitales de provincia quedó reducido a la mínima expresión. Fue la misma dinámica de los comicios autonómicas de 2017 y 2021 donde se quedó sin grupo propio. Con el 3,1% de los votos, el PP solo logró 67 ediles -ERC, la ganadora, 3107- y fue séptima fuerza. En 2011, en sus mejores tiempos, justo antes del procés, fue tercera, con 473.
Consciente de que parte del la futura contienda electoral de las generales se disputará en Cataluña, Feijóo se ha prodigado en esta comunidad autónoma -ha estado cuatro veces en abril- y ha modulado su discurso para acercarse a la centralidad. No habla de “apartheid lingüístico” y ha reivindicado, por ejemplo, al desaparecido José Piqué, como patrimonio del partido -el exministro se enfrentó varias veces a José María Aznar-. Feijóo se ha referido a “la nacionalidad histórica de Cataluña” desafiando al sector más conservador del PP al alegar que fue en esta comunidad donde se votó mayoritariamente la Constitución por encima de otras partes de España.
El balance en 2019 fue tan “terrorífico”, en palabras de un dirigente, que el PP confía en revertir la tendencia. Su prioridad es Barcelona donde aspira a crecer de la mano de Dani Sirera, un histórico, rescatado por Feijóo, que reúne todas los ex posibles: expresidente del partido, exdiputado y exconcejal. Una voz amable y de la casa para devolver al partido a sus orígenes. Tras el fichaje de Bou, no habrá más experimentos: Sirera ha apostado por el politólogo y exdiputado Juan Milian y por la exconcejal Àngels Esteller. Sin tapujos, ha dejado claro que no hará como Manuel Valls, el exprimer ministro francés y efímero edil en Barcelona, y que no hará alcaldesa a Ada Colau. Antes, ha avisado, votará al alcaldable del PSC o al de Junts.
Barcelona es la prioridad pero el PP aspira a resurgir en el mapa metropolitano. Su principal baza es la misma desde 2011: Xavier García Albiol. En 2020, fue destituido del cargo de alcalde a través de una moción de censura impulsada por el PSC por aparecer en los Papeles de Pandora. Él se despidió del cargo vaticinando que ganaría en 2023 y probablemente tenía razón. Las encuestas y sus rivales le dan como ganador. Otra cosa es si superará el umbral de 14 ediles de la mayoría absoluta para no ser desplazado por la izquierda. Albiol presume que a él le votan electores de todos los colores y muchos de ellos independentistas -no recogió firmas contra los indultos- como así se constató con la doble urna de las municipales y las europeas de 2019. Ahora busca exprimir esa vía en el centro histórico para atrapar los 14 ediles.
Además del frente de izquierdas, la principal amenaza de Albiol es el juicio por prevaricación por autorizar unas antenas de telefonía. Se juega la inhabilitación. El partido le arropa sin discusión: Feijóo le nombró coordinador de candidatos e incumplió sus estatutos al no suspenderle de militancia por el juicio. La cuestión es que el paradigma de Badalona no ha cambiado ni tampoco el de Castelldefels. Son dos casos calcados: el alcaldable Manu Reyes ganó en 2011, 2015 y 2019 pero solo alcanzó el cargo en el primer mandato porque la izquierda lo descabalgó. Algo que no pasa en Pontons, el pequeño municipio de 1000 habitantes del Penedès (Barcelona) donde el PP ha ganado seis veces consecutivas. Los tres son su mejor baza y ell PP les da a todos ellos carta blanca para usar si quieren o no la marca.
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