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La esteticista de Madonna que trabaja en el Raval

La newsletter de EL PAÍS Barcelona contacta con la profesional de la belleza a la que recurrió la cantante en la gira ‘The Blonde Ambition Tour’

Àngels Salvador en su negocio de estética.
Àngels Salvador en su negocio de estética.Alfonso Congostrina
Alfonso L. Congostrina

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Buenos días:

¿Conoces a la esteticista de Madonna en el Raval? Àngels Salvador Pérez es la dueña de la Estética i Bellesa Àngels, en la calle Pintor Fortuny, y en verano de 1990, no puede precisar el día, tras recibir una llamada telefónica de la recepción del Hotel Ramada Reinassance de La Rambla (hoy Le Meridien) el deber la llevó, a toda prisa, a asistir a la más VIP de las huéspedes. Madonna se había roto una uña. No adelantemos acontecimientos, esta newsletter no solo va de cómo Àngels conoció y resolvió los percances de Madonna. Voy a revelar cómo conocí a la esteticista de la Ambición Rubia.

El 29 de julio de 2015 el centro de Barcelona vivía totalmente abocado a la avalancha de turistas que lo invadían. Ada Colau acababa de llegar a la alcaldía y nadie era capaz de pasear con una mascarilla en la boca si es que no tenía intención de atracar tres farmacias y dos gasolineras. En esa hora incierta de después de comer saltaron todas las alarmas: tiroteo en el hotel Silken, en la calle Pintor Fortuny, a tres pasos de la Rambla. A la carrera y soportando la canícula fui hasta el hotel de los tiros. Al llegar, ya estaba acordonado. Frente a la puerta principal del edificio en cuestión resaltaba otro negocio: Estética y Bellesa Àngels. Entré con la frase que siempre funciona: “Buenas tardes, soy periodista de El País. Vengo por lo de aquí delante. ¿Ha visto usted algo?”. Mi interlocutora era una señora rubia. No recuerdo bien que me dijo, pero no dejó de sonreír. El niño de barrio chafardero que llevo dentro hizo el resto: “¿Qué tienda más chula? (siempre hay que alabar para que la persona se relaje y recuerde con más detalle lo que vio). Aquí seguro que venían hasta famosos”. La señora entró al trapo: “Uiii, no lo sabes tú bien. Yo he arreglado las uñas hasta a Madonna”. Me explicó parte del tiroteo, redacté (con muchas otras fuentes) aquel suceso, pero para mí, aquel día fue el día que conocí a la esteticista de Madonna. Cada vez que paso por delante de la Estetica Àngels me acuerdo de Madonna pero no fue hasta el jueves de la semana pasada que me decidí a entrar.

La señora Àngels seguía igual. Con mascarilla, pero estoy convencido que con la misma sonrisa postiroteo. “Buenos días soy periodista de El País”, la entrada fue idéntica (es que siempre funciona). Le recordé el suceso de hace siete años (de los tiros se acordaba, de mí no, no la culpo, y eso que hay un personaje de Alvin y las Ardillas que es clavadito a mí) y le dije que quería contar su historia con Madonna. No lo dudó ni un segundo. Esta vez me senté en esas mesas estrechas donde hacen la manicura y desde allí acabó de desvelarme cómo una esteticista del Raval arregló una uña rota a la cantante de la Isla Bonita.

Àngels Salvador Pérez nació en el Raval hace 66 años y sus padres eran los porteros del colegio de Notarios. De muy joven comenzó a trabajar como dependienta de una tienda de ropa, pero pronto se matriculó en una academia de estética y empezó a trabajar. “Aquí había una peluquería donde yo venía a hacer masajes. La cerraron y abrí aquí mi tienda hace 35 años”, cuenta Salvador. La Barcelona preolímpica disfrutaba de mucho menos turismo y, por descontado, de menos hoteles. La jet set, cuando venía, se alojaba en la misma Rambla. “Entonces se trabajaba muy bien y hacía más horas que un reloj. Me llamaban de la recepción de los hoteles y yo iba con la camilla arriba y abajo ganándome la vida”, recuerda.

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Un día de finales julio de 1990, la cantante actuaba por primera vez en Barcelona en la gira The Blonde Ambition Tour. “Me llamaron del Ramada Reinassance y me dijeron, directamente, que Madonna se había roto una uña. Para allí que fui con mis productos”, explica. Àngels entró en el hotel, la acompañaron a una habitación y allí estaba ella.

Pregunta: “Pero Àngels. Ver a Madonna, tener la misión de arreglar su uña rota. Cogerle la mano (yo es que soy de impresionarme mucho). ¿Eso tiene que ser muy fuerte?”

Respuesta: “Nooo, era sencilla, poca cosa, muy guapa. Sonreía. Yo no hablo inglés y no podía hablar con ella. Llevaba las uñas cortas y una se le había escamado. La pude arreglar y se la pinté de rojo. Después, uno de los que tenía al lado me pagó y me dio una propina que era más de lo que había pagado por el arreglo”.

Madonna y su séquito aquel verano ocuparon 180 de las 280 habitaciones que tenía el hotel. Cada mañana salía a hacer footing (entonces no se llamaba running) con ocho guardaespaldas que no dudaban en soltar un sopapo a los fotógrafos que querían inmortalizar a la cantante. “Uno de esos días, yo venía a trabajar y Madonna me vio. Me saludó con la mano mientras bajaba corriendo La Rambla”, la sonrisa de Àngels (la intuyo bajo la mascarilla) se hace todavía más grande.

Me fijo en las manos delicadas de la esteticista y solo pienso que estas manos son también las que tocaron los dedos del icono mundial. Luego me explica que estas mismas manos masajearon la espalda de Kevin Costner, las pantorrillas de la Pantoja y la espalda de Julián Muñoz (aquí ya me emociono menos). “Estos dos eran muy tacaños te pagaban solo un masaje y se lo dividían: piernas ella y espalda para Cachuli”, sonríe Àngels.

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