Pensar Cataluña
Si se avanzó anteriormente en autogobierno, lengua y reputación en España y en el mundo, hasta un punto todavía no superado, fue gracias a las lecciones aprendidas de los errores del pasado
“El Procés al final ha conducido a un cierto cansancio o hastío a la hora de pensar el país y, en paralelo, a un déficit en el pensamiento sobre el mundo”. Esta sentencia, tan exacta, la recojo de un artículo de Ignasi Aragay (Jo penso, tu penses, ell pensa…, 19 de febrero de 2023), el director adjunto del diario Ara, una cabecera que lleva inscrita, en forma de elipsis sutil, el propósito que tuvo su aparición en 2010, cuando Artur Mas se disponía a poner en marcha una transición catalana basada en el derecho a decidir. Quien quiso entendió perfectamente el significado de la nueva publicación, destinada a liderar enseguida la prensa escrita en catalán: Ara independència. El advenimiento estaba cerca y el diario sería su protagonista periodístico e intelectual.
Nadie puede pensar país alguno si no lo hace desde el mundo. Así ha sido siempre, aunque a veces se haya olvidado. Con mayor razón ahora, cuando se hacen visibles las interdependencias en la globalidad agrietada que las convierte en armas de doble filo. Tan precisa apreciación surge del espejismo desvanecido de la globalización feliz, en la que las interdependencias eran tan intensas como hoy pero no habían mostrado todavía el envés siniestro e incluso belicoso de sus múltiples y visibles bondades. Quizás el más elemental y profundo origen intelectual del fracaso fue un error de abstracción y ensimismamiento.
Hay que pensar el país de nuevo y entero, pero desde el mundo, no desde una acartonada mitografía. Hay que mandar al desguace el conjunto de tópicos, prejuicios y coartadas construidos desde una política tacticista que solo pretendía ocultar los errores y mantener bajo control los resortes del poder local. Incorporar la conciencia del mundo endurecido al que ha regresado la guerra verdadera, desconocida por las actuales generaciones europeas. Evitar el irresponsable rechazo del papel de los Estados europeos, los más avanzados del planeta y los auténticos socios y propietarios del proyecto de Unión, en la protección de los ciudadanos, la seguridad y la preservación de las libertades, el Estado de derecho y la democracia.
Si Cataluña avanzó anteriormente en su autogobierno, su lengua y su reputación en España y en el mundo, hasta un punto todavía no superado, fue gracias a las lecciones aprendidas de los errores del pasado. De forma que lo mínimo que se puede esperar ahora de quienes quieran ser adalides de un pensamiento catalán que mire hacia el futuro es que antes escudriñen con mirada crítica y sin complacencia el corpus del escaso pensamiento asociado a la idea independentista y las flagrantes responsabilidades de los pensadores que la impulsaron.
Ya no vale la elipsis sutil. Es una idea frustrante. Divide en casa, enoja fuera, no se entiende en parte alguna. Sin pensar el mundo no se puede pensar un país entero, para todos, no para los independentistas. Ahora, el mundo y Cataluña.
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