Usuarios ante el veto de los patinetes en el transporte público en Cataluña: “Tendré que volver a la moto”
La prohibición de viajar en transporte público con un patinete afecta a 25.000 desplazamientos diarios solo en el área de Barcelona
La irrupción de los patinetes eléctricos como medio de transporte urbano es reciente, pero han llegado con fuerza y para quedarse. La Encuesta de Movilidad en Día Laborable que realiza el Instituto de Estudios Regionales y Metropolitanos de Barcelona (IERMB) cifraba, en 2017, los desplazamientos diarios en patinete en 17.000, un 0,1% de cuota modal. En 2021 había saltado hasta un 0,7% en el reparto entre transportes: 113.000 trayectos. Y de estos, casi el 22% hacen desplazamientos intermodales entre el patinete y el transporte público: son, pues, 25.000 los trayectos que se verán afectados por la prohibición de viajar con patinetes en el transporte público, solo en la provincia de Barcelona). La prohibición afecta al conjunto de transporte en Cataluña (salvo la alta velocidad de Renfe), se ordena después del incendio de la batería de un patinete en un vagón de Ferrocarrils de la Generalitat, y entrará en vigor el 1 de febrero. El veto durará seis meses, tiempo que las administraciones se dan para decidir cómo regulan estos artefactos en el transporte colectivo.
Las asociaciones de usuarios, empresas de Vehículos de Movilidad Personal y entidades que fomentan el transporte público se han mostrado indignados por una prohibición que ven exagerada. En la estación de Sants, la semana pasada no era difícil encontrar testimonios que llegaban a Barcelona en Rodalies con el patinete. El veto les afectará en su día a día, porque realizaban con el patinete los trayectos de última milla: del domicilio hasta el tren; o del tren hasta su puesto de trabajo. “La prohibición tiene pros y contras: hay personas imprudentes, pero para otras muchas es una herramienta de trabajo, tenemos que ir igual a trabajar, yo tendré que volver a la moto: gastaré más tiempo y dinero en gasolina”, lamentaba Rita Rosado, de Sant Adrià del Besòs. Trabaja de limpiadora y realiza varios trayectos al día: “Somos muchas en el sector a las que el patinete nos ha mejorado el día a día”.
José Andrés, del barrio del Clot de Barcelona, es cocinero y el patinete le ayuda en el trayecto entre la estación de tren de Castelldefels y el restaurante en el que trabaja: tendrá que madrugar más y poner el despertador a las cinco de la mañana. E Igor Dorotenko se muestra crítico porque “mucha gente vive en pueblos y necesitan el patinete para llegar a casa”. Como él cuando visita a sus padres. También hay muchos estudiantes entre los usuarios. Es el caso de Javier Martín, de Barcelona que habla sin pelos en la lengua: “Es una putada, hablando claro. Para ir a clase, al centro, tardo media hora caminando y 10 minutos con el patinete”, su transporte desde hace años. Adrián Santiago es de L’Hospitalet y lo utiliza combinado con Rodalies para ir al campus de Mataró: “Me voy a saltar clases e ir solo a las obligatorias”, asegura.
Pese a las campañas de comunicación en el transporte público otros ni se han enterado, lo que presagia conflictos el primer día. Elisabeth Sánchez, de Badalona, es un ejemplo y rechaza de plano la prohibición: “No tiene ningún sentido, la gente lo utilizamos sobre todo para ir a trabajar”. Para algunos ha supuesto una gran mejora, como para Kaou Baraji, del barrio de Sants: con una discapacidad en la pierna, el patinete ha supuesto un antes y después en sus desplazamientos cuando viaja entre Cerdanyola y Ripollet por cuestiones personales. “Antes del patinete no podía hacer estas distancias”.
El portavoz de la Plataforma por el Transporte Público (PTP), Daniel Pi, rechaza “cualquier medida que suponga prohibición”. Y esta le indigna especialmente: “El patinete está permitiendo llevar usuarios hacia el transporte público que proceden de movilidad insostenible, como el coche. Gente que vive a más de un kilómetro de la estación, o madruga o va muy tarde por la noche y gracias al patinete se puede plantear prescindir de la gasolina. Si le dices que camine dos veces al día 25 minutos te dirá que coge el coche”. Está convencido de que “han venido para quedarse” y que “son aliados del transporte público”. “Podríamos hablar de alguna regulación, de si fijar franjas horarias y vetarlos en hora punta... pero no prohibir a unos usuarios que son jóvenes con estudios o en el inicio de su carrera profesional, con bajos sueldos, y de la periferia de Barcelona, donde no hay transporte para ir a determinados polígonos o barrios: en estas zonas sirve para que personas que no tenían alternativa al coche la tengan”, lamenta. Y a la pregunta de qué cree que pasará a partir del día 1, responde: “Conflictos, que se intenten colar, que incentive el uso... muchas respuestas pero ninguna positiva”.
En el IERMB, la jefa del área de Movilidad, Núria Pérez, coautora de un trabajo sobre la irrupción del patinete eléctrico, se muestra conciliadora sobre la prohibición: “Todo lo que se vincule con el transporte público lo vemos positivo, es el medio más integrador socialmente y amplía las movilidades sostenibles, no sabemos si los afectados sustituirán el patinete por transportes contaminantes”. “Impactará en la llamada pobreza en el tiempo, tardarán más”, añade. En La irrupción del patinete, tendencias recientes y oportunidades, se señala que el uso del patinete es un fenómeno urbano y “generalizado en la conurbación de Barcelona”. “Si en Barcelona los usuarios de la bici son superiores a los del patinete, entre los residentes en la primera corona el uso del patinete es comparable y hasta superior al de la bicicleta”. Los principales usuarios, precisa el estudio, son jóvenes (media de 36 años), en un 58% hombres, estudiantes y trabajadores. Y apunta otro dato: “El 40% de los desplazamientos en patinete fueron realizados en 2021 por personas nacidas en el extranjero, en comparación con el 17% del resto de medios de transporte”. En parte, señala el estudio, podría deberse a que entre las franjas de edad más jóvenes la presencia de nacidos en el extranjero es mayor.
Los autores ven a los patinetes “aliados de la pacificación urbana”, “mucho más eficientes que el coche y que la moto en uso del espacio público, más silenciosos y menos contaminantes que un vehículo privado de motor”. Por último, apuntan al incremento de accidentalidad que su rápido ascenso ha provocado y aluden también a los conflictos de convivencia con otros modos de transporte”. En 2020, la tasa de accidentalidad de los patinetes en Barcelona era de 38,5 por millón de desplazamientos. Menos que la de la moto (58,9) y más del doble que la del coche (11,3) y la bicicleta (13,1).
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