El adelanto de la temporada turística pone en alerta las zonas más tensionadas de Barcelona
El Ayuntamiento avanza y refuerza el dispositivo policial para controlar la afluencia al Turó de la Rovira. Los vecinos advierten de que están desbordados: “Tiktok ha hecho mucho daño”
Faltan todavía 10 días para la Semana Santa y Barcelona vuelve a estar a tope de turistas. Basta pasear por los puntos más emblemáticos (Gòtic, Rambla, Sagrada Familia, La Pedrera, Camp Nou) para ver que los visitantes han vuelto en masa. A falta de datos cerrados de marzo de agentes del sector como el Gremio de Hoteleros, sí confirman la temprana recuperación los restauradores o los guías turísticos. Airbnb señalaba hace unos días que la capital catalana está entre las 10 ciudades más buscadas para pasar las vacaciones de Semana Santa entre los turistas alemanes, franceses y estadounidenses. El puerto de Barcelona comienza a recibir estos días tres cruceros al día: el lunes día 3 ya serán cinco y el viernes día 14, ocho.
La vuelta del turismo ha reavivado también el malestar en barrios tensionados como la Barceloneta o los del entorno del Turó de la Rovira, el mirador privilegiado que durante la Guerra Civil albergó bunkers y baterías antiaéreas para defender la ciudad. Los vecinos del Turó se manifestaron el pasado viernes contra la masificación en espacio y su entorno, en el transporte público, los residuos que dejan los visitantes y el jaleo que montan las noches de los fines de semana. La concejal del distrito Horta-Guinardó, Rosa Alarcón, ha admitido el problema y ha anunciado el Ayuntamiento ha adelantado y reforzado el dispositivo de la Guardia Urbana que cada año se activaba en temporada alta en este punto.
El director general del Gremio de Restauración, Roger Pallarols, confirma que este 2023 “hay más gente y con más alegría” en la ciudad. “Hay un salto importante respecto a las mismas fechas del año pasado. En 2022 hubo que esperar a Semana Santa para ver la recuperación y este año se ha producido antes. Es una magnífica noticia que Barcelona mantiene un buen posicionamiento y tiene el respeto de los mercados como destino”, celebra. En los restaurantes y bares de Barcelona, el turismo es “vacacional y próximo los fines de semana” y “de congresos o viajes largos entre semana”. Faltan todavía, apunta, los turistas de Asia, Estados Unidos y Rusia.
Desde la asociación de guías turistas APIC, Inés Calzada, señala también que a estas alturas del año hay más turistas que el año pasado, cuando todavía había restricciones a la movilidad y de aforos. Y pone ejemplos concretos: a los guías les resulta más complicado sacar entradas para sus grupos en los monumentos. “Hay muchos estudiantes que no habían podido viajar y ahora regresan: franceses, holandeses, italianos, este mes ha habido una avalancha de italianos. Igual que nuestros estudiantes vuelven a salir de fin de curso a Roma o París después de años de no hacerlo por la pandemia”, explica. Además, Calzada apunta a un incremento notable de “grupos pequeños privados (familias o amigos) que improvisan y reservan con poca antelación”.
La elevada afluencia de visitantes llevó la semana pasada a los vecinos del Guinardó y del Carmel a manifestarse por la masificación del Turó de la Rovira. Unas 150 personas protestaron y cortaron uno de los accesos al mirador. Los residentes de calles como Maria Lavèrnia o Gran Vista denuncian que la masificación turística se ha vuelto “insostenible” y culpan al Ayuntamiento de realizar una “nula gestión de una situación que han fomentado por activa y por pasiva”. Entre ellos estaba Xavier Espinosa, vecino de las baterías desde niño, cuando en la colina había chabolas. Con 56 años, lamenta que hay muchos más turistas y que además “se mean y vomitan en los portales de las casas”. Las obras iniciadas por el Ayuntamiento en diciembre para vallar el recinto del mirador para cerrarlo de noche y evitar su degradación acabarán en mayo.
Cada tarde, especialmente los fines de semana, se congregan cientos de personas convocados por redes sociales con equipos de sonido hasta la madrugada, según afirman vecinos como Daniel, miembro de la asociación vecinal de los Tres Turons que vive en Gran Vista. “Estamos encantados de que vengan y disfruten por el día del parque y del mirador”, explica Pepa Cortés, otra vecina recientemente jubilada. El problema es al atardecer: “De tanto ruido que hacían por la noche, iba al trabajo cabreada”. Una de las reivindicaciones de los vecinos es desalojar cada noche los bunkers como ocurre en otros enclaves de Barcelona. “¿Por qué vacían las plazas de Gràcia a la una, pero aquí no?”, critica Cortés.
El Ayuntamiento de Barcelona desconoce el número de intervenciones de la Guardia Urbana en el Turó de la Rovira en el último año, así como el número de llamadas de vecinos, porque solo dispone de las cifras de todo el barrio del Carmel. Fuentes del Consistorio recalcan que la policía local “evita que se produzcan conductas no permitidas en el espacio público, y en caso de que haya muchas personas se desaloja el espacio”. Desde el distrito indican que aun no se ha fijado una limitación de aforo, pero que “se está trabajando”.
Helena, otra de las vecinas presentes en la concentración del viernes, vive más abajo de la colina y admite que no nota el ruido de las fiestas nocturnas, pero sí el efecto del autobús cuando lo coge cada mañana: “Vamos como sardinas enlatadas”. Esto y las imágenes de atascos de taxis son otras de las escenas que los vecinos lamentan que son más frecuentes. Sergi Abellán, también de la asociación del Turó de la Rovira, denuncia que la cantidad de turistas que suben usando los autobuses municipales “superando el aforo permitido” provoca que se deje en tierra a muchos vecinos, a pesar de que el Ayuntamiento modificó una de las líneas para evitar la saturación. Los manifestantes reclaman que solo se permita el acceso de vehículos de residentes en las calles alrededor de los bunkers como Dr. Bové o María Lavernia. Volverán a concentrarse el próximo viernes en la misma plaza para insistir en sus demandas, indica Abellán.
“Después de la puesta de sol, baja tanta gente como si acabara de terminar un concierto”, apunta Alejandro Martínez, que se mudó hace 15 años al Carmel. Recuerda que a inicios de 2010 “no venía nadie” al mirador al que ahora solo sube para traer a visitas. “Ahora no hay límite, están todo el año. Tiktok ha hecho mucho daño”. Reconoce que “es una pena” llegar a la situación de vallar el recinto, pero cree que es la única solución mientras los residentes puedan entrar gratis, como el Park Güell, en el caso de que se acabe cobrando una entrada tras el vallado.
Las obras para vallar el recinto comenzaron el pasado diciembre y está previsto que finalicen en mayo, según indica una portavoz del distrito Horta-Guinardó. El proyecto nació para salvar las antiguas baterías antiaéreas y los restos de las barracas del deterioro provocado por la masificación. Consiste en cerrar el acceso a los últimos metros de la colina con un total de seis puertas y vallas metálicas de dos metros de altura. Se cerrarían de noche, como en otras zonas verdes de la ciudad, y se podría caminar por el perímetro a cualquier hora. En 2011 el Ayuntamiento acondicionó el Turó de la Rovira inaugurando una nueva zona que forma parte de la red de espacios museizados del Museu d’Història de Barcelona (Muhba).
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