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De la cola del hambre a comprar en el mercado con una moneda digital

El Ayuntamiento de Santa Coloma de Gramanet aprovecha las gramas, su divisa digital, para desestigmatizar las ayudas de alimentos a familias vulnerables

Una comerciante de una parada del Mercat de Segarra en Santa Coloma de Gramanet, el día de la presentación de 'Grama Social', en noviembre de este año.
Una comerciante de una parada del Mercat de Segarra en Santa Coloma de Gramanet, el día de la presentación de 'Grama Social', en noviembre de este año.JOSEP CANO
Rodrigo Marinas

K. recuerda las marcas de cargar las bolsas de comida que el banco de alimentos le daba para todo el mes. También la carga de las miradas que posaban los vecinos sobre ella en su ruta a casa. K. dejó de tener contacto con su familia a los 20 años, cuando nació su hijo. Ahora, con 27, vive en la localidad barcelonesa de Santa Coloma de Gramanet, donde su único apoyo es el compañero que le deja una habitación en su piso. Esta desempleada, que desde hace años recurría al alimento dispensado para subsistir, ahora puede hacer la compra como una vecina más en el mercado: paga con su móvil en gramas, la moneda digital del Ayuntamiento que ahora se implementa en políticas sociales para luchar contra el estigma de las colas del hambre.

“Es como un bizum”, comenta un técnico comercial que gestiona esta divisa creada en 2016 para impulsar el comercio local de esta población de 19.289 habitantes en establecimientos como fruterías, peluquerías o zapaterías. Barcelona o Viladecans también aplican desde hace años estos medios de pago alternativos. Los usuarios como K. solo tienen que enseñar su teléfono al comerciante, indicando previamente que pagarán con grama social, y a través de un código QR se realiza la transacción; como quien paga con su tarjeta bancaria a través del smartphone. También pueden realizarlo con una tarjeta física con otro código QR. Los comerciantes del mercado registran en la aplicación el producto de primera necesidad que han vendido, como un kilo de pollo, y los técnicos de servicios sociales controlan en tiempo real que no se compran alimentos prohibidos como bebidas alcohólicas.

K. y su hijo son unas de las 196 familias en riesgo de exclusión social, casi 600 personas, que el Consistorio cubre con esta nueva prestación que sustituye al banco de alimentos desde octubre. Reciben entre 100 y 300 gramas mensuales (una grama equivale a un euro). El Ayuntamiento asegura que incorporará a más hogares vulnerables cada mes y prevé invertir un millón de euros en el primer año de esta política en un contexto social agravado por la inflación. Los servicios sociales del municipio advirtieron en su informe de 2021 sobre “el volumen elevado de personas con ayudas de urgencia social, principalmente destinadas a manutención”: el 8,8% de la población. De esas 10.477 personas, 676 familias fueron atendidas con lotes de bancos de alimentos.

Cáritas Barcelona, una de las principales entidades sociales del municipio, también nota este escenario con más dificultades: ha destinado un 15% más de ayudas económicas que en 2021. De esos dos millones de euros en presupuesto, un tercio ha ido a alimentos (el resto a vivienda). En 2020 abrió un centro de acogida en Santa Coloma que ha cubierto a unos 300 hogares este año, el doble que el anterior. Paola Latorre, trabajadora social, destaca que se ha producido “un cambio de mirada” en la organización para cubrir las necesidades básicas. Para ella, desde la pandemia, la diócesis de Cáritas en esta población, y cada vez más, dan a las familias tarjetas para canjear en supermercados como si fueran tarjetas de crédito.

K. sigue enfrentando muchos obstáculos para salir del umbral de la pobreza y dejar de depender de esta ayuda. Sus únicas dos fuentes de ingresos son las 150 gramas mensuales y los 600 euros anuales de prestación hasta que su hijo cumpla 18 años. Se formó en peluquería y estética, pero ha encadenado trabajos como cajera o limpiadora, muchos de ellos en negro, por lo que no llega al mínimo de días cotizados para tener derecho a paro. Su día a día consiste en buscar trabajo por internet después de dejar a su hijo en el colegio y de hacer la compra, sin éxito: “Buscan mucha disponibilidad y total flexibilidad. Aunque tenga extraescolares, no me da tiempo para recoger a mi hijo a la escuela”.

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La situación de K. refleja que “el sistema de garantía de rentas es un desastre” según Albert Sales, profesor en la UPF que ha asesorado en políticas sociales al Ayuntamiento de Barcelona. La Seguridad Social “solo es generosa con quien cotiza en el mercado laboral formal” según el investigador. Sales celebra este “cambio de modelo” al que se suman más entidades sociales frente al sistema asistencial que genera “muchos intermediarios”; por ejemplo, señala las campañas de recogida de alimentos en supermercados. “Si a la gente le das el dinero directamente, se apaña. Siempre recae la sospecha de que lo utilizará para algo que no debe, pero la evidencia empírica de muchos estudios nos dice que la mayoría de familias que reciben dinero prioriza la alimentación frente a cualquier otro gasto”.

De las 6.000 gramas que comenzaron a circular en 2017 por el municipio, ahora hay un millón según el técnico del Departamento de Comercio, Oriol Tuson. En los inicios de la moneda, él alertaba de que solo el 30% del dinero público dedicado a subvencionar entidades locales se invertía en comercios de Santa Coloma. El siguiente paso, tras recibir ayudas de la Unión Europea y del Área Metropolitana de Barcelona, es que esta divisa social se generalice en los ciudadanos de a pie, ya que la mitad de los 1.172 usuarios son comercios, entidades sociales o asociaciones deportivas y culturales. De esos comercios, unos 60 repartidos entre los tres mercados de Santa Coloma se han unido voluntariamente a este programa pionero en ayuda social para que familias como la de K. pasen de recibir un saco de legumbres a un producto fresco como una vecina más.

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