Ni vencerán ni convencerán
La profesora de la UAB Juana Gallego supo que sus alumnas no asistirían a su Master de Género por su posicionamiento político al militar en el Partido Femenista al Congreso

En un lejano 12 de octubre de 1936, en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, tuvo lugar un enfrentamiento entre Miguel de Unamuno y el general José Millán Astray. La anécdota es de todos conocida: Unamuno criticó duramente la rebelión de los militares contra el Gobierno legal republicano y acabó con la célebre frase de “Venceréis pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir”, al terminar tuvo que salir escoltado. Millán Astray ya había gritado aquello de “Abajo la inteligencia”.
Pero aquellos eran otros tiempos, oscuros y dictatoriales, en los que el pensamiento en la universidad era único y se censuraba, prohibía y vetaba a un profesor. Nos parecía horrible, nos lo parece a día de hoy, que se prohíba que la gente piense, incluso si piensan distinto que nosotros. De hecho, por suerte, la misma Constitución del 78 en el art. 20 reconoce y protege los derechos a “expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción” y va más lejos y señala “la libertad de cátedra”.
Hasta aquí el pasado. El presente, desgraciadamente, nos dice otra cosa.
Hace unos días, la profesora de Periodismo y Comunicación Juana Gallego supo, poco antes de acudir a impartir su clase en el Máster de Género y Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona, Máster que ella misma creó hace siete años, que sus alumnas no asistirían. Isabel Muntané, la Coordinadora, la llamó para decirle que habían decidido hacerle boicot y no acudirían a su clase por su posicionamiento público (Juana Gallego milita en el recién creado Partido Feministas al Congreso). Sus ideas sobre el tema de las identidades de género y no binarias no permitían discusión, añadió.
Ante eso, Juana decidió grabar un vídeo -que colgó en redes- explicando la situación. Asombrosamente, la reacción de la Universidad fue hacer pública una carta (con faltas de ortografía incluidas) en la que se cuestionaba su labor docente de casi cuarenta años en lugar de defenderla.
La semana siguiente, con el afán didáctico que toda profesora debe tener, Juana Gallego optó por dar una clase abierta al público. Decenas de personas quisieron ir a escucharla, pero se encontraron con la sorpresa de que, además de cambiarles la ubicación de la clase (de Barcelona a Bellaterra) encontraron cerrada el aula por orden del rectorado. El pretexto: el uso partidista de su asignatura.
Como si ser feminista y tener unas posiciones claras te convirtieran en proscrita, como a Unamuno, para dar clase en la Universidad.
Sin embargo, de poco sirvió la censura de la UAB, que a una le parece anticonstitucional, porque las modernas tecnologías dieron paso a una retransmisión en directo por Youtube de lo que estaba pasando. En poco más de 10 minutos casi 800 mujeres estábamos en línea de un vídeo que en dos días ha alcanzado las 3000 visitas y sigue aumentando.
¿No debería ser la Universidad un espacio para el conocimiento desde el que formar sociedades democráticas? ¿Hemos olvidado que nuestro Tribunal Constitucional habilita “al docente a resistir cualquier mandato de dar a su enseñanza una orientación ideológica determinada”?
Miedo da pensar que podemos llegar a considerar la actual Universidad más hija de la universidad franquista que de la republicana.
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