El engaño de un traficante llevó a la muerte al menor Ammad Tanveer
La Fiscalía pide 62 años de cárcel para 14 paquistaníes que agredieron a un grupo rival en una batalla campal en Badalona por el control del tráfico de drogas
“Me han hecho mucho daño”, acertó a decir Ammad Tanveer a su amigo Hassan Ali mientras agonizaba en el andén de la estación del metro de La Salut, en Badalona. Tenía cortes profundos en la cabeza, en el pecho, en la espalda, en el brazo derecho y en el muslo izquierdo. Demasiados para seguir respirando. A un mes de cumplir los 18, vestido con un chándal del Barça, Ammad murió víctima de una batalla campal entre grupos rivales de paquistaníes a la que se vio arrastrado por un amigo de sus hermanos, Ali Cheema, un traficante de drogas que pretendía apoderarse de un narcopiso en Barcelona.
Los tres hermanos Tanveer estaban en casa, en el barrio del Raval de Barcelona, cuando recibieron la llamada de Ali Cheema. Era la tarde del domingo 27 de octubre de 2019. Cheema los animó a acompañarle hasta Badalona para “hablar” con unos chicos paquistaníes de la zona y “arreglar un problema”; cuantos más fuesen, mejor, porque así “harían presión”, declararía más tarde uno de los hermanos, Amir. Los Tanveer se desplazaron hasta la estación de metro de La Sagrera, donde les esperaban Cheema y, para su sorpresa, varios jóvenes más a quienes no conocían. “Me extrañó ver a tanta gente, pero él insistió en que solo iban a hablar”, detallaría ante el juez el otro hermano que salió vivo de la pelea, Saad.
Cuando llegaron a la parada de Gorg y salieron a la calle, una veintena de compatriotas del grupo de Badalona ya les esperaban en un descampado. Estaban preparados para la guerra, “fuertemente armados con hachas, palos de madera y de metal, patas de cabra, machetes y hachas”, relata la Fiscalía en su escrito de acusación. Ali Cheema sacó un bate de cricket (el deporte nacional de Pakistán), lo golpeó desafiante contra el suelo, pidió a los suyos que se preparasen y aceleró el paso, dispuesto al choque. Los demás le siguieron a la carrera. Pero, en el último momento, Cheema frenó y dio media vuelta, dejando expuestos a los Tanveer y a Hassan Ali, que iban en primera fila y llevaron la peor parte.
Cuando Amir cayó al suelo, los hermanos acudieron a auxiliarle. Ammad, el menor de edad, medía 1,85. Era un chico fuerte y corpulento. No pudieron derribarle, así que le apuñalaron de forma “vil, desproporcionada, con desafección al sufrimiento”, según la fiscal. Lo mismo hicieron con su amigo Hassan Ali, hasta que de algún modo lograron escapar, volvieron a bajar las escaleras del metro y huyeron. Los vigilantes de seguridad les atendieron en la estación de La Salut, de donde Ammad ya no saldría con vida pese a los esfuerzos por reanimarle.
Tras conocer la noticia, el padre, Hussain Tanveer, quiso devolver cuanto antes el cadáver de su hijo a Gujranwala, una ciudad del Punjab -la provincia de la que procede la mayoría de paquistaníes que residen en España- famosa por ser la cuna de campeones de una modalidad de lucha. Lo consiguió tras insistirle al juez y con ayuda del cónsul de Pakistán, que recordó en una carta que su misión es ayudar a los súbditos de ese país “en la vida y en la muerte”.
El juicio por el crimen de Ammad Tanveer arranca el próximo 17 de febrero en Barcelona ante un jurado popular. La Fiscalía pide 62 años y medio de cárcel para cada uno de los 14 acusados del grupo de Badalona por un asesinato consumado y tres intentos de asesinato (los otros Tanveer y Hassan Ali resultaron gravemente heridos). La fiscal Teresa Yoldi concluye que todos deben responder por los hechos con independencia de quién provocara las heridas porque actuaron “de forma conjunta y grupal”, siguiendo “un plan preconcebido” que pretendía matar a cuantos más rivales mejor. El ataque fue “brutal y despiadado”, insiste el escrito, y lo lideró Bilal Ahmad, un chico de 19 años llegado de Italia que en pocos meses había acumulado antecedentes por ocupaciones ilegales, peleas multitudinarias (le detuvieron con un machete de 43 centímetros de hoja) y tráfico de drogas. El grupo de Barcelona estaba mayormente “desarmado y desprotegido” y era “ajeno a las intenciones” de los atacantes, según la Fiscalía.
El hermano de la víctima: “Nos utilizó”
La investigación de los Mossos d’Esquadra, a la que ha accedido EL PAÍS, revela el trasfondo de la disputa. Aunque las declaraciones de los implicados son a menudo exculpatorias o revelan contradicciones, lo que sí parece claro es que Ali Cheema -que según los testigos se marchó a Francia tras la batalla campal- sabía cómo iba a desarrollarse el encuentro. Ante el juez, Saad Tanveer aclaró que unos meses antes, en mayo, el cabecilla había participado en una pelea con cuchillos en plena Rambla de Barcelona “por el control del territorio” en el negocio del tráfico de drogas. Su hermano Amir relató un episodio ocurrido la noche previa a la batalla. Cheema los llevó a una calle del Raval y, bajo el número 13, “empezó a gritar e insultar” a dos paquistaníes que estaban en el balcón. “Nos utilizó”, declaró Amir, que reconoció que el mismo domingo un compañero le advirtió de que no fuera a Badalona porque “se podría meter en líos y no valía la pena jugarse la vida”.
Hassan Ali, el herido que permaneció hasta el final junto al menor fallecido, explicó que horas antes de la batalla campal su excuñado -tenía una orden de alejamiento por maltratar a su hermana- también le había puesto sobre aviso: “Me dijo que no fuera a Badalona porque nos iban a dar una paliza. Le dije que me daba igual, que no dejaría a mis amigos”. La pelea se iba a producir, según pensaba entonces, “por una chica”. La verdadera razón la supo tras recuperarse de las heridas en el hospital: Cheema “quería tomar el control de un punto de venta de droga en un piso de la zona del Paral·lel”, un narcopiso que, hasta entonces, estaba en manos del grupo de Badalona.
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